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Clara Ramas, filósofa: "La izquierda debe decir sin miedo que va a abolir el trabajo, como Milei habla de destruir el Estado"

Retrato de la filósofa Clara Ramas San Miguel (2024)
Retrato de la filósofa Clara Ramas San Miguel (2024). José Ignacio Sánchez Domínguez

En su último libro, El tiempo perdido, la filósofa y profesora en la Universidad Complutense de Madrid (UCM) Clara Ramas San Miguel invita a reflexionar sobre la compleja relación entre la temporalidad, la vida y la política. A través de un análisis incisivo, Ramas San Miguel −que en 2019 fue elegida como diputada por Más Madrid a la Asamblea− explora cómo las estructuras sociales y económicas moldean nuestra percepción del tiempo y cómo esto abre diferentes maneras desde las cuales  aproximarnos a aquellos proyectos que echamos de menos precisamente porque nunca se pudieron llevar a cabo. El siglo XXI es el siglo de una nostalgia que se ha tornado melancolía, del recuerdo endiosado sobre una época dorada que quizá no brillaba tanto como parecía, pero con la que hubo que conformarse al haberse apagado a golpe de dictadura, cañonazo y políticas de austeridad todas las alternativas emancipadoras posibles. 

El ensayo que Ramas San Miguel acaba de publicar en Arpa es una reflexión sobre cómo hacer memoria, sobre cómo envejecer y volverse a encantar con un mundo donde la incredulidad del presente y la desesperanza en el futuro asolan nuestras sociedades; donde es más fácil imaginarse el fin de cualquier cosa antes que del capitalismo, y la sombra de la reacción política se ha posado en buena parte de las instituciones.

La pensadora trata de entender la razón de nuestro tiempo y para ello habla de youtubers, negacionistas, gurús del coaching, pero también de feminismos y de los rojipardos. En esta entrevista con Público ahonda en algunas de estas intuiciones y reflexiona sobre los retos que habrá de enfrentar la izquierda más pronto que tarde. Además, opina sobre el desmantelamiento de la universidad pública madrileña, las acampadas contra el genocidio en Gaza y algunas de las herencias del 15M.

¿Qué es ese tiempo perdido que tanto añoran los melancólicos, sobre quienes habla en el libro?

El título tiene un poco este doble sentido. En cierto modo, todos hemos perdido siempre el tiempo porque no hay un sentido unívoco o un significado que demos al transcurso del tiempo en general. Vivimos buscando precisamente esa manera de darle sentido, eso es algo general y que se hace a través de la política, del arte... En definitiva, con el tipo de relato que construimos para dar explicación a lo que somos, tanto individualmente como en términos colectivos. Lo que ocurre es que hay diferentes maneras de recuperar ese tiempo perdido. Me gustaba la idea de hacer este juego de palabras con la obra de Marcel Proust [En busca del tiempo perdido] y la situación actual, donde creo que hay una manera melancólica de mirar y aproximarnos a ese tiempo perdido que todos tenemos.

Explora la relación entre la memoria, el deseo y el presente. ¿Cómo cree que nuestro relato y entendimiento de lo que un día fue nos condiciona en la actualidad? Además, utiliza el concepto de reminiscencia proustiana y critica la fragmentación de la temporalidad posmoderna... ¿Cuáles son sus efectos en nuestra vida personal y colectiva?

Lo interesante tiene que ver con la relación entre memoria y deseo, en el sentido de que para mí lo importante de mirar al pasado no es tanto la idea de intentar recuperar lo que ya fue −o el tipo de soluciones políticas que se dieron antes−, sino lo que nunca pudo ser. Es decir, ese tiempo perdido que echas de menos precisamente porque ha sido imposible.

