Este artículo se publicó hace 15 años.
Caballero Bonald saca el látigo acusador
"Existe un franquismo tácito, adormilado y latente", afirma el poeta jerezano
Con los años, uno no se hace más sabio, ni halla más respuestas a sus preguntas, pero sí se envalentona y se vuelve más acusador de las cosas que detesta. Al menos, así lo observa el poeta José Manuel Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, 1926), quien siempre se destacó por su oposición al franquismo en la época de la dictadura. Sin embargo, en su más reciente poemario, La noche no tiene paredes (Seix Barral), reconoce "estar literariamente más enfrentado a la realidad que antes".
Varias circunstancias le han llevado por este camino, aunque una de las más decisivas es la existencia todavía de "un franquismo tácito, adormilado y latente, un franquismo que está siempre acechando y que me hace recapacitar con iracundia", señala el poeta. El autor de Ágata ojo de gato ve en esta permanencia el hecho de que "la Transición no se hiciera como debería haberse hecho. Lo mínimo hubiera sido la creación de un tribunal que juzgue los crímenes de la dictadura, aunque ya no se va a hacer".
También una mirada a la brutalidad en el resto del mundo le ha llevado a escribir poemas como Quien, donde el poeta se transmuta en testigo de su tiempo y se opone con vehemencia "a las cárceles ocultas de Bush, Guantánamo o la masacre de Irak".
Estos acontecimientos no han mermado, sin embargo, el optimismo con el que Caballero Bonald observa la vida. Eso, a pesar de que la duda "como forma de conocimiento", apostilla el poeta, esté en este poemario más presente que nunca. "Es que lo contrario son peronas como el señor Aznar, que dice que él tiene la fórmula para salir de la crisis, a las que les tengo un rechazo absoluto", señala el autor de La costumbre de vivir.
Amor por la místicaEl poeta ha afianzado sus dudas. "Con esto de la gripe ya no sé si me están diciendo la verdad o están detrás las farmacéuticas", confiesa. Tampoco ha perdido su amor por el lenguaje, al que define como "un método de conocimiento de mi identidad".
Mientras, lee de forma empedernida a los místicos cristianos y sufíes, a los que ha regresado "por la precisión de sus palabras, no por la religión, ya que no soy creyente", Caballero Bonald ultima un texto poético sobre sus experiencias al llegar a Madrid, que serán "una defensa contra las ofensas de la vida".
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