La izquierda latinoamericana se pone a prueba ante el regreso de Trump
La crisis de las deportaciones de migrantes, primer choque entre los gobiernos progresistas y el presidente de EE.UU. en una región dividida y con la ultraderecha envalentonada.

Madrid-
América Latina siempre ha mirado de reojo a Estados Unidos. El espíritu de William Walker, aquel filibustero de Tennessee que se adueñó de Nicaragua en 1856, cabalga a cada tanto en la región. La izquierda latinoamericana ha sabido en las últimas décadas revertir el curso de la historia con sonados triunfos en las urnas. Lo hizo en la primera década de este siglo con la irrupción de la denominada marea rosa y lo ha hecho también, más silenciosamente, en los últimos años. Una izquierda que hoy, con Donald Trump de nuevo en la Casa Blanca, se encuentra dividida, más debilitada ideológicamente y amenazada por el empuje creciente de la ultraderecha.
El primer choque entre la Administración estadounidense con un gobierno de izquierdas latinoamericano se produjo hace unos días a cuenta de la nueva política migratoria de la Casa Blanca. Trump ha prometido deportar a un millón de migrantes. El presidente colombiano, Gustavo Petro, rechazó la entrada de aviones militares norteamericanos con migrantes deportados por el trato “indigno” que habían recibido. Esa protesta provocó una respuesta furibunda de Trump: la amenaza de imponer un 25% de aranceles a las exportaciones colombianas y la revocación de visados a miembros del Gobierno progresista sudamericano. Petro, que había amagado con subir también los aranceles a los productos estadounidenses, aceptó finalmente la llegada de migrantes siempre y cuando los traslados se realicen en condiciones dignas, para lo cual ha dispuesto el envío de aviones colombianos a suelo estadounidense.
Colombia tenía mucho que perder con la subida de aranceles. Sólo entre enero y octubre del año pasado exportó bienes a Estados Unidos, su principal socio comercial, por valor de unos 13.000 millones de dólares, especialmente café, flores y petróleo, según datos oficiales. Y los fondos destinados a la lucha contra el narcotráfico y a la pacificación del país podrían haber quedado comprometidos. Estados Unidos también saldría perjudicado con la medida por el impacto inflacionista que produciría en su economía.
El encontronazo diplomático entre Trump y Petro, en el que no se vislumbra un ganador ni un perdedor, ha servido para despertar, siquiera levemente, a la aletargada izquierda latinoamericana. La presidenta de Honduras, la progresista Xiomara Castro, convocó una reunión extraordinaria de la Celac (la Comisión de Estados Latinoamericanos y Caribeños) en su condición de titular pro tempore del organismo regional. Petro se apuntó enseguida: “Iré personalmente a Honduras a ayudar a esta reunión de presidentes latinoamericanos”, escribió en su cuenta de la red X, en la que recordó también que su país asumirá en breve la presidencia interina de la Celac.
México confirmó que estaría presente con algún alto cargo del Gobierno de Claudia Sheinbaum. Sin embargo, la cumbre, prevista para el día 30, fue cancelada dos días antes por la propia Xiomara Castro “por falta de consenso”. En un comunicado, la mandataria hondureña lamentaba haberse encontrado, en lo que respecta a la crisis humanitaria de los migrantes, con la oposición sistemática de algunos países que “han privilegiado otros principios e intereses diferentes a los de la unidad de la región latinoamericana y caribeña como comunidad”.
La Celac surgió hace algo más de una década como alternativa a una OEA (Organización de Estados Americanos) muy desprestigiada por su excesiva dependencia de Washington. Pero tanto la Celac como Unasur (la Unión de Naciones Suramericanas) han ido perdiendo eficacia como organismos integradores en los últimos años. La cancelación de la cumbre extraordinaria es una muestra más de esa fragmentación que experimenta la región, coincidente con el advenimiento de gobiernos de ultraderecha, como los de Javier Milei en Argentina, Nayib Bukele en El Savador o Daniel Noboa en Ecuador.