"Aunque nunca haya ocurrido una determinada situación, podemos echarla de menos"

Me parece importante aquí, por ejemplo, tomarnos en serio que Karl Marx definiera el comunismo como un espectro. Él dice: "Un espectro recorre Europa, es el fantasma del comunismo". El espectro es algo que no está presente del todo, pero que, aunque no lo puedas tocar con tus propias manos, genera una presencia difusa. Es interesante esta idea de que aunque nunca haya ocurrido una determinada situación, podemos echarla de menos; y, desde luego, con el capitalismo echamos muchas cosas de menos. Lo que creo que deberíamos pensar no es tanto en reproducir lo que ya fue, sino qué promesas imposibles quedaron en ese tiempo que fue y cómo las deseamos hacia el futuro.

¿Cree que miramos tanto hacia el pasado porque tenemos pocas esperanzas en el presente y en el futuro?  ¿Por qué nos asusta tanto el "ahora"?

Desde luego. Nuestras esperanzas en el futuro están canceladas y nuestra propia experiencia del presente igual por el capitalismo. Por supuesto que hemos perdido cosas y hay aspectos en los que vivimos peor que nuestros padres, pero eso tiene un nombre: se llama capitalismo neoliberal, que progresa a costa de la desposesión de nuestras propias vidas.

"No podemos ofrecer soluciones de bienestar tardo-franquista para problemas del siglo XXI"

Lo que creo es que la solución no puede ser intentar volver al capitalismo fordista del bienestar de los años 60, con soluciones de bienestar tardo-franquista para problemas del siglo XXI. El capitalismo arrasa nuestra vida, arrasa el planeta, produce cuerpos exhaustos, recursos naturales explotados, tensiones sociales... y ahí lo que yo digo es que las salidas a eso tienen que ser muchísimo más ambiciosas, que pasan por el cuestionamiento del trabajo asalariado, del modelo de acumulación o del trabajo de reproducción.

¿Qué se puede hacer para recuperar esa ilusión? ¿Cómo se formulan esas soluciones en una época de individualismo exacerbado?

Ese es uno de los motivos de que estén triunfando todas estas ideologías tan individualistas, con todos estos personajes que emergen y ganan fama en Internet. Los nuevos gurús del coaching, Llados y compañía, funcionan y apelan en principio a un deseo muy narcisista porque se supone que lo público está muy despreciado y ya nadie cree en esas formas colectivas de emancipación, no se encuentra allí el gozo. Antes quizás la militancia o las reuniones generaban un tipo de espacios en común de ocio y de actividades que hoy ya no existen.

"Habría que preguntarse por qué no podemos sentirnos libres en el capitalismo"

Para afrontarlo, evidentemente, tenemos que reconocer de alguna manera lo que ellos perciben, pero bajo las preguntas adecuadas. ¿Es posible un proyecto de vida y autoconstrucción de una persona en el capitalismo? Esa es la pregunta que hay que hacer que la gente se formule: ¿qué ofreces tú al capitalismo y qué te devuelve? Tú ofreces básicamente todo tu tiempo de vida, todas tus horas de trabajo, tus horas de ocio porque apenas se puede desligar del consumo, y ¿qué recibes a cambio? Creo que no salen las cuentas y por eso estos gurús apelan a reinos de libertad individual y abogan por encerrarte en tu habitación a hacer deporte tú solo. Habría que preguntarse por qué no podemos sentirnos libre en el capitalismo de ninguna otra manera.

Habla de recuperar esa pregunta sobre si es compatible el capitalismo con la vida, con la democracia...

Es un problema estrictamente político. Durante todo el siglo XX, hemos visto cómo cuando había un riesgo de avances populares o de conquistas democráticas sustanciales, se suspendían garantías parlamentarias o democráticas a base de golpes de Estado. Ahora mismo, el neoliberalismo actual tiene tantas dificultades para mantener su régimen de acumulación y de beneficio que es posible que la propia democracia sea algo a lo que en algún momento dado se plantee tener que renunciar. Si no, es imposible que se mantenga el nivel de tensión que impone sobre los recursos naturales y sobre los propios cuerpos que trabajan. En algún momento van a regresar medidas mucho más autoritarias que las que conocemos. Es un horizonte que en el capitalismo ha estado siempre presente y que va a volver, aunque lo haga de maneras diferentes.

