Este artículo se publicó hace 17 años.
La aventura era sobrevivir
Nunca alcanzó sus objetivos, pero Ernest Sheckleton pasó a la historia como uno de los más grandes exploradores. Su reto de cruzar la Antártida en 1914 fue un fracaso: ni siquiera llegó a poner pie en el continente que q
Desde que su barco, el Endurance, quedó atrapado en el hielo, el desafío que se le presentó fue aún mayor, salvar la vida del grupo de 27 expedicionarios. Aquella aventura duró dos años y un mes y ha pasado a ser una de las grandes epopeyas de la Historia, narrada a partir de los diarios de los protagonistas y contemplada en las fotos de Frank Hurley.
Shackleton, conocido veterano en expediciones antárticas, se impuso atravesar los 2.500 kilómetros del continente helado. Un reto para escogidos o para suicidas. “Se buscan hombres para un viaje peligroso. Sueldo bajo. Frío extremo. Largos meses de oscuridad completa. Peligro constante. No es seguro volver con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito”. Éste fue el texto del anuncio que presuntamente publicó Shackleton en la prensa británica para reclutar a sus camaradas.
A las puertas de la guerra
Shackleton era, además, un patriota. Antes de zarpar, ofreció su barco a Churchill, primer ministro británico, para la I Guerra Mundial. “Prosiga”: Esa fue la escueta respuesta del político en agosto de 1914.
El 5 de diciembre de 1914, Shackleton y su equipo de 27 hombres zarparon desde el puerto ballenero de la Isla Georgia del Sur, a un par de días de la banquisa antártica. El 18 de enero de 1915 quedó atrapado en el hielo. No quedó más remedio que dejarse llevar por la imperceptible corriente del mar de Wedell y esperar largos meses hasta que acabara el inminente invierno austral. La vida a bordo destripó las penurias y las emociones del ser humano. Hacinados en la parte más cálida del Endurance, los tripulantes se dispusieron a resistir la noche polar. “Shackleton era un romántico”, cuenta su única nieta, Alexandra, que no conoció a su abuelo. “Tenía sensibilidad, tal vez por tener ocho hermanas –y un hermano–, leía y escribía poesía, se preocupaba por los demás...”. Esas facetas del carácter del aventurero explican su actitud en el Endurance. Se preocupó por el bienestar de todos, organizó turnos de trabajo indiferentemente del grado de cada uno, montó óperas a bordo y fiestas de disfraces. Había que mantener el ánimo. Él lo sabía mejor que nadie porque era consciente de que el barco no resistiría mucho.
Capacidad de liderazgo
En julio dio instrucciones para “estar preparados” en caso de tener que evacuar el buque. El 27 de octubre se concretó el peligro y acamparon en la banquisa. Desde allí, cuando empezó el deshielo, navegaron penosamente en los tres botes del Endurance, con destino a la Isla Elefante, a donde llegaron dos días después, al borde de la locura.
Shackleton hizo gala de sus dotes de liderazgo para contener la desesperación de los expedicionarios. Habían sacrificado a los perros (“comían demasiado...”) y se habían alimentado de pingüinos y focas, cuya grasa también servía de combustible. Y ya no quedaba otra opción: él y cinco hombres más se embarcarían en el bote mayor para alcanzar de nuevo la Isla Georgia del Sur. La travesía, de 1.300 kilómetros y 17 días fue heroica. El rescate de los compañeros que quedaron en Isla Elefante, en plena guerra, tardó todavía casi cuatro meses. Pero muchos de aquellos hombres que escaparon de una muerte segura encontraron su fin en aquella contienda.
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