Trump ya ha enviado aviones militares con migrantes a varios países latinoamericanos, entre ellos Brasil. El Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva se quejó de que los primeros 88 ciudadanos brasileños deportados llegaran esposados y en una aeronave militar sin aire acondicionado. “Se presentará una petición de explicaciones al Gobierno de Estados Unidos sobre el trato degradante a los pasajeros del vuelo”, indicó la cancillería brasileña, muy cuidadosa habitualmente en sus intercambios diplomáticos con Washington.
El país más afectado por la crisis de las deportaciones será México. Casi un tercio de los once millones de extranjeros en situación de vulnerabilidad que viven en Estados Unidos son mexicanos. Desde que Trump tomara posesión de su cargo el pasado 20 de enero, miles de migrantes viven atemorizados ante la ola represiva lanzada por el líder republicano. El Gobierno mexicano ha desplegado, a través de sus consulados en los estados fronterizos, una red de asesoría legal para prestar apoyo a los detenidos en las redadas policiales. Adelantándose a los acontecimientos, Sheinbaum dispuso un programa de asistencia (“México te abraza”) a ambos lados de la frontera, con un reforzamiento de sus sedes consulares, aplicaciones digitales de ayuda rápida y subsidios para los retornados forzosos.
La presidenta mexicana parece haberle tomado la medida a Trump. Responde con educación y pedagogía a sus ocurrencias (como la lección histórica que le impartió ante el deseo del magnate de renombrar el Golfo de México) y aplica su pragmatismo político para relativizar el impacto de las medidas del vecino del norte que puedan afectarle: “Lo importante es actuar siempre con la cabeza fría -dijo Sheinbaum en una reciente comparecencia- defendiendo la soberanía de cada país y el respeto entre las naciones y los pueblos”.
Aranceles como amenaza
La amenaza del aumento de los aranceles (un 25% por ciento en el caso de México) es el arma que ha encontrado Trump para amedrentar a todo aquel que le lleve la contraria. Sin embargo, a Estados Unidos no le conviene tensar demasiado la relación con los gobernantes latinoamericanos. Las razones no son políticas sino económicas. China está muy asentada en la región. Sus intercambios comerciales superaron los 480.000 millones de dólares en 2023. Una presencia que se ha incrementado exponencialmente desde el año 2000. Según la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), en ese año el intercambio bilateral llegó a 14.000 millones de dólares. Entre 2000 y 2023, el comercio de Latinoamérica con el resto del mundo sólo se multiplicó por cuatro, mientras que con China aumentó 35 veces en el mismo periodo. Beijing es ya el principal socio comercial de las dos grandes economías sudamericanas: Brasil y Argentina.
En todo caso, los primeros movimientos de la renovada Administración Trump con respecto al que todavía considera su patio trasero son preocupantes. La designación de Marco Rubio como secretario de Estado hace prever una línea de mano dura. Hijo de migrantes cubanos, Rubio es el primer titular del Departamento de Estado latino y un crítico acérrimo de los gobiernos de izquierdas. Este fin de semana ha iniciado una primera gira por Panamá (donde las pretensiones de Trump sobre el canal han levantado ampollas) y varios países centroamericanos, entre ellos El Salvador. Entre los planes de Washington en materia migratoria (además del anuncio de Trump de instalar un centro de detención en la base naval de Guantánamo, en el sureste de Cuba, para albergar a 30.000 indocumentados) figura un posible acuerdo con el Gobierno de Bukele para que su país reciba a migrantes de otros países deportados por Estados Unidos.
Como señala el Center for Economic and Policy Research (CERP), un think tank progresista estadounidense, el éxito de la agenda de Trump va a depender de la manera en que los gobiernos progresistas se organicen ante el nuevo horizonte político: “Con apenas una dosis de selectiva y estratégica unidad, América Latina podría demostrar cierta resiliencia. Dividida y entregada al bilateralismo asimétrico que propone Estados Unidos, la región caerá presa, como aconteció en su primer mandato, de golpes, intromisiones y desestabilizaciones”.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.