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Actualizado:Quedan poco más de dos meses para que Donald Trump sustituya a Joe Biden al frente de Estados Unidos y en ese tiempo pueden aún suceder muchas cosas en Ucrania que disparen la tensión entre Rusia y Occidente o que avancen hacia una conclusión del conflicto, como tantas veces prometió en campaña el líder republicano vencedor de los comicios del 5 de noviembre.
Por ejemplo, el aún presidente Biden ha anunciado que acelerará antes del 20 de enero, cuando concluya su mandato, el envío de armas y dinero a Ucrania. Biden pretende completar la entrega de un paquete de ayuda armamentística por cerca de 6.000 millones de dólares, del monto aprobado en abril por el Congreso de su país tras un bloqueo republicano de seis meses.
Ese último monto aprobado por el Congreso era de 61.000 millones de dólares. Anteriormente hubo otros cuatro grandes paquetes de asistencia a Ucrania desde el comienzo de la guerra hasta alcanzar los 175.000 millones de dólares totales. De esta suma, EEUU ha entregado a Ucrania directamente cerca de 106.000 millones de dólares, de los que 69.800 millones fueron para armamento.
Hace unos días, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, se quejó de que solo un 10% de la ayuda estadounidense había llegado realmente a su país. Si ahora Trump cortara este grifo de ayuda militar y para el presupuesto estatal de Ucrania, el desastre sería seguro, pues la ayuda europea no sobrepasa la mitad de la ayuda entregada por Estados Unidos.
Pero incluso estos últimos 6.000 millones de dólares prometidos por Biden podrían llegar tarde al campo de batalla. Putin está dejando claro, con el inexorable avance ruso en el este de Ucrania, que ya no se conforma con los territorios arrebatados a Kiev y que su intención es blindar sus conquistas e incluso abrir nuevos frentes ante una eventual negociación promovida desde la Casa Blanca.
Trump quiere ganar tiempo
En medio de estas circunstancias, el vencedor de los comicios presidenciales celebrados el martes pasado, Donald Trump, intenta ganar tiempo en un conflicto del que ha indicado muchas veces que no conviene a Washington, sobre todo cuando Irán o China aparecen como desafíos mayores.
Trump desde el año pasado y sobre todo en medio de la campaña electoral ha reiterado una y otra vez que su intención al asumir la presidencia de su país, e incluso moviendo los hilos antes del 20 de noviembre, es acabar con la guerra de Ucrania en 24 horas.
Aunque ese plazo es muy difícil de acometer dado el estado del conflicto (el propio Kremlin calificó tal promesa como una "exageración"), Trump sí podría anunciar el fin de la ayuda de Washington a Kiev, lo que repercutiría gravemente en la posición de Ucrania, que podría dar por finiquitados sus esfuerzos para recuperar la quinta parte del país en manos rusas, y además podría sentenciar el apoyo europeo.
Ahora todo depende mucho de los contactos que puedan mantener directamente Putin y Trump, quienes se han caracterizado siempre por una relación cordial y muy distinta a la que mantuvo Biden con el líder ruso.
La misteriosa llamada de Trump a Putin
Según informó el domingo el diario The Washington Post, Trump llamó por teléfono a Putin la semana pasada, tras ganar las elecciones. Esa información indicó que Trump recomendó a Putin que "no intensificara" la guerra. Y, en un aparente mensaje de advertencia, Trump habría recordado al presidente ruso que EEUU dispone aún de una importante presencia militar en Europa. También habría manifestado Trump, según tal noticia, su interés por avanzar hacia "la pronta resolución de la guerra de Ucrania".
Sin embargo, este lunes el Kremlin desmintió que tal conversación tuviera lugar y menos aún que Trump amenazara a Putin, tal y como insistió ese rotativo citando fuentes cercanas al presidente electo estadounidense.
"Es pura ficción, una información falsa. No hubo ninguna conversación", dijo el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov. Según la presidencia rusa, la última conversación telefónica entre Trump y Putin tuvo lugar en julio de 2020, medio año antes de que el entonces presidente de EEUU terminara su mandato.
Es turno de Trump, pero Putin tiene mejores cartas
Se produjera o no la conversación, la hoja de ruta de Putin no pasa en estos momentos por tomar en serio una advertencia sobre los cerca de 100.000 soldados estadounidenses estacionados en 275 bases en territorio europeo.
Este despliegue incluye los 20.000 efectivos con los que EEUU reforzó su presencia en Europa tras la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022. Cifra en todo caso muy alejada de los 300.000 soldados que llegó a tener estacionados el Pentágono en Europa durante la guerra fría.
Tal volumen de tropas en suelo europeo, la mayor parte integrada en las estructuras militares de la OTAN, supone para Estados Unidos un dispendio que Trump ya ha señalado que quiere reducir, de forma que sean los países europeos los que asuman la carga.
