madrid
Ayub (nombre ficticio) decidió escapar después de su breve estancia en los calabozos marroquíes. “Me encerraron tres días sólo porque había ido a varias manifestaciones en Alhucemas. Había más detenidos y nos torturaron a todos. Nos daban golpes, nos pegaban con palos, nos tiraban agua fría en la celda... A otros les daban descargas eléctricas”, recuerda serio este rifeño de poco más de 30 años, casado y con una hija. “Me puse enfermo y los policías me dejaron tirado cerca de un acantilado. Fue entonces cuando tuve claro que tenía que irme de Alhucemas, que había que escapar del Rif”, asevera.
A Ayub le acompaña Nasser, que ha elegido este pseudónimo en homenaje al encarcelado Nasser Zefzafi, líder del movimiento social Hirak que se fue configurando durante las protestas sociales que se desataron hace casi dos años en esta deprimida región del norte de Marruecos. En una terraza del barrio de Lavapiés, ambos jóvenes apuran un café con leche mientras relatan su particular odisea, ahora que su solicitud de asilo ha sido admitida a trámite en España.
Nasser también pasó por la cárcel, pero no durante las revueltas populares del Rif, sino cuando la llamada Primavera Árabe de 2011 llegó a Marruecos. “La Policía tiene listas de activistas o de gente que se manifiesta. No te detienen en el momento. Se esperan a que vayas a casa y te arrestan de madrugada. Rompen la puerta, asustan y pegan a tu familia y te llevan a comisaría. A veces hacen redadas en los cafés”, apunta Nasser, que también decidió salir a las calles durante los meses de mayor efervescencia de una protestas duramente reprimidas por el régimen alauí.
"En Alhucemas no hay nada con lo que sacar adelante a tu familia, no hay fábricas. Por eso protestábamos”
Exilio, cárcel o silencio son las únicas opciones para la población que ha protagonizado las mayores manifestaciones de todo el reinado de Mohamed VI. La mecha prendió en octubre del 2016, cuando un joven vendedor de pescado llamado Mohcen Fikri murió aplastado por un camión de la basura al intentar recuperar el pescado que la Policía le había confiscado. Fue la gota que colmó el vaso de una población “excluida, marginada por el Gobienro, sin trabajo, sin hospitales públicos, sin universidades, sin inversiones del Estado. En Alhucemas no hay nada con lo que sacar adelante a tu familia, no hay fábricas... Por eso nos manifestábamos”, puntualiza Nasser, que se ganaba la vida como pescador, aunque lo más común para subsistir en esta región pasa por el cultivo de cannabis o el contrabando con Ceuta y Melilla.
Ahora están a salvo de la cárcel, al menos hasta que España decida si les conceden asilo o pretección internacional, pero no tienen nada aquí. “Dormimos en un albergue y sólo podemos ir a partir de las 21.00 horas. A las 7.00 de la mañana te tienes que ir. Estamos en la calle todo el día, casi no tenemos ni para comer ni para llamar por teléfono a nuestras familias”, explican. Intentarán buscar trabajo mientras avanza su proceso, aunque todavía desconocen el idioma y eso lo hace aún más difícil, lamentan.
Más de 400 activistas encarcelados
La huida de Marruecos de estos rifeños fue de madrugada. La planearon junto a otros 12 jóvenes que también temían detenciones, torturas o largas condenas como las que se conocieron hace apenas dos semanas. Más de 50 activistas sumaban más de 300 años de cárcel. Los considerados líderes de las protestas fueron sentenciados a 20 años, acusados de delitos de atentado contra la seguridad interna del Estado, rebelión o participación en protestas ilegales. “El régimen dice que somos separatistas, pero no protestábamos por la independencia, sino por un hospital oncológico”, subraya Nasser.
“En el Rif puedes ir a la cárcel por un ‘me gusta’ en Facebook"
Los presos del Hirak se cuentan por centenares. Hay más de 400 en cárceles alejadas del Rif, muchos de ellos, menores de edad; también periodistas que narraron las protestas; y la población teme nuevos arrestos ahora, cuando se vuelven a producir manifestaciones en varias ciudades en repulsa a las condenas. “En el Rif puedes ir a la cárcel por marcar con un ‘me gusta’ en Facebook la convocatoria de una manifestación o por salir en una foto con activistas del Hirak”, remarca Nasser, que precisa que en otras ciudades parecen ser más permisivos con las protestas. "Pedimos a la gente que se manifiesta contra las condenas en Rabat, Casablanca o Marrakech que lo haga en Alhucemas", dice el joven, indignado ante la concienzuda represión de Mohamed VI.
"Alhucemas se ha llenado de militares, es un estado policial. Arrestaron a más de 60 conocidos míos y algunos siguen en la cárcel un año después. En la cárcel o en las comisaría hay torturas y agresiones sexuales, violan a los detenidos, los humillan. También están deteniendo a mujeres, que han sido muy activas en el movimiento. A veces lo hacen para obtener información y otras sólo para asustarte y que no vayas a más manifestaciones. Te amenazan”, relata Ayub.
