Este artículo se publicó hace 7 años.
Mundo rural y violencia de género“En mi pueblo nunca he podido decir sin tapujos que soy una mujer maltratada”
El 60% de las víctimas por violencia de género pertenecen al entorno rural y rondan entre los 40 y 59 años de edad.
María Serrano
Sevilla--Actualizado a
Susi tiene 39 años y lleva casi tres separada de su pareja. Vive en un municipio de la campiña sevillana, de apenas siete mil habitantes, donde trabaja desde adolescente recogiendo la aceituna en su pueblo, del que prefiere no desvelar el nombre. Nunca abandonó su vida de jornalera, a pesar de que se casó demasiado joven y el día a día no le permitía tener “todo el tiempo necesario para dedicarle a su familia”, como le exigía su entorno.
Tampoco me atrevía a ir a la Guardia Civil donde trabajaba uno de sus cuñados
Después de casi veinte años de relación con su expareja, en 2014 pone fin a una realidad silenciada. “Llevaba con él desde los 16. Me pegaba muchas de las veces que venía de trabajar muy tarde y borracho, sobre todo desde que nació mi hija Mónica. A veces el mayor daño no era el físico sino decirme día tras día que era un desecho y que sin él no iba a poder estar en el pueblo tranquila. Tampoco me atrevía a ir a la Guardia Civil donde trabajaba uno de sus cuñados”.
El miedo, la dependencia económica y el yugo de una vida oculta hicieron que tardara años en contarlo a sus amigos y familiares por miedo al qué dirán. ¿A dónde podía escapar Susi si hablaba? ¿Podía separarse sin sufrir la presión de su entorno? “Nunca he podido decir en mi pueblo sin tapujos que soy una mujer maltratada”, afirma.
Sus secuelas siguen vivas. Susana reside junto a su hija Mónica en la casa que compartió con su expareja. “Él decidió marcharse a Sevilla a buscar trabajo tras la separación” relata Susi. “Una mujer maltratada tiene que luchar ya con muchas trabas, y en un pueblo se sufre aún más por las consecuencias de hablar de un tema tan delicado”. Esta sevillana nunca llegó a poner en marcha protocolos de alejamiento ni intervino con ninguna denuncia, aunque después de tres años de separación el agresor no se ha acercado de forma irrespetuosa al domicilio familiar.
El 60% de las víctimas por violencia machista residen en el entorno rural
Lola Merino, presidenta de la Federación de Mujeres y Familias del Ámbito Rural, AMFAR, recuerda a Público que 2017 ha obtenido la peor cifra de víctimas mortales de violencia de género en el ámbito rural. “Hay que prestar especial atención a la violencia de género en este entorno, ya que en torno al 60 por ciento del total residían en municipios del área rural", resalta Merino.
Si tomamos en cuenta que en las zonas rurales vive el 20 por ciento de la población española, AMFAR señala que la incidencia de la violencia es hasta cuatro veces superior a la que se registra en el ámbito urbano.
Merino lucha desde su asociación por la visualización del elevado porcentaje de víctimas por violencia de género en el ámbito rural. Un aspecto que “hace imprescindible que el Pacto de Estado contra la Violencia de Género centre su atención en medidas para prevenir esta lacra”, a través de la Estrategia Nacional para la Erradicación de la Violencia contra la Mujer. Este documento apunta que la residencia de estas víctimas en municipios rurales condiciona la denuncia hasta el punto de hacerla inexistente.
Dependencia, subordinación y control
Pero ¿qué factores influyen, de forma considerable, en esta realidad oculta? La socióloga Ángeles Martínez apunta en su libro Violencia de género en las áreas rurales ¿A dónde puedo ir yo? que la “influencia del entorno rural, unido a la familia y la pareja reproduce situaciones de dependencia, subordinación y relaciones de posesión que desencadenan en violencia”. La distancia de los núcleos de población rurales con respecto a la ciudad favorece, según Martínez “el aislamiento, lo que reduce las relaciones personales y de amistad; situaciones que influyen en las desigualdades de género y crean dependencias económicas y afectivas que favorece el control y la dominación”.
