Este artículo se publicó hace 14 años.
Alivio en Sevilla: el Cristo recibe el alta
Manuel García, 30 años como hermano de la Cofradía del Jesús del Gran Poder a sus espaldas, se emociona cuando el periodista le pregunta por el significado de la talla "del Señor de Sevilla", como él lo llama. Al intentar ilustrar las emociones que le provoca el silencio con el que procesiona en Semana Santa, se le saltan las lágrimas y da una vuelta para tomar aire.
Luego regresa, algo más repuesto. "Estamos volviendo a tiempos de los romanos. Se nos persigue", dice con total seriedad como reflexión sobre el ataque que cometió el domingo contra la imagen —causándole daños en un brazo que ya han sido reparados— Luis Carbajo, un funcionario de prisiones de 37 años. "Yo soy Jesucristo. Él no necesita ninguna representación de madera muerta", se justificó Carbajo, que permanece ingresado en un psiquiátrico.
Tras días de reparaciones, Sevilla celebró ayer un besamanos extraordinario para que los devotos pudieran contemplar, de primera mano y más allá de la enorme cantidad de información que los diarios locales dedican al asunto, que "el Señor de Sevilla" ha salido sano y salvo del ataque. Y la imagen que ofrecía la Basílica del Gran Poder, en contra de la tesis de Manuel, no era la de un refugio secreto de cristianos cuyas creencias fueran confinadas a las catacumbas.
Al contrario. Era una explosión de devoción expresada orgullosamente en público ante decenas de medios y reforzada con la presencia de dirigentes políticos como Javier Arenas (PP). Miles y miles de personas respondieron durante todo el día. La gruesa cola salía de la basílica, trazaba un arco por la plaza de San Lorenzo y se prolongaba al menos cien metros por la calle Conde de Barajas. Aunque la basílica abrió a las 8.00 horas, había gente desde las 6.30. El besamanos sólo paró de cinco a siete para una misa oficiada por el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo. Solemnidad absoluta para recibir al Gran Poder de vuelta a casa. Al cierre de esta edición, continuaban llegando fieles.
Felisa Domínguez, de 86 años, lleva una insignia dorada del Cristo, recién adquirida por euro y medio tras besar la mano izquierda de la imagen. La acompaña su hija Antonia, de 60. Y a las dos les brillan los ojos de emoción. "Mi madre está mal de las piernas, pero ha querido salir. Se puso mala cuando leyó lo del malnacido este", cuenta Antonia. Su madre dice con alivio: "Gracias a Dios, el Señor está bien".
Enrique Esquivias, hermano mayor del Gran Poder, trajeado y serio, explica el estado de la imagen en términos de parte médico: "Confirmamos el examen inicial. No hay ningún daño interno. Todo ha quedado en un susto". No obstante, la cofradía va a cerrar el camarín del Cristo para garantizar la seguridad de la imagen. ¿Y el atacante? "Lo perdonamos responde Esquivias como habría hecho el Señor". No obstante, pide que sea juzgado no sólo por delito contra el patrimonio, sino también contra los sentimientos religiosos.
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