Este artículo se publicó hace 15 años.
Esto no es el museo Magritte
El responsable del nuevo centro belga dedicado al pintor surrealista afirma que será un homenaje a su "juego radical"
René Magritte y Joan Miró protagonizaron en la ciudad de París, conquistada en 1927 por el surrealismo, "una pelea infantil", según relata Michel Draguet, director de los Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica. Magritte, que "trabajaba en el edificio donde Miró tenía su estudio", le reprochaba al maestro catalán que se atreviese a titular una de sus obras con la frase Este es el color de mis sueños (1925). Como reacción, Magritte dibujó con precisión una pipa perfectamente definida, bajo la que insertó la leyenda "esto no es una pipa". La tituló La traición de las imágenes (1929) para "insistir en que la representación no es, por definición; para ahondar en que la pintura no puede decir lo que es, sólo lo que no es", en palabras de Draguet a Público, antes de una visita al nuevo museo consagrado en Bruselas al pintor belga más internacional.
El centro alberga 230 obras de Magritte, entre ellas varias obras maestras como El hombre del mar, El jugador secreto, La respuesta imprevista o dos obras de la serie El imperio de las luces. El Museo Magritte, que abrirá sus puertas el próximo 2 de junio, se convertirá así en centro de peregrinaje para los amantes del surrealismo y concentrará en Bruselas el mayor número de obras del autor.
Bélgica salda así su cuenta pendiente con el pintor, que hasta ahora no gozaba de una colección permanente de envergadura en la ciudad donde pasó la mayor parte de su vida adulta. A través del museo, en pleno centro de la ciudad, los visitantes podrán descubrir el universo del artista, que cultivó "la simplicidad como una estrategia para expresar la complejidad de las cosas", explica Draguet.
Nubes, zapatos, llaves, bombines, árboles, ventanas y puertas que tratan de huir del mundo onírico, del simbolismo y de la llamada "ciencia de los sueños" que sí trabajaron otros surrealistas, como Salvador Dalí, con quien Magritte mantuvo una relación estrecha.
Las mentiras del lenguajeLienzos como El uso de la palabra o El árbol de la ciencia, el museo muestra al visitante "que el lenguaje es una gran mentira", según Draguet, una creencia específica de Magritte que el autor acabó por llevar al extremo. "Un juego radical con el sistema, las convenciones, que sin embargo, en otros terrenos, no gozaron de aplicación práctica", según el responsable del centro.
Magritte se confesó comunista y militó activamente como reacción al éxito del fascismo en Alemania que se puede ver en el cartel Celebrad el 18 de septiembre (1938), pero terminó en divorcio tras la Segunda Guerra Mundial, tras la cual Magritte pasó a considerarse anarquista.
La colección permanente del centro muestra también varias obras "que influyeron decisivamente en movimientos posteriores, como el pop-art", recuerda Draguet, además de contar con varias obras del "periodo vaca", tres meses de 1948, en los cuales Magritte pintó una obra al día y que en las últimas décadas se han ganado la admiración del arte contemporáneo.
Sin embargo, varias de las creaciones más aplaudidas del autor no integrarán la colección permanente, entre ellas La traición de las imágenes (actualmente en Los Angeles County Museum of Art) o Los valores personales (ubicado en el San Francisco Museum of Modern Art), algo que ha levantado algunas críticas.
Draguet zanja la polémica apuntando que "el Museo Picasso de Barcelona no acoge el Guernica, ni tampoco el de París", recuerda. "El Reina Sofía sí, pero no tiene Las señoritas de Avignon".
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