Tampoco parece Putin dispuesto a cumplir la otra "recomendación" que le hizo Trump de ser cierta la conversación, es decir, frenar la ofensiva rusa en Ucrania.
Más bien está sucediendo todo lo contrario. De igual forma que Biden quiere hacer llegar a Kiev la mayor asistencia militar posible antes de que Trump llegue al poder, Putin ha ordenado maximizar la ofensiva lanzada por sus tropas desde principios de año en el Donbás, especialmente en la región de Donetsk. Al tiempo, está tanteando los puntos débiles de las defensas ucranianas en las zonas de las regiones de Zaporiyia y Jersón que aún controla Kiev.
Una de esas oleadas de ataques tiene lugar en Kurájove, localidad de Donetsk que ya ha sido prácticamente tomada por los rusos en las últimas jornadas.
Los ataques rusos son también muy persistentes contra las infraestructuras energéticas ucranianas. Los drones son los protagonistas principales desde marzo de las razias rusas contra el sistema eléctrico ucraniano, apoyados en menor número por misiles y bombas planeadoras.
Los daños son cuantiosos y ahora se están centrando en los sistemas de distribución energética y no solo de generación de energía. Se quiere dejar a los ucranianos sin calefacción y a oscuras en pleno invierno. También se teme que Rusia esté preservando sus misiles para un bombardeo a gran escala contra las principales ciudades ucranianas y así hundir la moral de la población civil justo cuando las noticias del frente bélico no son nada halagüeñas.
Europa no quiere la paz exprés de Trump, que conviene a Rusia
La intención de Moscú es acudir a una eventual mesa de negociaciones impulsada por Trump, manteniendo bajo su control los territorios anexionados durante la guerra, más la península de Crimea, tomada en 2014.
Trump podría garantizar a Rusia una demora de muchos años en la posible adhesión de Ucrania a la OTAN, así como la neutralidad ucraniana. La renuncia a la entrada en la OTAN y la pérdida de hasta una quinta parte de su territorio ante Rusia supondrían de facto la admisión de la derrota ucraniana en la guerra.
Por eso, el alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, quien está a punto de dejar también su puesto tras ser uno de los adalides de apoyar con armas a Kiev contra Moscú, se mostró contrario a la "paz exprés" que propone Trump.
En su última visita a la capital ucraniana, que terminó este lunes, Borrell afirmó que la paz debe ser "justa y sostenible", y no concluir la guerra "lo antes posible, sin que importe cómo". También afirmó que Rusia debería pagar compensaciones por la invasión. Situación que solo se podría dar si fuera este país el que perdiera la contienda, lo que no parece ser el caso.
También se mostró contrario a un "acuerdo precipitado" de paz el ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius. En un foro organizado por el diario Süddeutsche Zeitung, el titular germano auguró que una Ucrania derrotada por Rusia y fuera de la OTAN supondría en el futuro "una fuente constante de nuevos conflictos en Europa".
En Kiev, el jefe de la diplomacia de la UE apostó, al contrario, por una Ucrania integrada en las estructuras europeas y que, una vez terminada la guerra, pueda suministrar armamento a los ejércitos europeos gracias a todas las inversiones en su industria de defensa que está haciendo Occidente. El político español se olvidó mencionar que Rusia jamás permitiría semejante arsenal de los ejércitos europeos en su frontera meridional.
Borrell insiste en una mayor implicación occidental en la guerra
Llevado por su idea de que la paz de Ucrania solo puede conseguirse con la guerra y la derrota rusa, Borrell volvió a pedir que se autorice a Ucrania atacar objetivos militares, especialmente bases aéreas, en territorio ruso con los misiles de largo alcance occidentales que ya tiene el ejército ucraniano y los que pueda recibir. Según Borrell, tal paso es una acción de legítima defensa. Moscú lo ha equiparado a una declaración de guerra.
Pero ni siquiera el gran aliado occidental de Ucrania, Joe Biden, se ha atrevido a dar luz verde al uso por Kiev de esos misiles contra Rusia. Y no es de esperar que lo haga Trump. Este permiso permitiría alargar la guerra, pero no garantizaría la victoria ucraniana, esperanza ya bastante lejana, y empujaría a Moscú a redoblar la dureza de sus ataques.
También implicaría que quien diera esa orden se convertiría en enemigo jurado de Rusia, algo que tampoco pasa por los planes geopolíticos de Trump, más favorable de las guerras comerciales, por ejemplo con China, que de conflictos calientes sin visos de solución como el de Ucrania, sobre todo si en cualquier momento podría declararse otra gran contienda en Oriente Medio contra Irán.
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