Este artículo se publicó hace 4 años.
Maltrato animal'Factoría', la investigación que desenmascara la barbarie tras la industria del cerdo
El fotoperiodista Aitor Garmendia publica una investigación sobre industria porcina española. La publicación se nutre de imágenes y documentos sobre 32 centros ganaderos de Castilla y León, Aragón y Castilla-La Mancha.
Alejandro Tena
Madrid--Actualizado a
En España, el sector porcino ganadero tiene ya una población superior a los 30 millones anuales, que consolidan al Estado como el mayor productor de toda la Unión Europea y el tercero a nivel mundial, sólo por detrás de China y Estados Unidos. El Estado es también el primer exportador de carne de cerdo de todo el continente, con una facturación anual que supera los 15.000 millones, según los datos de la propia industria. El podio cerdícola se ha alcanzado, no en vano, gracias a la industrialización de un sector donde el maltrato animal está sistematizado y la transparencia brilla por su ausencia. Esta es la conclusión general de Factoría, una investigación exhaustiva dirigida por el fotoperiodista Aitor Garmendia, que ha accedido a 32 explotaciones ganaderas de Castilla y León, Aragón y Castilla-La Mancha entre 2019 y 2020.
La publicación, que ha sido realizada con ayuda de otros investigadores que han decidido permanecer en el anonimato, cuenta con la supervisión del veterinario Alfonso Senovilla, muestra cómo las leyes de bienestar animal se vulneran en cada una de las fases productivas de las granjas industriales, constatando todo tipo de irregularidades. Cerdos con dificultades en la movilidad, heridas abiertas, articulaciones con necrosis o cadáveres de lechones aplastados son algunas de las incidencias recogidas en la investigación.
En el área de gestación, el lugar de las granjas donde las cerdas son inseminadas y enjauladas durante semanas, se ha constatado cómo los animales permanecen en un espacio reducido manchado con sus propias heces. "En dos de las salas de gestación a las que hemos accedido los purines se habían desbordado y formaban charcos bajo las jaulas", explica el informe. En estas celdas –de unas dimensiones de unos dos metros de largo por sesenta de ancho– las hembras permanecen cuatro semanas, casi inmovilizadas, desde que son cubiertas. Una semana previa al parto, vuelven a ser trasladadas a estas jaulas, donde pueden permanecer más de un mes después de haber dado a luz a los lechones. Según el estudio, esta situación provoca múltiples enfermedades, que van desde las heridas en la piel a causa del roce con los barrotes, hasta problemas cardiovasculares. Tanto es así, que la tasa de mortalidad de las cerdas reproductoras que pasan por este tipo de áreas es del 9,9%, tal y como destaca la publicación.
Tras dar a luz, las cerdas pasan al denominado área de maternidad, recintos modulares provistos de una zona para la hembra y otra para los lechones, desde donde acceden a las ubres de la madre para ser amamantados. Allí pasan entre 21 y 28 días alimentando a las crías, que son destetadas de manera forzada y prematura para poder intensificar la producción. Algunas de las imágenes que acompañan el informe corroboran cómo la falta de espacio en este área pone en riesgo la salud de las recién nacidos, que son aplastados y asfixiados por el cuerpo de la madre. Los cadáveres que Garmendia retrata no son ninguna anécdota, pues la mortalidad de los lechones durante la fase de lactancia es de entre el 9% y el 15%, según los datos de la Red Nacional de Granjas Típicas (RENGRATI).
"Cuando los lechones mueren no siempre son retirados de forma inmediata. Durante nuestras incursiones a áreas de maternidad hemos visto cadáveres de cerdos tirados en los pasillos, acumulados en una esquina, en cubos de plástico, en carretillas e incluso dentro de los propios recintos, junto a animales vivos. Algunos cuerpos mostraban signos de llevar días allí o de haber sido devorados, probablemente por gatos o roedores", explica la publicación.
Es en este momento de producción cuando las normativas europeas establecen medidas de protección mínimas para las crías. Entre ellas, destaca la castración y el raboteo –amputación del rabo–. Mientras en la Unión Europea la castración quirúrgica asciende al 61% de los machos, en España el porcentaje de cerdos es tan sólo del 15%, según la investigación, que alerta de que en el 95% de los casos se hace sin anestesia, lo que incrementa el sufrimiento de los animales. Asimismo, la mutilación del rabo se realiza al 98% de las crías.
Transición a la muerte
Tras el destete, los cerdos pasan a un área de transición, donde permanecen cerca de 40 días y reciben una dieta encaminada a desarrollar todo el potencial de crecimiento del cerdo. En estas salas, se congregan numerosos animales, procedentes diferentes camadas, lo que favorece que haya disputas por "una nueva jerarquía grupal" que se resuelven con agresiones entre los mamíferos. La normativa establece que cada ejemplar de 20 kg debe disponer de una superficie mínima de 0,20 metros cuadrados, es decir, menos de cuatro folios por animal. En ese espacio tan reducido, los animales comen, orinan y defecan.
