madrid
Las evidencias de la crisis climática son cada vez más visibles. Las aguas del Ártico se están volviendo cada vez más accesibles como consecuencia del deshielo acelerado y el número de viajes de buques de carga y barcos pesqueros se ha duplicado en los últimos cinco años durante los meses de invierno. Según la recopilación de datos realizada por la Universidad de Nord en Noruega, los trayectos contabilizados entre los meses de diciembre y febrero han pasado de 214 en el año 2016 a 462 en 2020. Mientras la comunidad científica advierte de los impactos globales que tiene y tendrá la pérdida de masa polar, el comercio internacional aprovecha las nuevas rutas comerciales que se abren para ahorrar distancias en el transporte de mercancías o de recursos fósiles como el petróleo, en tanto que los buques de crudo también se han multiplicado por dos durante los meses de mayor frío, pasando de 72 viajes en 2016 a 159 en 2020.
Según los datos de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) de EEUU, la mayor extensión de hielo del Ártico en el invierno de 2020 estuvo un 3,9% por debajo del promedio histórico. Así, el territorio congelado se sitúo en los 15,05 millones de kilómetros cuadrados, frente a los 15,64 millones de kilómetros cuadrados del histórico 1980-2010. Unos datos que están permitiendo que muchas de las rutas comerciales y pesqueras que tradicionalmente se realizaban durante los meses de primavera y verano se emprendan en el periodo más gélido del año.
Los datos de la Universidad de Nord revelan además, que el número de viajes del invierno de 2020, lejos de ser una anomalía, se enmarcan en una tendencia al alza. Por ejemplo, en el mes de enero pasó de 58 trayectos por el hielo derretido en 2016, a 65 en 2017, 93 en 2018, 140 en 2019 y 157 en 2020. Aunque en 2021 todavía no hay datos consolidados, empiezan a darse algunas evidencias de que el ecosistema ártico está acelerando su cambio. Tanto que el pasado mes de febrero un buque ruso con cargamento de gas licuado cruzó por primera vez en ese mes la ruta nordeste que une Sabetta (Rusia) con Jiangsu (China) a través del mar siberiano y el estrecho de Bering.
Nuevas zonas de pesca y búsqueda de hidrocarburos
Ricardo Aguilar, coordinador de expediciones de la organización internacional Oceana para la conservación de los mares, explica que en la actualidad "hay un gran interés por parte de Rusia de abrir rutas hacia el norte". El problema es que la intensificación de los viajes terminan convirtiéndose en un círculo vicioso en el que "a mayor número de buques, más se incrementa el deshielo y se calientan las aguas y, a su vez, más barcos pueden circular por la zona". Para los cargueros, los nuevos trayectos permiten ahorrar tiempo, pero también abaratar los costes del viaje, en tanto que se reduce el número de combustible utilizado, así como el pago de tasas por el uso de canales como el de Suez o el de Panamá.
Pero no todo es comercio, también se abren nuevos espacios para la pesca: "Hay un gran número de barcos interesados en animales que antes estaban inaccesibles bajo el hielo o que por la subida de temperaturas se han desplazado hasta estas zonas". "Especies como el bacalao negro han modificado su zona y, por el cambio climático, se han movido más hacia el norte. Esto favorece que los pesqueros traten de faenar en el Ártico", comenta Pilar Marcos, bióloga marina de Greenpeace. Sin embargo, este es uno de los sectores que "más conciencia" está teniendo ya que se han conseguido algunos acuerdos para frenar la actividad. En 2018 las diez potencias con territorio en el continente gélido firmaron un acuerdo para frenar y restringir la pesca en las aguas árticas.
Si bien la actividad pesquera se ha contenido, bajo el manto de nieve no sólo se esconden peces. El calentamiento del planeta está descubriendo nuevos yacimientos de recursos fósiles –petróleo y gas– que los países con soberanía sobre el territorio Ártico no están queriendo desaprovechar. Rusia, sin lugar a dudas, es el mejor ejemplo de cómo la crisis climática puede ser provechosa desde el punto de vista económico para algunas naciones, pues está otorgando concesiones para la exploración y explotación de nuevos yacimientos de gas y petróleo.
Así, desde 2017, la compañía rusa Novatek opera junto con la empresa gala Total en la península ártica de Yamal, donde sacan un rendimiento de 16,5 millones de toneladas métricas de gas natural licuado (GNL). Gazprom, por su parte, tiene la concesión de dos poderosos yacimientos en Dinkon y Nyarmeiski que suman una reserva total de 500 millones de metros cúbicos de gas. También Noruega ha visto sus intereses vinculados a la explotación comercial del Polo Norte y, desde 2016, ha aprobado explotaciones de hidrocarburos, principalmente de yacimientos de petróleo, en su territorio en el Mar de Barents. El país europeo ha exprimido el 48% de los recursos de esta plataforma continental y, pese a haber firmado el Acuerdo de París, parece que no frenará su actividad hasta extraer todos los recursos fósiles que pueda.
Estas actividades se sustentan de manera recíproca en el deshielo del continente helado, que no sólo les permite perforar nuevos recursos en el fondo marino, sino transportar los recursos extraídos con una mayor facilidad. El caso de Novatek y Total, los barcos consiguen transportar cargamentos de GNL hasta el puerto de Sabetta durante los 365 días del año y sin la necesidad de usar buques rompehielos, tal y como explican las compañías en la web del proyecto.
Nueva amenaza para las especies marinas
Sea por el transporte de petróleo y de bienes materiales o por el desarrollo de nuevas rutas pesqueras, la explotación humana del Ártico está teniendo unas consecuencias notables en el ecosistema. Aguilar señala directamente al impacto que tiene el combustible de los buques en las aguas: "El fuel marino es seguramente el combustible más sucio que hay, porque no está refinado y genera una ingente cantidad de sedimentos que se van depositando en el mar. Esas manchas negras se van comiendo poco a poco el hielo".
"El ruido de los buques tiene consecuencias importantes en especies como los cetáceos, que necesitan del silencio marino para ecolocalizar a sus presas", agrega la bióloga de Greenpeace. Un estudio reciente de la Universidad de California detalla cómo la contaminación acústica y la destrucción de plataformas de hielo tiene consecuencias negativas para las poblaciones de focas, que ven mermada sus capacidades reproductivas y de cría. Esta misma publicación señala a los mamíferos marinos como los más vulnerables del incremento de tráfico en las regiones árticas, ya que se trata de animales con mayor dificultad para responder y adaptarse a los cambios en el entorno.
A todo ello, se suma una consecuencia relacionada con la falta de seguridad del entorno. Las características de los viajes, transitando mares congelados, puede dar pie a accidentes y vertidos descontrolados por la colisión con algún bloque de hielo. Las posibilidades de reaccionar ante una catástrofe de este tipo son limitadas, sea para efectuar labores de rescate o para limpiar las aguas de fugas de petróleo y combustible, tal y como denuncian desde Greenpeace.
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