De Alhucemas a Motril
Para evitar todo lo relatado, compraron un par de motores y aprovecharon una barca de madera para poner rumbo a España. Prefirieron hacerlo por su cuenta, aunque afirman que muchos otros han recurrido a las mafias para escapar de la persecución y cruzar a Europa.
Los 14 jóvenes salieron de la playa de Alhucemas el pasado mayo y, después de más de 20 horas en el mar, llegaron a la costa de Motril. “Fue muy cansado, el motor se calentaba, se paraba cada poco tiempo y sólo teníamos una brújula para orientarnos. Pasamos miedo pero nos aterrorizan mucho más las torturas del régimen de Marruecos”, coinciden los dos rifeños, que esbozan una sonrisa mientras muestran los vídeos de la travesía en su teléfono móvil.
No tardaron mucho en ser localizados por varios agentes de la Guardia Civil, que les persiguieron por un pequeño bosque de Motril cercano a la playa donde bajaron de la patera, recuerdan. Afirman que tres de ellos lograron escapar y no han vuelto a tener noticias suyas. "Estábamos tan cansados que no podíamos ni correr. Nos cogieron y nos llevaron a comisaría. Estuvimos tres días en un calabozo, pasamos frío y hambre”, recuerda Nasser. Cuatro de ellos llevaban documentación, pudieron ser identificados y devueltos a Marruecos en menos de 72 horas. Los siete restantes fueron trasladados al Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Aluche, en Madrid. “Queríamos pedir asilo, pero no entendíamos nada de lo que decían los policías, no teníamos abogados y teníamos miedo de hablar con la Policía por si se enteraban en Marruecos de algo”, explica.
Huelga de hambre en el CIE
Allí pasaron alrededor unos 15 días, pero no salieron los siete. Dos de ellos fueron deportados a Marruecos a pesar de haber solicitado asilo y de haber protagonizado una huelga de hambre desde el pasado 9 de junio hasta que se les expulsó el pasado 20.
"Se negaban a irse, tenían mucho miedo de que, al llegar, los detuvieran y los metieran en la cárcel. Tienen auténtico pánico a las prisiones marroquíes. Al final, parece que han pasado por inmigrantes ilegales deportados y que están en sus casas, pero no sabemos mucho más de ellos”, asegura Yoursa, una joven estudiante madrileña de padres rifeños que forma parte del Comité de Madrid de Apoyo al Hirak y que visitó a los jóvenes cuando estaban en el CIE.
Yoursa prefiere no dar su apellido. “Tenemos miedo, tanto los rifeños de aquí como los que están allí. No sabemos si, cuando vayamos de visita, nuestros nombres estarán en una lista. Hay un ciudadano belga que ha sido detenido allí por apoyar las protestas”, destaca. Yoursa y otras compañeras y compañeros del movimiento Hirak en Madrid son hijos de la diáspora que emigró de esta región en los años 50, de la generación que vivió la descolonización española y francesa, la represión de Hassan II por revueltas similares y que ahora envía remesas desde el extranjero a sus familiares en Alhucemas y alrededores.
El Ministerio del Interior sólo ha concedido un estatuto de refugiado a un activista del Hirak
Son pocos, unos 50, explica la joven, pero suficientes para dar apoyo físico y moral a personas como Ayub o Nasser y para intentar recabar apoyos de partidos políticos y organizaciones sociales en España que condenen la represión de las protestas. La joven explica que les llevaron ropa y comida al CIE, han buscado un abogado de oficio y han logrado pedir asilo por persecución política. “No sabemos por qué a cinco chicos se lo han admitido a trámite y a otros dos no. Nos parece injusto y es peligroso para ellos estar en Marruecos”, relata la joven, que no conocía de nada a los exiliados, pero se encargó de buscarles un lugar donde dormir cuando salieron del CIE.
"Nos enteramos de que estaban aquí por casualidad, porque ellos se negaban a hablar en árabe en el CIE y pidieron un traductor del rifeño (dialecto bereber). Así nos enteramos de que estaban en un CIE cuando realmente son perseguidos por razones políticas”, critica.
El pasado año, España admitió 530 solicitudes de asilo de ciudadanos marroquíes. No se puede saber con exactitud cuántas fueron de ciudadanos rifeños, aunque por el momento, el Ministerio del Interior sólo ha concedido un estatuto de refugiado a un activista del Hirak. Fue el pasado viernes y lo recibió un joven que también huyó en patera a Ceuta, después de que las Fuerzas de Seguridad marroquíes le instasen a personarse en dependencias policiales como uno de los cabecillas de las protestas.
Ayub, Nasser y los otros tres rifeños que salieron del CIE de Aluche tienen por delante una larga espera. Las solicitudes admitidas deben tener una resolución antes de seis meses, pero en realidad suelen retrasarse incluso más de un año y medio. “Sólo esperamos que no nos manden de vuelta a Marruecos, aunque si lo hacen volveremos a manifestarnos y volveremos a intentar escapar. Allí no se puede vivir dignamente", dice Ayub.
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