Este artículo se publicó hace 14 años.
Madeira intenta volver a la normalidad pero sigue sacando cadáveres
Funchal (Portugal) 22 feb (EFE).- Las autoridades de Madeira, reforzadas por equipos civiles y militares llegados desde el continente, lograron restaurar de forma parcial los servicios y las comunicaciones en la isla, donde seguían apareciendo cadáveres.
Los 42 muertos contabilizados al final del domingo eran diez más de los que se informó el sábado por la tarde, cuando amainó el temporal que desencadenó las enormes riadas y los deslizamientos de tierra que han devastado la turística capital del archipiélago luso.
Los habitantes de Funchal, según pudo constatar EFE, temen que aún aparezcan más muertos a medida que se retiren las piedras, el barro y la acumulación de troncos y escombros en muchas zonas de Funchal y de los municipios de sus alrededores.
Según el secretario de Asuntos Sociales de la región, Francisco Ramos, hay también 120 heridos y más de 250 desalojados, que han sido acogidos en instalaciones militares e instituciones públicas.
Las lluvias torrenciales que cayeron durante casi 15 horas sobre la isla, de 250.000 habitantes, así como su agreste orografía, con numerosos núcleos urbanos repartidos por laderas y quebradas, desencadenaron la peor tragedia que recuerdan los madeirenses, acostumbrados a riadas y hundimientos, pero no de esta magnitud.
En medio de la tragedia que viven cientos de personas por la pérdida de seres queridos, casas y bienes, las autoridades pusieron a trabajar cerca de medio millar de camiones y maquinaria pesada para despejar calles y carreteras y abrir caminos provisionales a pueblos y urbanizaciones que permanecían aisladas desde el sábado.
Las comunicaciones telefónicas, gracias a equipos de transmisión móvil y vía satélite, han sido ya restauradas en toda la isla, según fuentes oficiales, aunque los tendidos aéreos, al igual que el sistema de energía eléctrica, pueden tardar semanas en volver a la normalidad.
Una tercera parte de la población de Funchal no tiene agua potable por la destrucción de una cañería central del sistema de conducción.
La normalidad ha vuelto en buena medida al puerto de la capital y al aeropuerto, que empezó a operar esta tarde los primeros vuelos comerciales.
En el aeropuerto se ha instalado un depósito de cadáveres y un contingente especial de médicos forenses llegados de Lisboa ha reforzado los equipos disponibles en la isla.
Desde el continente han llegado también helicópteros, submarinistas -para buscar cuerpos en la bahía de Funchal- y efectivos de la Guardia Nacional Republicana con perros entrenados en la búsqueda de víctimas.
El lunes se espera que llegue al puerto la fragata militar Corte-Real, equipada con materiales de ayuda humanitaria y que lleva a bordo un destacamento de fusileros, para colaborar en las tareas de limpieza, y puentes de campaña, para sustituir algunos de los que se llevaron las aguas.
El Gobierno portugués celebra además el lunes un Consejo de Ministros extraordinario en el que decretará tres días de luto nacional y adoptará medidas para ayudar a la recuperación de la isla, uno de los principales destinos turísticos del país, que visitan anualmente más de 800.000 personas.
Además de Funchal han sufrido graves daños varios municipios de las inmediaciones, como Ribeira Brava y Santa Cruz, en cuyas zonas altas, pobladas de casas edificadas en barrancos y laderas, la fuerza torrencial del lodo y agua se llevó decenas de vehículos y derrumbó varias viviendas.
Las autoridades aseguraron hoy que la mayoría de las barriadas aisladas por el hundimiento de carreteras y puentes habían podido ya recibir auxilio, aunque todavía existían problemas en el concejo de Camara de Lobos.
En esa zona, en Curral das Freiras y en otras parroquias de la isla muchas familias que abandonaron sus hogares en medio de la inundación no pueden volver por el riesgo de derrumbe.
En las zonas bajas de Funchal, las más turísticas, las riadas que bajaban con enorme fuerza desde los cerros han hecho también estragos.
Un popular centro comercial, el Anadia, fue devastado por las avenidas de agua y aún no se han revisado a fondo, en busca de posibles víctimas, sus garajes subterráneos, que se llenaron en poco tiempo de lodo y basuras.
Para reducir la circulación y facilitar las labores de limpieza y rehabilitación de la ciudad el Gobierno regional de Madeira ha suspendido de momento las clases en todos los centros de educación.
El presidente de la Administración autónoma de Madeira, Alberto Joao Jardim, se declaró además preocupado no sólo por la magnitud de la tragedia y la destrucción sino por el impacto que pueda tener sobre el turismo, una de las principales fuentes de ingresos de la isla.
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