Este artículo se publicó hace 13 años.
Imaginación y reciclaje hacen la competencia al dominio de los videojuegos
En la era de los videojuegos y los ordenadores, el proyecto "Guixot de 8", encabezado por el catalán Joan Rovira, propone una forma original y creativa de divertirse con juegos fabricados a partir de viejos objetos recuperados, que van desde bicicletas, a ventiladores, pasando por cazuelas o tazas.
Sus propuestas han viajado ya por más de 900 ciudades de 26 países en los veinte años de trayectoria de "Guixot de 8", y hasta el 17 de agosto están en los Baños de Paquis de Ginebra, a orillas del Lago Leman, donde hay una de las mejores vistas de la ciudad.
El artífice de esta idea, Joan Rovira, comenta a EFE que el mensaje que quieren transmitir a los niños es que los juguetes no es algo que sólo se pueda comprar en las tiendas, sino que también los puede fabricar uno mismo con un poco de imaginación.
"El juego es así dos veces divertido, primero cuando lo creas y luego cuando juegas con él", precisó Rovira, quien asegura tener el mejor trabajo del mundo.
Según Rovira, en el mundo actual se vive con la sensación de que todo está inventado, lo que es "bastante deprimente", por eso, desde "Guixot de 8" animan a los niños a que busquen juegos en su cabeza y den rienda suelta a su imaginación.
"Procuramos crear juguetes con piezas recicladas que sean reconocibles, para que también se den cuenta de que los materiales pueden tener una vida mucho más larga que para lo que fueron concebidos", explica este pionero del reciclaje.
"Nosotros comenzamos con el reciclaje mucho antes de que se pusiera de moda", reivindica Rovira, quien, en sus veinte años dedicándose a esto ha recuperado unas doce toneladas de hierro y ha creado más de 300 objetos.
Además de su función lúdica y medioambiental, el trabajo de Rovira también tiene una dimensión artística y creativa, ya que debe "hablar" con los materiales para extraer de ellos una pieza, de la misma manera que un artista.
Sin embargo, Rovira aclara que sus piezas se alejan de la función a veces meramente contemplativa del arte, ya que su trabajo requiere que "la gente sea activa, que pruebe, que piense y que reflexione".
"Nuestro objetivo es que la gente dé rienda suelta a su imaginación en un momento en que la sociedad nos trata como idiotas y nos lo da todo hecho", asegura.
Quizá por ello, la acogida de sus exposiciones de juegos es siempre muy buena, no sólo entre los niños, sino también entre los adultos que les acompañan.
"La gente se pica si ve que al otro le sale un juego que él no ha conseguido y al final se implica toda la familia. Por eso decimos que con nuestros juegos juegan niños de todas las estaturas", aclara.
Para Rovira, el secreto de su éxito está en que no son juegos demasiado fáciles, ni demasiado difíciles, es decir, requieren un esfuerzo y pararse a pensar, sin que resulten imposibles.
A la hora de crear sus originales juguetes, Rovira suele basarse en principios muy básicos de física, ya que, según dijo, los efectos encadenados, la causa-efecto y otras cosas relacionadas con la física básica despiertan mucha curiosidad entre la gente.
"Tanto niños como mayores se acercan al juguete intentando desentrañar el secreto que esconden. Ahí radica su atractivo", precisa.
Sin embargo, Rovira es consciente de que parte del éxito de sus exposiciones -que también incluyen actividades de animación- está en la temporalidad, ya que al ser itinerantes y no pasar demasiado tiempo en el mismo sitio, los niños las disfrutan como una novedad.
"Si el niño lo tuviera todos los días, se acabaría aburriendo", afirma, y para evitar llegar a ese punto, sus creaciones no van a estar más de dos semanas en Ginebra, para viajar después a Eslovenia o el Reino Unido, como destinos más inmediatos.
Sara Gómez Armas
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