Este artículo se publicó hace 4 años.
El segundo borrador de Glasgow introduce compromisos "de mínimos" para acabar con los combustibles fósiles
Los Gobiernos introducen finalmente la necesidad de frenar la financiación al carbón, el gas y el petróleo, tras un primer documento publicado el lunes en el que no se hacía ninguna referencia a la necesidad de eliminar las energías sucias. El texto, sin embargo, apenas avanza en términos de justicia climática al no haber acuerdos relacionados con la financiación de los países más vulnerables ante la crisis climática.
Alejandro Tena
Madrid--Actualizado a
Prosiguen las negociaciones en Glasgow y las buenas noticias no terminan de llegar. El segundo borrador de la Cumbre del Clima no deja buen sabor de boca, aunque mejora los compromisos del primer proyecto de acuerdo anunciado en la madrugada del lunes. Por primera vez se incluye en un apartado del texto un llamamiento a los países a dejar de financiar el carbón y los combustibles fósiles.
Pese al rechazo y el bloque férreo de países como Australia o Arabia Saudí, finalmente se ha incluido una mención mínima a las energías sucias, después de que los observadores internacionales criticasen el texto del primer borrador por no aludir a esta cuestión. No obstante, esto es sólo un borrador y la alusión a este problema es de tan sólo una línea por lo que no está asegurado que en el documento final que ratifiquen las Parte se mantenga.
La alusión a los combustibles fósiles es breve y ambigua: "Esperemos que se fortalezca en el acuerdo final"
En cualquier caso, es la primera vez que se incluye una mención tan explícita a los combustibles fósiles, causa principal del calentamiento del planeta. Ni siquiera el texto del Acuerdo de París hacía referencia a ello, por lo que es un avance sustancial. Los observadores que siguen las negociaciones, por su parte, reconocen que es algo positivo, pero consideran que el texto, tal cual está, es un acuerdo que "de mínimos" que "no cumple" con las indicaciones científicas. "Se añade una mención para la desaparición del carbón y los subsidios fósiles, pero de una forma demasiado genérica como para ser efectiva. Esperamos que esta mención se mantenga, fortalezca y amplié a la necesaria desaparición de todos los combustibles fósiles en las próximas décadas", valora Javier Andaluz, observador de Ecologistas en Acción.
La financiación a los combustibles fósiles en 2020 fue de 350.000 millones de dólares, según los datos de la OCDE, la Agencia Internacional de Energía y el Fondo Monetario Internacional. Una cantidad que supera con creces los 100.000millones destinados a energías renovables en todo el mundo. En ese sentido, que el borrador ponga sobre la mesa la necesidad de impedir el respaldo financiero a las energías sucias es una acción que va contra la propia tendencia internacional y que podría, de salir finalmente adelante, impulsar una transición energética a escala global. Para ello, sin embargo, se requieren fondos que permitan a los países menos desarrollado adaptar sus economías. Es ahí donde empieza a fallar el documento publicado esta madrugada.
Sin avances en los fondos de reparación y adaptación
Precisamente, el descontento en la sociedad civil no gira tanto en torno a la mención escueta al fin de la financiación de las energías sucias, sino al encallamiento de las negociaciones en materia de financiación y adaptación. Tatiana Nuño, portavoz de Greenpeace, califica de "floja" esta parte del borrador: "Se deben incluir cifras reales y un plan de ejecución para que los países más ricos apoyen con fondos a las naciones en desarrollo".
La división entre los Gobiernos del Norte Global y el Sur Global es cada vez más grande. El Fondo Verde, un mecanismo con el que los países industrializados financian la adaptación y resiliencia al cambio climático de las regiones más vulnerables, sigue tal cual llegó de la COP25 de Madrid. El compromiso de dotar esta cuenta con 100.000 millones de euros anuales está lejos y por el momento la cifra acordada por los Estados ricos es de 89 millones.
Además, la Red de Santiago –un fondo de pérdidas y daños para que los países puedan disponer de dinero para afrontar fenómenos extremos como sequías o inundaciones– sigue sin estar activado y sin financiación de los países. El nuevo borrador únicamente establece "la mayor puesta en funcionamiento" y anuncia un posible "acuerdo sobre sus funciones y el desarrollo de sus arreglos institucionales".
"El apoyo por pérdidas y daños no se puede dejar a actos de caridad al azar. Necesitamos un sistema financiero sólido y nuevas fuentes de apoyo para los países que sufren pérdidas y daños que van más allá de la ayuda humanitaria. Quedan cuatro días y hay todo por lo que jugar para asegurarnos de que Glasgow sea recordado por las razones correctas", valora Tracy Carty, portavoz de la delegación de Oxfam Intermón y miembro de la Climate Action Network, la plataforma que aglutina a más de mil organizaciones de todo el mundo.
Más ambición climática
"El apoyo por pérdidas y daños no se puede dejar a actos de caridad al azar"
Por lo que respecta a la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, el texto hace mención a la necesidad de que las Partes actualicen sus Contribuciones Determinadas Nacionales (NDC) y eleven la ambición climática lo antes posible para conseguir alinear las actuaciones de los países con los reclamos de la ciencia.
El Acuerdo de París ponía como objetivo una disminución de las emisiones radical, del 55% para 2030, para conseguir mantener el calentamiento del planeta por debajo del umbral del 1,5ºC respecto a los niveles preindustriales. Con los planes presentados por los países, en el escenario más optimista, el termómetro de la tierra subiría 1,8ºC para finales de década, según una publicación científica difundida este martes en el seno de la COP26.
El Artículo 6 no termina de ver la luz
Las Partes acudían a Glasgow con el objetivo de dar sentido al Acuerdo de París y generar herramientas que permitan a las naciones llevarlo a la práctica. Entre todos, destaca el Artículo 6, un punto del tratado firmado en la capital francesa que instaba a los Gobiernos a crear un mecanismo de cooperación para transferir derechos de emisión, es decir, impulsar un mercado de carbono internacional que sustituya el existente que fue creado en Kioto en 1997.
Las negociaciones sobre este asunto llevan estancadas al menos desde 2018 y esta cumbre no parece distinta. Esta madrugada la presidencia de la COP26 ha publicado tres documentos que hacen referencia al Artículo 6, todos ellos muy inconcretos y todavía llenos de múltiples opciones. Las naciones más afectadas por la crisis climática –el bloque de países africanos y los pequeños estados insulares– piden que esta herramienta no sea un mercado de carbono como tal sino una oportunidad para que la cooperación que permita financiar la adaptación a la crisis climática. Frente a ello, países como Brasil o India pretenden imponer un criterio más de mercado y reclaman conservar los créditos adquiridos en el Mecanismo de Desarrollo Limpio, el sistema de comercio de CO2 nacido del Protocolo de Kioto.
Junto con el encallamiento de los acuerdos sobre financiación para reparación y adaptación, la creación de los mercados de carbono es uno de los elementos que más peligro corren de no salir adelante en esta COP26, según la situación actual de las negociaciones.
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