madrid
Actualizado:"Antes venía a la tienda de la esquina a comprar cualquier cosa que necesitara, ahora tengo que trasladarme al centro o a las grandes superficies". Esta es la experiencia de Paloma Ripoll, del madrileño barrio de Arganzuela, pero es una experiencia que cada vez es más común en las grandes ciudades donde la especulación está complicando la vida de miles de vecinos y vecinas.
La capital ha perdido 6.000 locales comerciales de proximidad en el último año, según los datos del último informe de COCEM (Confederación del Comercio Especializado de Madrid). No sólo se trata del cierre de un negocio: se está acabando con la identidad de las ciudades y de los barrios, que cada vez son menos de los vecinos y más del turista porque cada vez son más los comercios que se reconvierten pisos turísticos.
"El mercado tradicional de barrio prácticamente ha desaparecido porque no puede competir con las grandes superficies y porque los turistas buscan otro tipo de comercio", asegura Víctor Rey, representante de la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid (FRAVM), en un encuentro con Público.
Al cierre de febrero de 2024, el Instituto Nacional de Estadística (INE) calculaba que había un total de 8.320 locales convertidos en vivienda en Madrid. La mayoría se acumulan en distritos ya desdibujados por el turismo, como Lavapiés, Tetuán o Arganzuela, aunque es un fenómeno que se empieza a extender más allá de la M-30, llegando a zonas como Hortaleza, La Latina o Puente de Vallecas.
Si uno pasea por estos barrios, se observa un comercio cada vez más enfocado a los turistas, alejado de las necesidades cotidianas de un vecino o vecina. "Es lo que sucede cuando expulsas al residente habitual, que vive allí y necesita una serie de servicios –que van desde una panadería, a una mercería o una papelería– y que ya no encuentra", explica Rey.
Barrios dormitorio y calles vacías
Víctor Rey: "Ahora las calles están vacías a las cinco de la tarde"
Sin comercio, los barrios se convierten en barrios dormitorio, en los que la gente "sólo va de su casa al trabajo". Los comercios suponen también un punto de encuentro y de socialización, "donde te encontrabas con el vecino que iba a comprar lo mismo que tú", según Rey. "Ahora las calles están vacías a las cinco de la tarde. Todo esto da una sensación calle muy fría, muy aislada y compleja", añade.
Y así es cómo barrios madrileños que se han caracterizado siempre por su carácter popular y vecinal se ven desdibujados y sus calles se quedan vacías, excepto por el traqueteo constante de las maletas. "Ya hay calles en las que no queda absolutamente ningún comercio", se lamenta Rey.
Con ello desaparece también parte de esa imagen de seguridad que da una calle comercial. Según narra el portavoz de la FRAVM, cada vez son más vecinos los que acuden a las oficinas de atención para protestar por la sensación de inseguridad que les provoca "el hecho de que por la noche no haya una fluctuación de gente, no haya luces de escaparates, absolutamente nada".
Incompatibilidad de uso residencial y turístico
Desde el pasado julio de 2018 ya no es necesario tener cédula de habitabilidad en Madrid para poder transformar un local en vivienda. Es suficiente con presentar un estudio de viabilidad de cambio de uso (con el análisis de las medidas, la altura necesaria del techo, salida de humos, etc...) para que se apruebe la obra, lo que facilita el proceso y acorta los tiempos respecto a otras comunidades.
El precio de un local puede ser la mitad que el de cualquier otra vivienda
Además, el precio de un local puede ser la mitad que el de cualquier otra vivienda en el mismo edificio. Esto deja a los especuladores más margen de beneficio a la vez que permite alquilarlos a un precio más asequible, lo que explica que sean tan demandados, incluso como residencia habitual. Por ello, cada vez que cierre un negocio, el propietario se verá tentado a transformarlo en vivienda, porque parece ser el único negocio rentable y seguro en la capital.
Ana D., vecina de Malasaña, habla de la incompatibilidad de un uso residencial y un uso turístico en el mismo edificio, una experiencia que ella misma ha tenido que vivir: los locales de debajo de su casa se han reconvertido en pisos turísticos. "Tú tienes unos horarios y ellos otros, y no controlan los ruidos, ni los gritos, ni las maletas rodando a cualquier hora del día. Además de la inseguridad de que entren a tu edificio cientos de personas que no conoces, que a veces se equivocan y llaman a mi puerta", declara.