La madre de Susi reaccionó enfadada comentando las “dificultades por las que pasa a veces un matrimonio”
Susi nunca podrá olvidar una noche de mayo de 2013 en la que llegó a casa de su madre a contarle cómo podía llevar tanto tiempo en aquella situación y nadie le había echado una mano. La madre de Susi reaccionó enfadada comentando las “dificultades por las que pasa a veces un matrimonio”. Sin embargo, al poco tiempo comenzó a llorar. “Mi madre me dijo al principio que a dónde iba a ir si lo del maltrato sería solo una mala racha”. Cuando conoció de cerca los insultos, como doblegaba a diario el ánimo de su hija. Juana, la madre de Susi, empezó a ayudarla y a comprender que los nervios de su nieta Mónica, con seis años de edad, su falta de atención venían de una situación mucho más grave que había que parar.
El aislamiento de Luisa y su maltrato
Luisa es la segunda protagonista, mayor que Susi. Estuvo viviendo casi una década en una pedanía andaluza, en la provincia de Cádiz, con menos de cuatro mil habitantes. Hoy reside en Badajoz, alejada de toda aquella triste historia que estuvo a punto de truncar su vida.
Esta mujer de 54 años relata a Púbico como logró salir de aquel infierno en el que vivía en pleno campo con su maltratador. “El aislamiento del trabajo agrícola y la vida en pareja en una soledad extrema la hizo cambiar día tras día hasta que comenzaron a llegar las malas palabras en voz alta y los gritos. Allí no había vecinos que pudieran ver todo lo que estaba pasando”.
Luisa tenía a su familia en Badajoz y a más de trescientos kilómetros no encontraba el momento para contar a los suyos cómo empezaron las primeras bofetadas y los insultos. “Teníamos una pequeña cooperativa. Yo llevaba las cuentas desde la casa, él trabajaba con las cuadrillas y sabía lo que venía a la noche. Su cambio de humor, sus abusos y su desprecio”.
Aguantó casi dos años. A los 52 decidió finalmente coger las maletas y marcharse. “Me sentía tan mal y con tan poca autoestima que no era capaz de empezar de nuevo en el pueblo. Nadie lo iba a entender y yo también quería poner distancia”.
"Lo único que me alegro es que nunca nos diera por tener hijos”
Una tarde logró viajar hasta la ciudad de Cádiz gracias a la ayuda de un vecino. Desde allí se trasladó a Badajoz para visitar a su hermana pequeña, donde se instaló para siempre. Lo que más agradece de aquella etapa de vida en común con su expareja es no haber tomado la decisión de formar una familia, donde todos hubieran salido perdiendo. “Llevo dos años y no se me olvida ninguno de aquellos días. Lo único que me alegro es que nunca nos diera por tener hijos”, aclara. Luisa espera no volver a verlo nunca. “No olvido los ojos con los que me miraba ni tampoco la cara a pesar de que no lo he vuelto a ver. Tampoco sabe dónde me trasladé. Sabía que el día que me escapara nunca volvería a verme”.
Mujer de entre 40 y 59 años y trabajadora
La última Macroencuesta sobre la violencia de género, publicada por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad apunta datos relevantes, a nivel nacional, sobre mujeres que han sufrido maltrato y que viven en municipios de menos de 10.000 habitantes. En ella se indica que el 50,7% de las mujeres rurales que declaran estar padeciendo violencia de género se encuentran en una edad comprendida entre los 40 y 59 años y trabajan de forma habitual en el entorno rural.
El testimonio de Susi y Luisa se enmarca dentro de las más de 2,24 millones de mujeres viven en la Andalucía rural. Fuentes del Instituto Andaluz de la Mujer señalan que el ochenta por ciento de las víctimas atendidas de manera directa pertenecen a zonas rurales. De ellas, un 20 por ciento acuden por motivos de violencia de género, a través de los Centros Municipales de Información a la Mujer (CMIMs), que en Andalucía están gestionados por los ayuntamientos y la propia Junta.
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