Este artículo se publicó hace 16 años.
Penélope y Kingsley, un gran domingo para la alfombra roja
La española Penélope Cruz y el británico Ben Kingsley brindaron hoy un gran domingo de cine sobre la alfombra roja de la Berlinale con "Elegy", de Isabel Coixet, una reflexión sobre un amor que nace moribundo porque surge del miedo a envejecer.
Espléndida y felina, Penélope, e impecable como siempre, Sir Kingsley, la pareja protagonista de Coixet dejó el festival con la gratificante sensación de haber entrado en la vía del gran cine, efecto al que contribuyó otro film a concurso, la iraní "Avaze Gonjeshk-Ha", de Majid Majidi.
"Elegy" reproduce una "inteligente y sutil forma", en palabras de Coixet, de reflejar la agonía que se plantea en la novela de Philip Roth "The Dying Animal", sobre la que está tejido el guión.
"Tuve la mejor pareja de baile que uno pueda tener para perder miedos a que algo pueda salir mal", apuntaló Penélope, en dirección a Kingsley, en un tono que iba más allá del piropeo habitual entre compañeros de rodaje. "Es un monstruo", resumió luego la actriz, respecto a un actor al que le cuadra perfectamente el título de Sir.
Fue un "trabajo intenso", dijo Kingsley, en pos de plasmar "nuestras "vulnerabilidades", en lo que el actor británico dijo haberse sentido "paulatinamente más seguro, respaldado por esas dos mujeres". O sea, Coixet y Cruz.
"Elegy" parte de una situación más que previsible: él es un profesor y crítico televisivo de literatura, acostumbrado a acostarse con una estudiante en cuanto acaba la relación docente, por eso de no meterse en líos.
Vive en un mundo de seres mimados, que conducen buenos autos, comen en buenos restaurantes y tienen, además, una novia de su edad estupenda, lo que no les impide ser infieles. Esta vez, la elegida será una muchacha de origen cubano, Consuela, o sea Penélope, lo que evidentemente deja de ser un caso más.
Si cada episodio amoroso era un intento de tomarse un antídoto contra la vejez, esta vez se genera el efecto contrario. Irse a la cama con una estudiante treinta años más joven significa empezar a contar desde el primer día cuándo se le irá con un hombre de su edad.
El cáustico profesor con respuestas rápidas para cualquier pregunta incómoda -matrimonio, fidelidad- queda incapacitado para la reacción y se convierte en un amante enfermo de celos.
Coixet, quien en 1994 estuvo en la Berlinale con "Cosas que nunca te dije" y en 2002 compitió con "Mi vida sin mi", regresó así con otro film rodado en inglés que exhibe maestría, además del cuerpo hermoso de Cruz, y apuntalado en el texto de Roth.
"Tuvo un contacto muy estrecho. Me llamó, el día antes de empezar a rodar, y me dijo que tuviera en cuenta que el cuerpo tiene más memoria que el cerebro", explicó Coixet.
En el cuerpo de Penélope empieza todo y ahí regresa también la atención, cuando la relación parecía haberse extinguido. "No es una película sobre la enfermedad, sino sobre la belleza y la pérdida de ello", explicó Coixet, sobre la inversión de los papeles que finalmente se genera, evidencia de que no todo se decide en función de los polos vejez-juventud.
"Elegy" compartió el primer domingo de la Berlinale con la iraní "Avaze Gonjeshk-Ha" -The Song of Sparrows", en inglés- un film que se mueve en la línea de la poética cinematográfica habitual en esa cinematografía.
Rodada en parte en el bullicioso Teherán, en parte en el campo, el film de Majidi refleja las vicisitudes de un padre de familia que pierde su empleo en una granja avícola por culpa de un avestruz indómito y que se busca la vida como taxista en moto en las calles de la capital.
Se trata de todo un ejercicio fotográfico, desde el filosófico y fotogénico movimiento del avestruz de su desespero a los múltiples pasajeros que le salen al paso, transporte de antenas de televisión o frigoríficos incluidos.
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