Este artículo se publicó hace 16 años.
Prisiones vigila si los reclusos musulmanes leen 'Gara'
Distribuye un manual entre funcionarios para frenar el yihadismo en las cárceles
La consigna es vigilar todo indicio, todo gesto, y dar parte. Instituciones Penitenciarias no quiere sustos, y por eso ha hecho llegar desde hace varios meses a un grupo reducido de funcionarios de prisiones un manual de 89 páginas sellado como “confidencial”, al que ha tenido acceso Europa Press, y en el que se les indica cómo detectar la deriva radical de los internos.
Hay síntomas. Si en un cacheo un funcionario observa una cicatriz y piensa que el recluso fue herido en Afganistán, Irak, Chechenia o Bosnia, debe fotografiarla y comunicarlo a la dirección. También tendrá que tomar imágenes de las celdas si en ellas ve colgados textos sagrados.
Otra señal: el Gara. Los presos musulmanes, advierte el manual, pueden sentir la necesidad de reforzar sus convicciones acudiendo a publicaciones abertzales o extremistas, ya que “encuentran en estas apoyo a su visión del mundo y sus métodos de acción”.
Los empleados de las cárceles han de controlar cualquier cambio de actitud que observen en los presos musulmanes. Por ejemplo, si comienzan a rezar cinco veces al día cuando con anterioridad apenas oraban, o si susurran las suras del Corán cuando trabajan con otros compañeros en áreas comunes como cocina o lavandería. También es sospechoso que no acudan al recuento por coincidir este con sus rezos, a sabiendas de que pueden ser sancionados.
El texto destaca otras circunstancias posibles: que el interno no estreche más la mano de una educadora social por el hecho de ser mujer, que se afeite por completo el cuerpo, se rape la cabeza o se deje crecer la barba. Todo detalle vale. De ahí que el manual avise de que no basta con vigilar a los reclusos radicalizados, sino también a los presos comunes susceptibles de ser captados para la Yihad. “La alta concentración de internos musulmanes” en los penales, dice el documento, “favorece las actividades de proselitismo y radicalización”.
Las alarmas saltaron en Interior cuando dos meses después del 11-M se detuvo a un grupo de islamistas que quería volar la Audiencia Nacional y se formó en la prisión de Topas (Salamanca). La estancia en la cárcel conduce a la “reflexión interior” y la religión “minimiza y mitiga” el “fracaso” vital que los musulmanes pueden sentir al verse privados de libertad.
MUCHO CUIDADO CON SALTARSE LOS DERECHOS
Precauciones, todas, pero sin pasarse. Lo advierte la propia Mercedes Gallizo, directora general de Prisiones, en el prólogo del manual. El seguimiento de las indicaciones del texto no debe suponer “una merma en la prestación de servicios que por derecho” corresponden a todos los reclusos, señala Gallizo. Además, hay que tener cuidado en separar escrupulosamente las conductas integristas del Islam, una religión “no violenta” de por sí.
Por esa razón, el manual incluye una referencia de publicaciones radicales y también la alusión a lo que la CIA llama el código idiota, palabras que se utilizan con un significado distinto al que tienen (como aceite de oliva por explosivos).
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