¿Una de esas maneras diferentes que mencionas podría ser, por ejemplo, la sutil alianza reaccionaria entre una parte de sectores supuestamente progresistas y el conservadurismo?

Sí, me parece muy preocupante que en el propio seno de la izquierda o de los movimientos progresistas, como el feminismo y el ecologismo, también vemos claramente una corriente reaccionaria que no asume las nuevas lógicas o las nuevas discusiones que nacen en el seno de ese propio movimiento. En lugar de ampliar horizontes y plantearse alianzas, prefieren decir que su interpretación es la única válida.

"Hay una corriente reaccionaria en la izquierda que, en lugar de ampliar horizontes y plantearse alianzas, prefieren decir que su interpretación es la única válida"

Estas personas deciden que antes que pactar con estas nuevas corrientes, prefieren aliarse con fuerzas abiertamente reaccionarias y hacer un gesto, además, muy perverso que es decir que la nueva extrema derecha existe porque hay estas discrepancias en el seno de la izquierda o en el seno del feminismo, cuando desde la existencia misma del feminismo hay una reacción conservadora. Lo he visto con la cuestión trans y lo he visto con algunas versiones melancólicas y puristas de una izquierda que al final reivindica una identidad obrera masculinizada, que ya no tiene sentido y que deja fuera a muchos sujetos, que desarticula.

¿Acaso es posible esa idea de totalidad de la identidad? ¿No es un poco ficción eso de tener nuestra identidad o la identidad de la época bajo control?  En el libro mencionas a los psicoanalistas Sigmund Freud y a Julia Kristeva para explicarlo...

Se está acusando mucho al libro de que tiene un fondo lacaniano o de psicoanálisis y, en realidad, la cita más importante es una de la Biblia que dice lo siguiente: "Los zorros tienen guaridas y las aves del cielo nidos. Mas el hijo del hombre no tiene donde recostar su cabeza". Es una cita del Evangelio de Mateo, concretamente, y tiene que ver con esta idea que intento desarrollar de que, efectivamente, el ser humano no es nunca un sujeto cerrado y completo. Pero, repito, para esto no hace falta irse a Lacan, a Freud o a Kristeva, sino que si uno lee con atención la Biblia o a Aristóteles se encuentra esto: lo que nos define como animales es que tenemos lenguaje. Por definición, el lenguaje y la política nos ofrece la capacidad de configurar un espacio diferente mediante el diálogo, mediante la acción, mediante la praxis humana. Entonces, esa idea de identidad cerrada no tiene sentido.

También cuestionas la idea natural de naturaleza. Es decir, su interpretación esencialista que la contrapone a la cultura...

Claro, porque creo que todo lo que tenga que ver con lo político y con lo social no puede definirse nunca en términos naturales. Esas construcciones o esas miradas que intentan hacerlo así están cerca de un peligroso esencialismo biologicista. Al final de una especie de darwinismo social más o menos encubierto, o de pensar que se pueden explicar los comportamientos humanos apelando a instintos.

Creo que todo lo que hacemos, aunque tenga una base corporal o física está siempre escrito y leído desde la cultura, el lenguaje, la política y la praxis colectiva. Por eso creo que ningún problema político se resuelve apelando algo así como la naturaleza, porque la naturaleza para nosotros no es que no exista, pero siempre existe desde la mirada de la cultura o del lenguaje.

Miramos al pasado que vivieron nuestros padres y abuelos cuando estamos viendo que es la juventud quien ha organizado las acampadas contra el genocidio en Gaza. ¿Hay que escuchar más a las nuevas generaciones? 

