salamanca
Es frívolo reducir el destino y la vida de miles de personas a un mero factor productivo, pero tal vez también sea el enfoque más efectivo para combatir el racismo. Richard H. Thaler, Premio Nobel de Economía en 2017, hace una radiografía de Occidente e identifica un problema, pero también la solución: "O se incita a la gente a tener hijos o dejamos que vengan migrantes. Las economías necesitan crecer y no se crece si la población disminuye y no dejas entrar a la gente. Son puras matemáticas", asevera.
Autodefinido como "vago" y con un cameo en La Gran Apuesta (Adam McKay, 2015) que entre risas te hace ver que el sistema financiero es una estafa piramidal, Richard H. Thaler recibió el Premio Nobel de Economía en 2017 por sus aportaciones a la llamada "economía conductual". Es decir, la forma en las que las personas entienden las finanzas. El ser humano no es tan racional como se presupone a la hora de elegir qué hacer con su dinero y, bajo el prisma de este estadounidense, las decisiones se dejan influenciar por un conjunto de elementos que poco tienen que ver con la eficiencia o la buena gestión. Tal vez la negativa de las políticas conservadoras a permitir flujos migratorios sea la mejor evidencia, puesto que se cierra la puerta a la solución a unos cuantos conflictos.
Thaler analiza el mundo y le devuelve un enfoque con potenciales soluciones. Si el conflicto es que las poblaciones están envejecidas, la natalidad se ha desplomado y financiar las pensiones cada vez es más complicado, su solución para salvar el sistema pasa por una libre circulación de personas, aseguraba en un desayuno con la prensa española durante la inauguración de las jornadas Economía de la Longevidad, organizadas por el Centro Internacional sobre el Envejecimiento (CENIE) en Salamanca. "El nacionalismo y la xenofobia son dos problemas mundiales", apunta con preocupación ante el panorama político tras la irrupción de Donald Trump.
"Hay mucha gente que quiere trabajar y existen obstáculos políticos que lo impiden"
"Necesitamos trabajadores y necesitamos migrantes. Si seguimos con menos nacimientos tendremos un problema. Hay mucha gente que quiere trabajar y existen obstáculos políticos que lo impiden. La mayoría de los países sobreestiman la migración que tienen. Yo a Estados Unidos llevaría al menos a dos millones de migrantes", continuaba Thaler.
El estadounidense presenta los problemas de nuestro tiempo, pero se guarda para sí los caminos, o al menos sus teorías, en cuanto a las formas para solventarlos. Como buen estudioso en una materia, evita en casi todo momento pronunciar frases contundentes y tajantes e incluso pide, de forma desenfadada, otro tipo de preguntas. "Prefiero que me preguntéis cuál es mi vino favorito". Como él mismo reconoce, "no se le puede decir a la gente lo que tiene que hacer", y hace gala de esa forma de mirar el mundo.
No le importa proponer soluciones que, más allá de la migración, oscilaban desde recetas neoliberales o socialdemócratas. "Alguien tiene que dar algo, o los trabajadores trabajan más, o se reducen beneficios o se aumentan los impuestos", propone el premio Nobel en un abanico donde quedaban legitimadas, de forma peligrosa, las posturas más radicales como aumentar la edad de jubilación para mantener la productividad laboral ahora que la esperanza de vida también está al alza. "¿Por qué hay que jubilarse los 65 años? No está en la Biblia", aseguraba posteriormente durante su charla en el evento.
Al ceñirse a la economía, la mirada de Thaler revela una mirada acomodada al sistema capitalista. Por ejemplo, el profesor se muestra reticente a la idea de aumentar impuestos a las grandes fortunas: "Los ricos pueden pagar más, pero no queremos que se vayan. Hay mucha gente en EEUU con miedo al futuro y buscando otro sitio", apuntaba, para luego relajar su postura un chiste: "Si en España dais la bienvenida a estadounidenses ricos, aprenderemos español".
Una postura igual de conservadora como con las pensiones. Si el Gobierno no es capaz de asumir el pago de estas por el envejecimiento de la población, el economista aboga por planes privados: "El modelo británico debe ser estudiado y este tipo de sistemas no costaría tanto a los gobiernos".
Y tal vez como voz experta, tras haber visto y estudiado los grandes cataclismos económicos de la historia de la humanidad, prescinde de un discurso alarmista en torno a una tormenta perfecta de problemas que acabe con todo: "Hay manifestaciones exageradas sobre que esto va a explotar, pero no va a ser así. De repente no nos vamos a quedar sin dinero para pagar pensiones No soy alarmista, pero hay factores que cambiar. Todos podemos ser mejores si destinamos recursos de forma eficiente, y ese recurso es la gente".
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