El vecino, obligado a desplazarse
Un negocio que, además de empeorar la calidad de vida del vecino, también incrementa el precio del nivel de vida. Así lo refleja Ana D., que también colabora en la Asociación de Afectados por las Viviendas de Uso Turístico, y afirma que "ya no hay tiendas pequeñas con precios normales para los vecinos, y el precio de la cesta de la compra es infinitamente más alto".
El vecino debe así sacrificar su tiempo, su capacidad de elegir y su comodidad en beneficio del turista
El vecino de toda la vida se ve obligado a trasladarse a grandes superficies para suplir sus necesidades. Un desplazamiento que "obliga a coger el coche y hacer una compra a la semana y no a diario, como era antes que podías pasar un día si te faltaba leche, o pan, o alguna verdura", narra Rey. El vecino debe así sacrificar su tiempo, su capacidad de elegir y su comodidad en beneficio del turista.
Paloma Ripoll, afiliada del Sindicato de Inquilinas e Inquilinos de Madrid y vecina del barrio de Arganzuela, se queja de que ahora se ve "forzada a coger el metro e ir al centro" para comprar lo que antes podía adquirir en tiendas que tenía "a la vuelta de la esquina", además de tener que "cargar con ello" una distancia mucho mayor. "A mí, personalmente, no me gusta ir a grandes superficies, pero es que ya no me queda otra", añade.
"Antes podía bajar a comprar la comida a esta tienda de alimentación que ahora está en obras para construir más pisos turísticos", se lamenta Paloma; así como la comida de los animales, que podía comprar en una tienda en la calle de al lado, a precio mucho más asequible, pero que ya tampoco está. "El local de la lavandería que había en el barrio se ha reducido a la mitad, para destinarlo a más viviendas, al igual que la peluquería canina", narra la vecina mientras pasea con Público por el madrileño barrio de Arganzuela.
El comercio que sobrevive en estos barrios no está destinado a suplir las necesidades cotidianas del día a día, sino a ofrecer experiencias al turista. "Ya no puedes tomarte un café normal, ahora es un café de especialidad que cuesta el doble", protesta Ana D. "Los mercados también se están transformando", dice Rey, "ahora están llenos de gastrobares o establecimientos de degustación".
Víctor Rey: "Si cada vez hay menos vecinos, no harán falta colegios o centros de salud"
El vecino, al final, se verá forzado a abandonar estas zonas en las que la vida comienza a ser insostenible. "Es el coste de la vida en general, el precio del alquiler, inasumible para la mayoría de la gente", defiende Rey, pero también "la falta de dotaciones y servicios públicos". Argumenta que son zonas donde cada vez hay menos familias, por lo que llegará un momento en el que no haga falta que haya colegios. "Si hay menos vecinos, no harán falta centros de salud, con que haya uno para cubrir todas las necesidades, bastará", añade.
"No estamos en contra del turismo"
"No estamos en contra del turismo, que es algo de lo que se nos acusa", declara Rey. "Nos quejamos de cómo se está gestionando el turismo y la masificación de determinadas zonas. De la transformación del hábitat natural de los vecinos y vecinas", que además es resultado de una actividad cuyo beneficio no recae en la población ni en la vecindad.
"Hay otras opciones de viaje", defiende Ana D. Hay modelos de turismo basados en hoteles o apartahoteles, que están perfectamente regulado y son mucho más compatibles. El problema es que los hoteles no han sabido dar respuesta al turismo masivo, reflexiona Rey, ya que "suele ser mucho más económico alquilar un apartamento que una o varias habitaciones de hotel".
Por otro lado, el representante de la FRAVM argumenta que habría que diseñar un proyecto que vaya en la línea de "destensionar la presión turística del centro de Madrid y toda la almendra", y expandir una oferta de alojamientos más amplia y más allá y más regulada. Un modelo que funciona en otros sitios, defiende, y "que con el sistema de comunicaciones de Madrid no tendría que haber mayor problema".
También considera necesario la implantación de una tasa turística, cuyos beneficios sirvan para cubrir los gastos y costes que "al final pagan los vecinos: seguridad, limpieza, emergencias...". Cree que, a personas que vienen a gastarse 300 o 400 euros diarios no les supone nada pagar tres o cinco en una tasa turística, y a su vez, "supondría unos ingresos importantes que pueden ayudar financiar muchas cosas que ahora mismo están escasamente dotadas".
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