Barcelona
Actualizado:Catalunya acumula un año de sequía, con unas lluvias marcadamente inferiores a la media en buena parte de su territorio, con las excepciones puntuales como el área más occidental del Pirineo o las Terres de l'Ebre. La situación se ha acentuado en los últimos meses, en los que octubre, diciembre y enero han sido claramente más secos de lo habitual, con noviembre como el único mes en el que las precipitaciones fueron importantes de forma más o menos generalizada.
La falta de lluvias ha provocado que los embalses se hayan ido vaciando y ahora mismo los de las cuencas internas están al 56% de su capacidad, casi 30 puntos menos que hace un año y 20 puntos por debajo de la media de la última década. Fuentes de la Agència Catalana de l'Aigua (ACA) afirman que la situación es "preocupante" y que es necesario trasladar el mensaje "que debemos ahorrar agua", si bien añaden que el escenario de restricciones en el uso, sobre todo el doméstico, está lejos. La sequía no es ni mucho menos un fenómeno excepcional en Catalunya ni en el conjunto de la cuenca Mediterránea, pero su intensidad y las situaciones de déficit hídrico probablemente aumentarán en el futuro, como consecuencia del cambio climático, apunta Maria del Carmen Llasat, catedrática de Física de la Atmósfera del Departamento de Física Aplicada de la Universitat de Barcelona (UB).
Ahora mismo, la única zona en alerta por sequía son 22 municipios del Alt Empordà (Girona), que dependen del acuífero Fluvià Muga. El embalse de Darnius-Boadella está sólo al 40,9% de su capacidad, cuando un año atrás estaba casi al 80%. Es decir, tiene la mitad de agua. Aunque la ACA asegura que el uso doméstico en la zona está garantizado durante un año, la declaración de alerta -vigente desde octubre- ha comportado la aplicación de una serie de restricciones para determinados usos urbanos -como limitaciones en el riego de jardines y zonas verdes o en el llenado de piscinas-, así como en el riego agrícola o en usos ganaderos o industriales.
Asimismo, las fuentes de la ACA avisan a Público de que "si no llueve nada, durante las próximas semanas podría ser que también entrara en alerta por sequía la zona del Ter-Llobregat". En esta área, donde se concentra la mayor parte de la población catalana, ya hay algunas zonas en prealerta, básicamente las comarcas del Ripollès, la Garrotxa, el Pla de l'Estany, parte del Alt Empordà y el Gironès, el interior de la Selva y, parcialmente, el Berguedà, el Bages, Osona y el Vallès Oriental. Los embalses del Ter-Llobregat están al 57,9% de su nivel máximo, cerca de 30 puntos por debajo del volumen de agua que tenían en febrero de 2021. En este ámbito todos los usos están garantizados para los próximos 10 meses, si bien si se llega a activar la declaración de alerta se aplicarían una serie de restricciones para ralentizar el descenso de los embalses.
En cuanto a la cuenca del Ebro, el pantano de Rialb está apenas al 42,3% de su capacidad y el de Oliana al 55,5%. Con este nivel no peligra el inicio de la campaña de riego en los canales de Urgell y Segarra-Garrigues, pero la situación podría complicarse en verano si durante la primavera las lluvias no se sitúan en los volúmenes habituales.
Menor dependencia de la lluvia
A corto plazo la previsión de lluvia no invita al optimismo -el Servei Meteorològic de Catalunya estima que durante las próximas semanas difícilmente habrá precipitaciones significativas-, pero la clave para evitar un escenario de grandes restricciones y, sobre todo, que no impacten en el uso doméstico del agua hay que buscarla en las medidas que se pusieron en marcha a raíz de la sequía de los años 2007-2008 -en marzo de 2008, los embalses del sistema Ter-Llobregat estaban apenas al 20% de su capacidad-.
En este sentido, desde la ACA subrayan que "el escenario ha cambiado y ahora no somos tan dependientes como entonces de la lluvia, porque hemos mejorado la regeneración, ahora tenemos las desalinizadoras -las de El Prat y Blanes, que entonces no existían y están trabajando al 85% de su capacidad, cuando en una situación de normalidad lo hacen al 10%-, hemos recuperado cientos de pozos y hemos hecho inversiones para mejorar la red de abastecimiento de los municipios y reducir la pérdida de agua".
"El escenario ha cambiado y ahora no somos tan dependientes como entonces de la lluvia"
A pesar de recalcar que en Catalunya "ya tenemos consumos muy eficientes de agua" -en gran parte debido a la toma de conciencia ciudadana por la sequía de hace 15 años-, las voces de la ACA consultadas ponen énfasis en que "tenemos que trasladar el mensaje de que debemos ahorrar agua, porque en Catalunya tenemos muy poca". Entre otras medidas, recomiendan "hacer duchas cortas y poner lavadoras llenas", más allá de asegurar que se vigilan los "grandes consumos" y que, sobre todo, ahora mismo "trabajamos con seis, siete u ocho meses de antelación", lo que permite realizar una gestión "muy preventiva" del recurso para evitar grandes restricciones. Además, ahora mismo también se cuenta con un plan especial de la sequía, que facilita la adopción de medidas para paliar la falta de agua.
Mayor déficit hídrico
Maria del Carmen Llasat subraya que la "pluviosidad en Catalunya es muy variable y que episodios muy graves de sequía los hemos tenido en el pasado y seguiremos teniéndolos en el futuro, con independencia del cambio climático antropogénico. Ahora bien, lo que aporta este cambio climático es un aumento de las situaciones de déficit hídrico y de las rachas de días consecutivos sin llover". Ahora mismo ya encontramos cómo buena parte de Catalunya acumula más de 30 días sin lluvia y en algunos puntos -por ejemplo, en la Garrotxa o en zonas de Tarragona- se superan los 70.
La evolución climática también apunta a otra previsión que acentuará las situaciones de déficit hídrico, como son las "lluvias más concentradas, con una distribución de lluvia más extrema, con un aumento de las lluvias torrenciales -que dificultan que el agua pueda aprovecharse- y la disminución de la lluvia de otoño, que es fundamental para las cuencas internas de Catalunya", detalla Llasat.
La catedrática de la UB plantea una serie de medidas para intentar paliar estos efectos, dejando claro que "sobre los ecosistemas no podremos hacer nada. Hay bosques que lo sufrirán y no podemos regarlos", pero insiste en "ser más conscientes del consumo de agua" y plantea intentar reducir el consumo doméstico, aunque ya sea bastante bajo; mientras que a nivel agrícola se debería "apostar por cultivos más sostenibles y con riegos más eficientes, no se pueden colocar cultivos que requieran cada vez más agua". Asimismo, aboga por profundizar en las "herramientas de predicción a largo plazo" para realizar una gestión de los recursos hídricos "a meses vista", precisamente para ir tomando medidas preventivas que, al menos, retrasen la adopción de grandes restricciones. Un planteamiento que en gran parte ya adopta la ACA.
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