Este artículo se publicó hace 4 años.
El coronavirus no evitará que los montes sigan ardiendo
Ecologistas y expertos hablan sobre la situación de los montes de España y sobre si el coronavirus podrá ser determinante para tener un verano marcado o no por el fuego.
Alejandro Tena
Madrid-
El verano llegó y, pese a la pandemia, hay cosas que parecen no cambiar. La temporada de incendios se abre con la llegada del calor y las organizaciones conservacionistas recuerdan las trágicas cifras de 2019, un año que estuvo marcado por el fuego y el humo en prácticamente todos los rincones del planeta. Tanto es así, que el Fondo Mundial para la Naturaleza contabiliza en un reciente informe que se quemaron en todo el mundo alrededor de 5,5 millones de hectáreas, lo que a su vez supuso la liberación de 182 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera.
España, por su vulnerabilidad ante el cambio climático y por la situación de los bosques, fue uno de los lugares más perjudicado por el fuego. Tanto es así, que ardieron en todo el Estado 83.962 hectáreas de superficie, según las cifras del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, que ubican 2019 como el sexto año con más superficie dañada por el fuego de la última década. Pero, ¿cómo será el verano que se abre?
2020 es un año diferente por los meses de confinamiento y pandemia. Tanto es así, que los avances provisionales del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca ponen de manifiesto un descenso de los focos, sin embargo, esto no se debe tanto al confinamiento como a las propias características ambientales que han dominado durante la primera etapa del año. Y es que, tal y como apunta Mónica Parrilla de Diego, ingeniera técnica forestal y miembro de Greenpeace, los datos históricos muestran que los montes no experimentan el porcentaje más bajo de incendios. Sin ir más lejos, 2013, 2016 o 2018 son algunos ejemplos que acreditan que desmienten cualquier relación directa entre la emergencia del coronavirus y un descenso del fuego.
Según el Fondo Mundial para la Naturaleza, en la última década el número de siniestros provocados por el fuego ha descendido en España un 36% durante la última década. Sin embargo, "la proporción de grandes incendios de más de 500 hectáreas crece". Aunque suponen un 0,18%, es decir, predominan los pequeños incendios, son los culpables de que arda el 40% del total de la superficie afectada en el Estado.
"La incertidumbre es lo que predomina", argumenta Parrilla. Las características meteorológicas de este año dan algo de esperanza a la experta, que señala cómo la lluvia que ha predominado en 2020 puede ser un factor fundamental que permita que la masa boscosa esté lo suficientemente húmeda para evitar que el bosque peninsular se convierta en un polvorín. "Sin embargo, también se han sucedido muchos meses de calor", agrega. Tanto es así, que los datos de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) muestran que los cinco primeros de 2020 han sido los más cálidos desde que existen registros. Además, las previsiones hablan de un verano marcado por unas temperaturas más altas que la media en la mitad sur de la península y el archipiélago canario, que ya vivió el año pasado uno de los peores incendios de su historia.
Pablo González, presidente de la Asociación de Trabajadores de las Brigadas de Refuerzo en Incendios Forestales (ATBRIF) pertenecientes al Ministerio de Transición Ecológica, señala que el índice de lluvias es positivo, pero que existen otros factores de riesgo que son determinantes como la "intencionalidad o la csusalidad" del fuego. Tanto, que la mayoría de incendios son provocados intencionadamente o propiciados por negligencias, lo que aumenta esa incertidumbre a la hora de predecir si el verano va a estar marcado por el fuego o no.
González, que ejerce como bombero forestal en la base de Tabuyo del Monte (León) desde hace 18 años, explica que el coronavirus puede haber tenido unos efectos positivos en los primeros meses, ya que al estar confinados los incendios provocados por el ser humano tienden a descender. Sin embargo, la realidad de la pandemia ha propiciado que algunas de las tareas de prevención que se realizan en invierno y primavera se hayan dejado de hacer, ya que "sólo cinco bases de diez" (las del noroeste de la península) han estado operativas durante los meses más duros de la emergencia del coronavirus. "El resto estuvimos en casa hasta mayo, cuando empezamos a trabajar en turnos para evitar los contagios en las brigadas", expone.
De fondo, existe una problemática de largo recorrido que tiene que ver con la forma en la que se articula el territorio español. Así lo entienden desde el Fondo Mundial para la Naturaleza, que señalan cómo la poca actividad de los entornos rurales juegan a favor de que la naturaleza crezca en el monte. "Ese éxodo rural ha hecho que cuando ocurre un incendio, todo el mosaico de discontinuidades que había antes por aprovechamiento ganadero, la agricultura o la recogida de leña deje de existir", añade González.
"Da igual que tengas muchos aviones, muchos dotaciones para trabajar en verano en el monte. Si tenemos los montes con tanta carga de combustible las probabilidades de que todo arda serán mayores", indica Parrilla, en referencia a cómo la despoblación y la falta de actividad en el campo pueden convertirse indirectamente en un factor de riesgo.
El presidente de ATBRIF pone el foco también en la escasez de recursos: "Todo lo que dejes en prevención de hacer puede determinar cómo se desarrolla un incendio o no. El problema es que las labores preventivas son inabarcables con el personal que tenemos". Se dispone así un cóctel de elementos diversos que trascienden a los meses de confinamiento y que son mucho más determinantes para entender lo que pueda ocurrir o no durante el verano que se abre.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.