Este artículo se publicó hace 15 años.
Merkel y los liberales ensayan la alianza de gobierno y el SPD agrava su desgarro
La canciller alemana, Angela Merkel, abrirá mañana el ensayo general de su nueva alianza de gobierno con los liberales, con la apertura de negociaciones de coalición, mientras el derrotado Partido Socialdemócrata (SPD) se enzarza en una lucha por su renovación que acentúa su desgarro interno.
Una semana después de las generales, que dieron la reelección a Merkel y mandaron a la socialdemocracia a la oposición, la atención se divide en dosis parecidas entre el futuro reparto de carteras y la búsqueda de soluciones a la desesperada del SPD.
Merkel y el liberal Guido Westerwelle se esfuerzan en dar una imagen de ponderación, aunque los medios filtren el silencioso pulso por el poder entre los futuros coaligados -la Unión Cristianodemócrata y la Unión Socialcristiana de Baviera (CDU/CSU), más el Partido Liberal (FDP).
Westerwelle promete "equilibrio entre lo económicamente sensato y lo socialmente justo" -en unas declaraciones hoy al "Bild am Sonntag"- y sostiene que no convertirá las negociaciones en un espectáculo sobre quién se lleva qué. "No vamos a dificultar las negociaciones colocando al socio bajo presión en los medios", afirma.
El líder liberal, de 47 años y desde 2001 presidente del FDP, no quiere que le traicionen las prisas por recuperar el estatus de socio que su formación tuvo en casi todos los gobiernos federales hasta que Gerhard Schröder llegó a la Cancillería, en 1998.
Afirma que no importa el calendario -Merkel pretende tener nuevo gobierno antes del 9 de noviembre- sino los contenidos y se niega a entrar en quinielas de si será ministro de Exteriores o "superministro" de Economía y Finanzas.
"Rechazo estrictamente un debate sobre puestos y puestitos", dice.
Defiende como correcta su negativa a responder en inglés, a la mañana siguiente de las generales, a una pregunta de la BBC, "porque en Alemania en ocasiones oficiales hay que hablar en alemán", y califica de "muestra de tolerancia y madurez" que un homosexual como él se convierta en vicecanciller y, tal vez, en ministro de Exteriores.
El hecho de que ese puesto recaiga en él puede depender de si Merkel impone como titular de Finanzas a Roland Koch, primer ministro de Hesse -estado de la capital banquera Fráncfort- y "barón" de la CDU.
Según "Bild am Sonntag", la canciller quiere ese puesto para su correligionario, partidario como ella de no lanzarse a grandes rebajas fiscales.
El FDP puja por los recortes impositivos, la reestructuración de la Sanidad y la derogación de parte de las leyes antiterroristas de la CDU -como las escuchas en domicilios y espionaje online- y esos serán los grandes focos de tensión en las negociaciones.
Más dramática es la situación en el SPD, que tras hundirse en el peor resultado de su historia -un 23 por ciento- pretendía una solución "a dedo" para su cúpula, a presentar oficialmente el lunes.
Su presidente, Franz Müntefering, no optará a la reelección en el congreso de noviembre, mientras que el derrotado aspirante a la Cancillería y aún ministro de Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, se resignó a ser elegido sólo jefe de la oposición parlamentaria.
Ambos trabajaron en la Agenda 2010, el programa aprobado bajo el gobierno de Schröder, calificado de necesario y elogiado por el mundo empresarial y las filas conservadoras, pero no digerible para el electorado socialdemócrata por los recortes sociales que implicó.
El SPD perdió desde la elección de Schröder en 1998 diez millones de electores, pero la cúpula parece no haber entendido el mensaje y decidió esta semana la pre-designación como presidente de Sigmar Gabriel -sucesor de Schröder como primer ministro de Baja Sajonia-.
El ala izquierdista reclama un debate profundo, mientras el alcalde-gobernador de Berlín, Klaus Wowereit, para el que se había previsto una vicepresidencia, es partidario de romper el tabú que atenaza al SPD: la colaboración con La Izquierda, que aglutina a pos comunistas y ex socialdemócratas en torno a Oskar Lafontaine, quien en 1999 abandonó el partido y el gobierno de Schröder.
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