Absolutamente, esto para mí es un principio esencial. Lo digo siempre el primer día de clase: mis estudiantes están para acabar conmigo, yo soy como el enemigo final en el videojuego que dura el cuatrimestre, tienen que matarme a mí. Los estudiantes o la gente más joven, por definición, lo que tienen que hacer es mirar hacia horizontes nuevos, no concibo de otra manera la labor de la enseñanza. Creo que ese es el mayor regalo, que te enseñen una pantalla nueva al final del juego cada vez que les enseñas algo.

"Mis estudiantes están para acabar conmigo"

En ese sentido, además, me alegro mucho de que la forma en que se estén politizando ahora mismo tenga que ver, por ejemplo, con el genocidio en Gaza. Quizás para nosotros fue la crisis de la universidad pública o fueron las políticas de austeridad de la Unión Europea. Ellos demuestran una mirada muy comprometida y muy amplia cuando no miran a lo mejor por un interés más cercano que les afecte directamente, sino por un genocidio que está ocurriendo a la vista de todo el mundo.

Que en parte eso lo hagan revelándose contra sus profesores y cuestionándonos yo creo que es ley de vida. Me parece un regalo que lo hagan, yo les doy todo mi apoyo. Hice lo mismo en su momento y todo ese debate es más que bienvenido. Solo puedo darles mi apoyo y desear que lo sigan haciendo.

Antes como alumna, ahora como profesora... ¿Cómo observa el panorama universitario?

La universidad está implementando un modelo de productividad inalcanzable y absurdo que da malos resultados, acompañado de una precarización de las condiciones, especialmente del profesorado y de los investigadores más jóvenes. Esto genera una salud mental pésima en los compañeros, y lo que se constata es que no tenemos tiempo para estudiar, trabajar y producir cosas de calidad. La ciencia y la reflexión necesitan tiempo libre y tiempo incluso perdido, ya que no siempre se sabe si una determinada vía dará frutos o no. Se necesita perder mucho tiempo para encontrar el experimento adecuado en un laboratorio o para hacer muchos ensayos leyendo bibliografía hasta conseguir escribir una página con sentido.

El trabajo intelectual produce frutos que todos disfrutamos, pero no puede medirse por criterios de rentabilidad y aceleración. La lógica de la competición por índices de excelencia y el "publish or perish" (publicar o perecer) es especialmente nefasta para las humanidades, pero no solo para ellas. El sistema educativo en general está orientado hacia la productividad constante, lo que provoca ansiedad y sobreexigencia en los estudiantes desde una edad muy temprana. Es necesario un cambio profundo para garantizar una ciencia sana y unas condiciones de trabajo e investigación dignas.

¿Qué opina de que Isabel Díaz Ayuso haya anunciado que limitará el derecho a la protesta en los centros? ¿Y del recorte presupuestario del 30%?

Esto demuestra dos cosas por parte de Ayuso. Primero, concibe la universidad como un centro de producción de fuerza de trabajo para el mercado laboral, y no como una sede de intercambio, discusión y conciencia cívica. Tratar de reprimir este movimiento de debate universitario me parece un ejercicio de autoritarismo. Además, hace esto para desviar el foco del principal problema: los recortes presupuestarios brutales, pidiendo a la UCM que recorte hasta un 30% de su presupuesto. La situación de las universidades públicas madrileñas es dramática. Aunque recientemente hubo un alivio temporal, están prácticamente en quiebra. Los rectores avisan que no pueden cubrir ni los gastos de salarios del personal.

"El Gobierno de Ayuso parece tener una operación premeditada para asfixiar a la universidad pública"

Frente a esto, el Gobierno de Ayuso parece tener una operación premeditada para asfixiar a la universidad pública y favorecer el auge de las universidades privadas. Hay 13 universidades privadas, el doble que las públicas. Madrid es la comunidad que más carga a las familias con los precios públicos y que menos invierte por alumno. No se pueden pedir resultados de excelencia en investigación y calidad educativa con inversiones raquíticas.

