Este artículo se publicó hace 16 años.
De John Singer Sargent, con Dior, a Rossy de Palma, la alta costura seduce
El vocabulario simbolista del pintor John Singer Sargent y la actriz española Rossy de Palma fueron la fuente de inspiración de dos de los desfiles de alta costura para la primavera-verano 2008, que comenzaron hoy en París.
Tanto Sargent como De Palma brillaron por su ausencia, el pintor estadounidense que escandalizó en 1884 a sus contemporáneos con su retrato de Amélie Gautreau, conocido bajo el título "Madame X", por razones obvias.
La también musa de Pedro Almodóvar y recientemente estrella principal de la opereta "El Cantor de México", estrenada en el Teatro del Chatelet, "por razones ajenas a su voluntad", según explicaron a EFE los organizadores del desfile de "On aura tout vu" (Lo habremos visto todo).
Aunque se sabía difícil que pudiese venir, se le esperó hasta el último momento, dijeron.
El público se conformó feliz con su evocación en el cartón de invitación y, cierto, en el tono vital que marcó la presentación, artísticamente comentada de cada modelo.
La única maniquí-actriz que actuó sobre esta pasarela empezó por verlo todo "en rosa", envuelta a la afgana, totalmente oculta en una voluminosa nube rosa, antes de pasar al gris transparente, al negro, rosa y celeste de modelos con títulos originales: "Como un rezo", "La mujer equitativa" o "La compradora obsesiva".
Con no menos humor pero con bordados que cortaban el aliento, por su belleza y su fasto, todos ellos sobre vestidos de estratégicos volúmenes, en seda amarilla, dorada, turquesa, coral, fucsia, lila o burdeos, John Galliano propuso al público de Dior un "viaje de seducción" por el universo sensual de Sargent.
Demostró, ante todo, que tras haber celebrado escultural e históricamente el 60 aniversario de la fundación de Christian Dior, en 2007, todavía era capaz de ir más lejos, de profundizar aún más en esa mezcla de extremo lujo y osadía que aporta a la firma desde que hace diez años comenzara a dirigir su destino artístico.
Para la primavera-verano 2008, la perfecta imagen de la elegancia Dior podrá ser una mujer envuelta en un impresionante vestido de seda amarillo musgo, de voluminosa espalda bordada con puntiagudos motivos de erizo negros.
Cada uno de los 40 modelos de la colección fue un sorprendente bordado, en algunas ocasiones sobre complejos vestidos de seda pintados a mano, de lejana inspiración oriental.
Hubo algún traje de chaqueta, pero, desde luego, no apto para ir a la oficina y menos para llevar a los niños al colegio.
La alta costura de Galliano-Dior es rotunda y no concierne en lo más mínimo, salvo en sus mejores sueños, a esa ama de casa tipo que ronda los 50 años y que tanto interesa a los publicistas de tantas marcas.
Para las raras millonarias, princesas y actrices VIP del mundo que pueden permitirse el lujo Dior visto hoy y, sin duda también para el sueño de cientos de millones de mujeres que disfrutan con su belleza, Galliano pinto su pasarela de turquesas, oros, corales, amarillos, rojos o azafranes.
Los bordados, geométricos, asimétricos, a lo Gustav Klimt; en ocasiones inspirados en la naturaleza y también en pieles de animales como la pantera, el cocodrilo o la serpiente, adornaban a veces grandes corolas de flor, en los bajos de una falda o en el hombro de un abrigo.
El maquillaje, aparatoso, parecía bordado también, con lentejuelas de colores vivos, a juego con el modelo y con los zapatos, estos de alto tacón sobre plataforma, para andar muy despacito y con mucho arte.
En la cabeza, sombreros también de inspiración oriental, a veces bordados a juego con su modelo, otros con plumas superpuestas, otros simplemente metálicos, como platos, cubos o dedales gigantes, sujetos sobre cabelleras voluminosas.
Galliano vistió todo de negro, como un artista de otro tiempo, para realizar su tradicional recorrido por la pasarela, hoy ante las bellezas multicolores presentadas previamente.
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