Todos estos factores repercuten negativamente en la salud de los animales, expuestos a enfermedades y patógenos como las bacterias Streptococcus suis y Haemophilus parasuis, que generan trastornos nerviosos, abatimiento, anorexia, neumonía, disnea o falta de coordinación. "Hemos encontrado cerdos que presentaban signos coincidentes: agitamiento de patas, convulsiones, temblores, delgadez, lesiones en la piel y aparente debilidad. En uno de los recintos, donde se había escrito con tiza la palabra meningitis sobre la pared, un grupo de cerdos presentaba varios de estos signos al mismo tiempo. En otro recinto, hemos encontrado cuerpos descompuestos y con apariencia de haber sido devorados por otros cerdos", explica el informe.
Cuando los lechones han alcanzado un estado de madurez física son trasladados al área de cebo, la última etapa antes del matadero. Allí permanecen una media de 140 días en unas condiciones higiénicas críticas para su salud, tal y como se constata en algunas de las imágenes que acompañan la investigación. Tanto es así, que el hacinamiento y la escasa calidad del aire desemboca en un sinfín de enfermedades. Los principales problemas de salud tienen que ver con afecciones en el sistema respiratorio, en tanto que el 71% de los ejemplares padecen algún tipo de lesión pulmonar en esta fase.
Además, la densidad poblacional favorece que se den situaciones de canibalismo y caudofagia (mordedura de cola entre diferentes cerdos). "Se han observado lesiones en las colas, algunas de ellas graves, en la gran mayoría de naves de engorde. En una de las explotaciones hemos podido constatar la presencia de canibalismo en las dos visitas realizadas. Además de restos de huesos y cuerpos putrefactos, un grupo de cerdos se encontraba devorando un cadáver en aparente estado de descomposición", denuncia la publicación.
El trabajo de campo realizado por Garmendia y su equipo ha constatado también la presencia de prolapsos rectales en cerdos que habitan en las salas de engorde. Se trata de una salida de las capas del recto a través del ano debido a la presión abdominal y al debilitamiento del esfínter. Asimismo, se han registrado en la mayoría de los centros ganaderos investigados cerdos con tumefacciones anormales, "algunas de ellas de gran tamaño", y lesiones oculares provocadas por la exposición a microrganismos, la mala ventilación, la presencia de gases tóxicos y el exceso de polvo.
¿La quimera del bienestar animal?
Los hechos constatados en este informe ponen en cuestión la utilidad que tienen las legislaciones de bienestar animal. Sobre todo porque muchas de las prácticas que se han registrado en este informe estén permitidas por el entramado legal que supuestamente fue impulsado para proteger a los animales de la violencia del sistema ganadero industrializado. El hecho de que las normativas permitan que las zonas de engorde puedan almacenar cerdos de 20 kilos en cada 0,20 metros cuadrados, es un ejemplo de cómo los estándares permiten situaciones perjudiciales para la salud de los animales. Lo mismo ocurre con las directivas europeas que permiten que procedimientos como la castración de los lechones se puedan realizar sin anestesia antes de los siete días de vida.
"Ninguno de los hechos constatados durante la investigación son ajenos a la industria o a las Administraciones públicas, que actúan en connivencia y entienden la emergente preocupación social sobre el trato que reciben los animales en granjas y mataderos. Saben que determinadas concesiones son inevitables. Así que se asumen ciertos avances que la industria instrumentaliza a su favor mediante sellos que apelan a unas supuestas condiciones de bienestar y libertad que nunca existirán", declara Garmendia en la publicación.
A todo ello, se suma la escasez de inspecciones veterinarias que se impulsan desde las instituciones. Según las cifras del Gobierno, en el año 2017 sólo se realizaron inspecciones en 11.195 centros ganaderos de un total de 364.430. "La calidad de las inspecciones es insuficiente. Su duración es muy limitada y carecen de la capacidad para detectar todas las irregularidades".
La opacidad es otro de los factores constatados por la investigación, que se ha realizado de una manera clandestina debido a la falta de información sobre lo que ocurre en el interior de mataderos y granjas industriales. La falta de transparencia del sector, según los animalistas, contribuye a que los estándares de bienenestar se incumplan de manera sistemática en los centros de producción. En ese sentido, el 94% la población europea reconoce que es importante proteger la vida de los animales en las granjas y el 64% reclama más información sobre las condiciones en las que se crían y se sacrifican animales, según el Eurobarómetro.
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