Este artículo se publicó hace 16 años.
Fin del viaje en una celda comunitaria
Los afectados describen las sala de inadmitidos de los aeropuertos españoles como lugares inhóspitos y donde pasan las horas desatendidos
Los viajeros sufridores del overbooking se quejan amargamente durante los meses de verano por pasar varios días a la espera en los hoteles de los alrededores del aeropuerto de Barajas (Madrid). Hacen sentadas, huelgas y rellenan los telediarios durante varios días. Mientras ellos esperan en el recibidor del hotel con el aire acondicionado; otros, con menos suerte, lo hacen en una sala sin aire limpio, con colchones en el suelo y con una higiene que deja mucho que desear. Así pasan las horas e incluso los días los extranjeros a los que se les deniega la entrada en España. Encerrados dentro de los aeropuertos españoles.
La sala de inadmitidos de los aeropuertos es un lugar oculto para todos menos para los que lo sufren. Como le ocurrió al argentino Walter Ricardo Vergara, que el pasado mes de noviembre pasó 18 horas en una de ellas y pudo esquivar los duros controles para hacer pocas y rápidas fotografías con su cámara digital. Él aparece con cara desesperada rodeado de colchones. Walter Ricardo reconoce que tuvo suerte para que no le requisaran la cámara digital con la que pudo fotografiar las literas cochambrosas del cuarto que el aeropuerto de El Prat(Barcelona) reserva para los inadmitidos.
Requisitos
Cientos de extranjeros como Walter Ricardo son deportados a su país por incumplir los requisitos que el Gobierno español exige para entrar. Los que pasan por una de las salas que hay en el aeropuerto de Barajas la describen como un lugar incómodo, donde antes de entrar tienen que dejar todo lo que les pueda ayudar a matar el rato: aparatos para escuchar música, el tabaco... Pero se quejan, sobre todo, de que la policía no les explica nada y de que los niños pequeños están desatendidos.
La sala de inadmitidos tiene varias habitaciones amuebladas con literas con escasa separación entre ellas, algunos colchones sueltos para colocar en el suelo y bancos de madera. Poco más. Son los propios detenidos los que se organizan entre ellos para ocupar las habitaciones: una para las mujeres y otra destinada a los hombres.
Celda comunitaria
Ayer, 20 inadmitidos continuaban retenidos a las nueve de la noche en uno de esos espacios. Por teléfono describían la “celda comunitaria” en la que ha acabado su viaje: “Nueve habitaciones con 22 literas y un par de cunas, una sala con una televisión, tres teléfonos y dos aseos para todos. Antes de las nueve de la mañana nos tenemos que duchar todos porque se acaba el agua caliente”. La queja es de Laura, argentina de 25 años, que recriminaba el trato recibido por los agentes y la trabajadora social: “Me han tratado como a una delincuente, pero yo no he venido a robar, sino a trabajar”.
A Laura la repatriarán hoy, pero a Natalia, brasileña, le toca esperar hasta el lunes. “La compañía con la que llegué, la que tiene que repatriarme, sólo vuela una vez por semana”, se lamenta. Cuando conoce que sólo puede estar retenida 72 horas se derrumba: “¿Y entonces qué van a hacer conmigo? ¡Aquí nadie me explica nada!”. Del otro lado, también hay españoles a los que no les están dejando entrar en Brasil.
"Habría firmado lo que fuera para salir de allí" Hambre e incomunicación en 18 largas horas de espera
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