Una investigación revela que en Andalucía hay 227 localidades con fosas de guerrilleros antifranquistas
2.266 guerrilleros (2.231 hombres y 35 mujeres) empuñaron las armas entre 1.939 y 1.952, según el mapa de fosas publicado en 'todoslosnombres.org' y elaborado por el investigador Jiménez Cubero.
Sevilla-
María Esquivel, La Culantra, fue detenida a orillas del arroyo de Castril, en el término de Alanís (Sevilla), el 2 de diciembre de 1941. Estaba junto al cadáver de su marido, el guerrillero Cipriano Diéguez Bella, El Perrero de Azuaga.
Fue trasladada a Sevilla, condenada a muerte y "fusilada en las tapias del Cementerio de San Fernando el 12 de febrero de 1943: sus restos reposan en la fosa común conocida como Rotonda de los Fusilados". La Culantra había nacido en Azuaga (Badajoz) en 1914; era hija de Rafael y María y se había echado al monte en la primavera de 1940.
Así lo recoge una investigación, llamada El mapa de fosas de la guerrilla antifranquista en Andalucía, publicada este martes en todoslosnombres.org la página web de referencia en temas de memoria histórica y democrática, que ha elaborado el investigador José Antonio Jiménez Cubero, autor del trabajo La guerrilla antifranquista en Andalucía (Muñoz Moya Editores).
El trabajo constata la existencia en Andalucía de 227 localidades que albergan fosas de guerrilleros. La distribución geográfica muestra que la mayoría de ellas, prácticamente el 50%, se concentra en las provincias orientales de Granada (68) y Málaga (45). A continuación se hallan las provincias centrales de Córdoba (39) y Jaén (28). Cierran la tabla las provincias occidentales de Sevilla (9) y Huelva (4).
Cipriano Diéguez también era de Azuaga. Había nacido dos años antes que La Culantra. Estaba afiliado a la CNT en tiempos de la República. Se lee en el trabajo: "Formando parte del ejército republicano atravesó la frontera francesa en febrero de 1939. Después de pasar varios meses en un campo de internamiento regresó a España a comienzos de 1940, siendo detenido e internado en un campo de prisioneros de Irún".
Jiménez Cubero recoge en su trabajo: "Trasladado a la cárcel de Azuaga a principios de 1941 se fugaría de la misma a mediados de julio de ese mismo año. Al poco se incorporaba a la guerrilla del Chato de Malcocinado. La Guardia Civil le dio la tarde del 2 de diciembre del año de referencia en las inmediaciones del río Castril, donde el grupo tenía una de sus bases".
"Su cadáver fue enterrado en una fosa común del cementerio municipal de Alanís situada a once pasos a la entrada: once pasos al naciente, 32 del poniente, 17 al norte y 42 al sur", agrega.
"Llevando puesto chaqueta y pantalón de pana negra, camisa a rayas, camiseta y botas enterizas de becerro con tartera y su defunción inscrita en la sección correspondiente del Registro Civil de la localidad, al Libro 30, Folio 177", añade.
2.266 guerrilleros
El estudio analiza en qué consistió el movimiento de guerrillas en Andalucía: "De la importancia y dimensión alcanzada entre los años 1.939 y 1.952 hablan [...] las cifras: 2.266 guerrilleros (2.231 hombres y 35 mujeres) empuñaron las armas contra la dictadura".
Estos estuvieron "encuadrados en 136 formaciones —125 grupos o partidas y 11 agrupaciones guerrilleras (32 en Sierra Morena y 104 en los Sistemas Béticos)— sin apenas medios ni ayuda exterior". "Y a pesar de la enorme violencia desplegada por el franquismo para su aniquilación —escribe Jiménez Cubero—, lograrían mantener viva la llama de la libertad durante una década y media después de finalizada la guerra".
En el trabajo Jiménez Cubero enumera que 1.292 de esos guerrilleros perdieron la vida (1.277 hombres y 15 mujeres). De ellos 1.230 murieron en territorio andaluz y los 62 restantes se reparten entre las provincias de Ciudad Real (23), Badajoz (18), Madrid (nueve), Toledo (tres), Huesca (tres) y Barcelona, Gerona, Cuenca, Segovia, Valencia, además de Gibraltar, con uno cada una.
Respecto a las causas de los fallecimientos "sobresalen los abatidos en combate, emboscada o aguardo: 895 (el 69,8% del total)". La segunda causa es la aplicación de la “ley de fugas”, es decir, los ejecutados extrajudicialmente tras ser detenidos: 157 (12,1%). Los fusilados por sentencia de Consejo de Guerra fueron 123 (9,5%). El cuarto puesto corresponde a los ejecutados por sus propios compañeros: 54 (el 4,9%). Los suicidios ocupan el quinto lugar con 31 (2,3%).
Los últimos lugares los ocupan, correlativamente, los muertos por enfermedad, diez, los fallecidos en prisión, nueve, y los que murieron por accidente, seis. De los 1.230 que murieron en suelo andaluz, 1.051 fueron sepultados en lugar identificado, "no constando documentación alguna que certifique el lugar de enterramiento de los restantes 179", recoge el estudio.
Las etapas de la lucha guerrillera
Jiménez Cubero distingue varias etapas en la historia de la lucha guerrillera contra la dictadura franquista. "La primera correspondería al periodo comprendido entre el final de la guerra en 1939 y el fracaso de la Operación Reconquista, aquel intento de invasión de España a través del Valle de Arán bajo las banderas de la Agrupación de Guerrilleros Españoles en 1944".
En aquellos primeros años la mayor parte de los grupos de resistentes tendrían carácter local, y la mayoría de las acciones que llevaron a cabo estaban "encaminadas a la supervivencia". El estallido de la segunda guerra mundial "alentó las esperanzas de estas guerrillas, sobre todo a partir de 1942 cuando el signo de la guerra en Europa comenzó a cambiar". Así, en 1943 se produjo "un notable repunte en el número de incorporaciones de nuevos guerrilleros a sus filas".
Poco a poco, a medida que pasaban los años, "estos grupos fueron capaces de desarrollar un repertorio de acciones más amplio añadiendo algunas de acusado carácter político a aquellas otras destinadas a socorrer sus necesidades primarias de alimentación, abrigo y armamento".
"Una segunda etapa podría situarse en el contexto internacional surgido tras la expulsión de los alemanes de Francia y su posterior derrota, años 1945-1946, hecho que permitiría la instalación en el sur de Francia de varias escuelas de guerrilleros destinadas a formar los cuadros que posteriormente serían enviados a España para tratar de unificar, organizar y dotar de contenido político a los grupos de resistentes que venían actuando en el interior", escribe el investigador.
Esto, prosigue Jiménez Cubero, "propiciaría el resurgir de algunas organizaciones políticas en la clandestinidad" y las infiltraciones de comandos procedentes del exterior, tanto desde Francia como desde los puertos argelinos del Norte de África, lo que "contribuyó a la incorporación de una nueva remesa de guerrilleros a la sierra". Para la guerrilla, "serían años de esperanza", según el investigador.
Finalmente, "la curva ascendente que experimentó el movimiento guerrillero desde 1945 comenzaría a declinar a partir de la segunda mitad de 1948". La "política represiva de la dictadura que, junto a la eliminación de los combatientes de la sierra buscaba sobre todo el desmantelamiento de sus redes de apoyo, comenzaría a pasar factura a las guerrillas", que, "huérfanas de toda ayuda exterior, necesitaban de forma vital para su supervivencia de los suministros e informaciones aportados por las llamadas organizaciones del llano".
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