El consejero de Educación Emilio Viciana ha tenido una actuación absolutamente nefasta. No paramos de verle salidas del tiesto y meteduras de pata en todos los plenos de la Asamblea de Madrid con declaraciones racistas, negándose a condenar el genocidio de Gaza. Además, teniendo una actuación completamente ridícula, intentando impedir a que la Comunidad de Madrid aceptara los contratos de ayudante doctor que se ofrecieron desde el Gobierno central para sustituir las jubilaciones. 

La Consejería de Educación es de las más frágiles, hay cambios en el organigrama constantes. El anterior equipo, cuando estaba Ciudadanos en el Gobierno, por lo menos hizo algún intento para empezar de regularizar la situación de la deuda, pero Viciana es un incompetente. En resumen, tenemos a un irresponsable al frente.

Termina el libro con una intuición romántica: reclama estar enamorada o, más bien, el hecho de ser capaces de volver a mirar con el entusiasmo desde el que se mira cuando una cree en el amor. Pero para eso hace falta, como decía, salir de uno mismo, del ensimismamiento narcisista al que nos empuja el capital. ¿Cómo puede la izquierda volver a crear esa voz colectiva que emergió del 15M y que ahora solo escuchamos como un leve susurro?

En realidad, este libro intenta ser una reflexión o una propuesta sobre cómo podemos envejecer mejor. Es también un ensayo muy millennial, de una generación que ya va dejando poco a poco esa primera juventud. Me preocupaba ver gente relativamente joven, que ya tiene una mirada muy envejecida en el mal sentido. Es decir, en el sentido de quién da lecciones a los que vienen detrás o considera que ellos tienen la verdad de todo lo que hay, que todo lo anterior estuvo bien y todo lo de ahora está mal.

A mí esa idea de vejez o de envejecimiento no me interesa. Me interesa una manera de mirar el mundo que asuma que hay otros que vienen después de ti y que tienen algo que enseñarte, y creo que eso tiene que ver con estar enamorado y con redescubrir algo nuevo en todo lo que se presenta. Me inclino por una especie de vejez enamorada, más que una vejez que regaña, la cual veo en gente muy mayor de una cierta izquierda de la transición; pero también en gente joven que solo quiere volver al pueblo, como si fueran ellos los únicos que pueden amar o defender algunos valores. Me molesta mucho esa idea muy patrimonialista de los ideales.

 "La trampa en la que creo que puede estar cayendo la izquierdas tiene que ver con haber perdido la iniciativa. Sigue aferrada a políticas de control de daños"

Por otra parte, creo que en España estamos por lo menos sosteniendo —que ya es más de lo que puede decirse en muchos otros países europeos— una cierta salvaguarda contra la ola de nuevas derechas. Sin embargo, allí donde ya gobiernan, tienen mucha repercusión. La trampa en la que creo que puede estar cayendo la izquierda tiene que ver con haber perdido la iniciativa. Sigue aferrada a políticas muy tímidas, de contención, de control de daños. La nueva extrema derecha está tomando un carácter de vanguardia cultural para crear nuevos modelos antropológicos, nuevas lógicas políticas y la izquierda tiene que recuperar esa ambición.

Al igual que hace Javier Milei cuando sale con la motosierra diciendo que va a destruir el Estado desde dentro, la izquierda debería decir sin miedo que quiere abolir el trabajo. Como decía antes, encontrar las promesas imposibles que no se han podido realizar nunca y seguir apelando, pero, como digo, cuestionando el capitalismo desde sus cimientos.

Volvemos a la pregunta del principio, porque para pensar hace falta tiempo, ¿cree que la apuesta debe ser la conquista del tiempo libre?

Sí, todo lo que he dicho antes se podía resumir en esa frase: conquistar tiempo libre. Eso es lo que el capitalismo hace imposible tener, tiempo libre para la vida o para lo que hace que la vida merezca la pena, llámese política, arte, amor o como cada uno lo quiera llamar. La conquista del tiempo libre creo que podría ser el lema que aglutine todos nuestros afanes, así como los de la izquierda.

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