Este artículo se publicó hace 13 años.
Lorca intenta volver a la vida cotidiana tras el terremoto
Los lorquinos, con el susto aun en el cuerpo por los terremotos del miércoles, afrontan el largo camino de la reconstrucción entre la impotencia y la resignación y también la esperanza de que no ocurra más, que las administraciones cumplan lo comprometido y los servicios públicos se reanuden cuanto antes.
El alcalde de la ciudad, Francisco Jódar, ha enfatizado hoy que las administraciones seguirán reunidas para "devolver la normalidad" a Lorca, donde, ha reconocido, "todavía hay mucho trabajo por hacer".
El gas natural sigue cortado por precaución, según fuentes municipales, aunque se ha reanudado la línea férrea, reabierto la estación de autobuses y restablecida la recogida de basuras.
La prioridad, ha señalado el alcalde, es que todos puedan volver cuanto antes a sus casas y que unos 6.600 puedan volver a clase.
De hecho, el consejero murciano de Educación, Constantino Sotoca, ha informado de que doce de los centros educativos permanecerán cerrados durante lo que resta de curso (aunque tres mantendrán los pabellones de infantil), lo que obligará a redistribuir a los alumnos sin aulas en otros colegios e institutos.
En total, 660 de los 1.717 edificios de Lorca dañados pueden ser ya habitados, tras las evaluaciones técnicas, que alcanzaban este mediodía a 1.374 inmuebles, el 80 por ciento de los afectados.
El consejero de Obras Públicas de Murcia, José Ballesta, ha dicho que el 48 por ciento de las viviendas analizadas no tiene desperfectos estructurales y son habitables y marcadas con color verde.
De los 1.372 edificios analizados, el 40 por ciento (549) han sido señalados en amarillo, pues por el momento no hay condiciones adecuadas de habitabilidad, por lo que en estas casas se permite entrar sólo a recoger los enseres y pertenencias.
Además, hay un 12 por ciento de viviendas (165) que tienen daños estructurales (color rojo), lo que, según el consejero Ballesta, "no quiere decir que haya que demolerlas" todas.
Por gran parte de la ciudad pueden verse equipos de arquitectos y aparejadores inspeccionando edificios, cuadrillas de albañiles y maquinaria ligera recogiendo escombros y equipos de bomberos encaramados en grúas para retirar cornisas y otros elementos constructivos elevados semidesprendidos.
Dos arquitectos de Murcia, Pablo y Asensio, han explicado a Efe que han inspeccionado el barrio de San José, donde no hay edificios en ruina, aunque algunos no se pueden habitar y requieren algún apuntalamiento, sobre todo las plantas bajas y primeras.
"La gente -cuentan- te insiste mucho con que quieren volver a sus hogares".
El barrio de Santiago está deshabitado y muchos de los establecimientos permanecen cerrados, aunque el bar que abre puede hacer "el 'agosto' en mayo".
Al lado de la iglesia del mismo nombre, cuyo interior ha quedado en ruinas, el cerrajero ecuatoriano Cristóbal Martín se afanaba esta tarde en abrir la puerta de un bajo de la calle Rubira, cuyo propietario, Pedro Muñoz, se temía lo peor. Al final, falsos techos desprendidos y paredes agrietadas.
Un poco más lejos, unos hermanos recogían el equipaje de sus padres, de 81 y 71 años, que han ido a Murcia a vivir con ellos porque su casa está marcada con amarillo.
Explican que los propietarios tienen que dirigir un formulario al alcalde con los desperfectos.
Algunos pequeños comercios ya despachan y un par de supermercados de una misma cadena han abierto hoy en la avenida de Juan Carlos I, según las fuentes municipales, que prevén más reaperturas comerciales mañana.
Además, han informado de que la Dirección General de Comercio de la comunidad ha autorizado la apertura el domingo próximo para garantizar el abastecimiento de la población.
En la ciudad se mantienen los tres campamentos de la Unidad Militar de Emergencias, reforzados por la Cruz Roja, en los que estarían viviendo entre 3.000 personas y 3.500, inmigrantes en su gran mayoría, según el alcalde.
Están ubicados en el barrio de La Viña, el Instituto Ibáñez Martín y en el Huerto de la Rueda.
Aparte, hay personas que han optado por permanecer en otros lugares de la ciudad, fuera de los edificios, y que son atendidos por brigadas móviles del Ayuntamiento
Fuentes municipales calculan que la cantidad de personas que viven fuera de los hogares ha ido disminuyendo desde el primer momento porque algunos se han trasladado a segundas viviendas, casas de familiares y conocidos en Lorca o en otras localidades.
El campamento del Huerto de la Rueda presenta un aspecto sensiblemente menos poblado que dos días anteriores, pero las escenas persisten:
Familias enteras agrupadas en sillas de plástico, que matan el tiempo mientras esperan que los técnicos pinten la ansiada señal verde que permite volver a casa.
En este espacio de tiendas de campaña se han configurado diferentes mesas de información con banderas de algunas de las nacionales que cohabitan en el recinto, como Ecuador, Bolivia o Perú.
Pero hay quienes no están dispuestos a que la tragedia altere la rutina o la ilusión, como un grupo de chicas adolescentes que sale de la zona de aseo después de haberse cambiado de ropa y maquillado mientras gritan: "¡Nos vamos de marcha!".
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