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Son las ocho y media de la mañana, y el barrio de la Font del Gos, en el distrito de Horta-Guinardó, se despierta con un tintineo de esquilas al que no está habituado. Daniel Sánchez, pastor de Sant Llorenç Savall (Vallès Occidental, Barcelona), acaba de aterrizar en Collserola con su rebaño de 135 ovejas y 80 cabras, y con la ayuda de su amigo y compañero de oficio Pau Urgell abre las puertas del corral improvisado que se ha instalado en el antiguo campo de fútbol de Can Notari.
La prueba piloto impulsada desde el Ayuntamiento de Barcelona pretende mejorar la resiliencia del sotobosque y prevenir incendios gracias a la ganadería extensiva
Su presencia aquí es el resultado de una prueba piloto impulsada desde el Ayuntamiento de Barcelona, que pretende mejorar la resiliencia del sotobosque y prevenir incendios gracias a la ganadería extensiva. "Solo el pasado año, hubo 50 incendios en Collserola", explica Ferran Pauné, ecólogo, ingeniero agrícola y asesor de este proyecto. El de Daniel será el quinto rebaño de la serra de Collserola, y el primero que llega a la capital catalana.
La iniciativa contará con 300 cabezas de ganado que pastarán a lo largo de 18 hectáreas de la zona de Collserola situada sobre la Font del Gos y Montbau. Pasados los tres meses de plazo de la prueba, se estudiarán los resultados y, si son favorables, se expandirá el proyecto a otros barrios de la ciudad. La ganadería extensiva, hasta el día de hoy, "no ha sido la forma principal de evitar incendios", pero "debería ser la única, porque es la única natural", argumenta Ferran.
"Collserola es de los lugares más peligrosos de Catalunya y Europa", recuerda el ecólogo. "Aquí, si hay un incendio, quema todo de repente y los bomberos no pueden controlarlo", se lamenta. De hecho, "se está viendo que el mejor aliado contra el cambio climático son los pastos, y no los bosques", ya que "las ovejas regeneran el suelo y permiten que las plantas puedan captar más CO2", explica Pau.
Nuevo entorno, nueva vida
Antes de empezar a dirigir el rebaño, Daniel se pone su barretina "como reivindicación", aunque "muchas veces me da vergüenza", admite. Tiene tres perras de atura [los perros pastor catalanes] que se encargan de guiar a las ovejas, los corderos y las cabras, siempre bajo la atenta mirada de Miguel, el perro de protección. Como el ganado está en nuevos pastos, Daniel debe ponerse delante para guiarlos. "El cambio es estresante para ellas, pero esto va a durar dos días hasta que se acostumbren", asegura. Por el momento, dice que "van redondas" porque hay mucha comida. Eso sí, para protegerlas del sol y de la lluvia, el pastor ha pedido un techo para el corral improvisado, "ya que carecen de árboles", señala.
Ferran destaca la importancia de proyectos como éste para "transmitir unos valores a una ciudad que quiere conocer todo este cosmos"
Hace seis años que Daniel conoce a "sus niñas", y dos que pasta con ellas por Sant Llorenç Savall. Antes, había trabajado de técnico de luces y vaquero. Ahora, su rebaño de corderos y ovejas tiene cuenta de Instagram y todo: @happyxais.savall, y es que Daniel considera que era necesario "para ser transparente y acercar este mundo a la gente, puesto que es muy desconocido por todos".
En esta línea, Ferran destaca la importancia de proyectos como éste para "transmitir unos valores a una ciudad que quiere conocer todo este cosmos", pero que "a menudo le queda lejano". De hecho, todos los vecinos que pasean por la montaña y ven el rebaño, se paran a saludar y charlar un rato: "¡Nos alegramos de teneros por aquí!", exclaman. Ahora bien, no todo el mundo muestra esa alegría. El expresidente de la asociación de vecinos del barrio de la Font del Gos viene expresamente por quejarse de la gestión administrativa: "Somos un barrio de 300 personas y nadie nos ha venido a informar de este plan piloto", protesta.
Un 'modus vivendi' que no es rentable
Daniel y Pau se conocieron en la Escola de Pastors de Catalunya. De allí surgió una amistad que permitió a Pau adentrarse en el mundo del pastoreo, gracias a que Daniel le cedió 20 ovejas para que pudiera sacar adelante su propio rebaño. Ambos son bastante jóvenes -tienen 36 y 26 años, respectivamente-, y esta vocación por la naturaleza no les viene de familia. Disfrutar haciendo de pastores forma parte de su ADN, y ya han hecho su modus viviendi. No saben qué significa hacer vacaciones: trabajan siete días a la semana, 365 días al año. "Me siento descompasado con la sociedad, ni fines de semana ni vacaciones. Yo voy con las horas del sol", detalla Daniel. Trabajan de 8 a 13 horas diarias, según la época del año, y la pandemia no les afectó en lo más mínimo. De hecho, Pau asegura que "seguíamos yendo a pastar cada día, ¡y más tranquilos incluso!".
Trabajan siete días a la semana, 365 días al año
"Para ganarte la vida de pastor, necesitas 400 ovejas", declara Daniel, pero "vale mucho dinero y no es fácil". Dice que ahora tiene 200 animales porque quiere trabajar de manera ética, aunque esto implique no poder tener un alquiler y tener que "espabilarse como puede". Para Pau, que se adentró en el mundo de la ganadería en 2019, todavía es más difícil vivir de lo que considera su "hobby profesional". Para poder trabajar una temporada de pastor "tengo que tirar de ahorros de otros trabajos", explica.
Los dos amigos coinciden en que "hay que cuidar más a los ganaderos y pastores" porque "la ganadería extensiva se está extinguiendo", añade Ferran. Ni Daniel ni Pau se muestran preocupados por el relevo generacional: directamente se han resignado a aceptar un futuro donde su profesión desaparecerá tal y como ellos la entienden.
Acercar la naturaleza a la ciudad
Sin embargo, hoy están contentos. Pau imita los sonidos de las cabras y las ovejas a la perfección mientras pastamos por la montaña, y Daniel esboza una media sonrisa a la vez que responde por el móvil el alud de mensajes de familiares y conocidos que dicen que lo están viendo en los medios de comunicación estos días. A media mañana hace ya demasiado sol para las ovejas, y los pastores deciden volver al corral. De repente, sin embargo, una cabra cae por una pendiente pronunciada. Por suerte, no se ha hecho daño, y con la ayuda de Pau, pronto se reincorpora. A pesar de alguna cabra despistada, el rebaño se ha adaptado bastante bien al entorno urbano. Ahora habrá que ver cómo se adapta una ciudad como Barcelona al que es probablemente el oficio más antiguo de todos: la ganadería.
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