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Actualizado:Mientras en los bares y terrazas unos toman una caña, en los locales de enfrente otros ya están cenando. El cierre temprano de los restaurantes ha modificado las costumbres y ahora podemos observar cómo a partir de las nueve de la noche algunos establecimientos están repletos y no admiten más comensales, pues no les da tiempo a doblar las mesas. Algunos, incluso, han impulsado campañas para sentarse ante el mantel a las ocho.
Del mismo modo, mucha gente ha comenzado a salir antes para tomarse un vino o una cerveza, mientras que alguna opta por la comida con sobremesa dilatada. ¿Han venido estos horarios para quedarse? ¿Nos, entre comillas, europeizaremos? ¿O simplemente es un hábito temporal, obligado por las circunstancias, y volveremos a nuestra rutina nocturna tras el coronavirus?
"La pandemia nos está cambiando la vida, pero no creo que modifique los horarios de comidas y cenas", vaticina Cecilia Díaz-Méndez, catedrática del Departamento de Sociología de la Universidad de Oviedo. "Los hábitos alimentarios tienen bastante estabilidad y los horarios son muy consistentes. Tenemos uno distinto al de Europa y, según las encuestas, las actividades relacionadas con la alimentación se han modificado poquísimo", añade la socióloga, convencida de que el hábito de comer más tarde que en otros países está consolidado en España.
Juan José Blardony, director de la asociación Hostelería Madrid, considera que el sector está respondiendo a una necesidad. "Nuestra tradición cultural viene marcada por unos horarios de comidas y un estilo de vida muy fijados, por lo que será el cliente quien marque la tendencia de europeizarse o no. Nosotros, simplemente, nos adaptaremos a los cambios, como hemos hecho siempre", añade Blardony, quien deja claro que desconoce lo que pasará en el futuro. "No sabemos si estos cambios han venido para quedarse, eso nos lo dirá la propia sociedad".
La obligación de cerrar antes ha afectado a la caja de los establecimientos. Ramón Mas Espinalt, propietario del bar-restaurante D9 de Barcelona, cree que la gente tiene "ganas y necesidad de salir después de echar tanto tiempo en casa", pero habrá que ver si las crisis no hace mella en el empleo. "Cuando todo vuelva a la normalidad, veremos cuánta gente tiene trabajo y cuánto dinero podrá gastar", añade el también presidente de la Federación de Empresarios de Ocio y Espectáculos España de Noche.
Su local, asegura, ingresó en el segundo y en el tercer trimestre de este año un 84% menos respecto al mismo período de 2019, por lo que espera que la pandemia pase pronto. Entonces, augura que la gente volverá a salir tarde en comparación con otros países europeos. "Regresaremos a los horarios de siempre, como cultura mediterránea que somos. Aquí, si estamos atendiendo antes, es por necesidad imperiosa", deja claro Ramón Mas, quien lamenta que el cierre temprano de los bares y el teletrabajo sean "inviables", porque "el afterwork o el tardeo están desapareciendo". Es decir, según él muchos empleados ya no se están tomando algo tras salir del trabajo y antes de ir a casa.
Para evitarlo, la Confederación Empresarial de Hostelería de España (CEHE) ha lanzado una campaña para potenciar el tardeo y las cenas a partir de las ocho de la tarde. "Creo que la población comenzará a salir antes. Aunque es arriesgado predecirlo, no hay otra alternativa. Solo la de quedarse en casa, pero eso implicaría no ver a los amigos ni socializar", explica Emilio Gallego, secretario general de la CEHE, quien advierte una modificación de los hábitos temporales. "Sin coronavirus, recuperemos los horarios habituales. Ahora bien, con el horizonte que nos están pintando y si esta situación se dilata en el tiempo, saldremos antes para tener más tiempo para estar con los colegas".
Gallego considera que los cierres de los locales con fines preventivos no deberían producirse antes de las once o de la medianoche, de modo que los comensales dispongan de tiempo suficiente para cenar. "Una vez en la mesa, el riesgo es el mismo si estás una hora más o menos, por lo que un toque de queda a las nueve no tiene sentido. En todo caso, confiamos en que este modelo sirva para la contención de la pandemia, porque al menos un escenario de estas características permitiría la actividad continuada en el tiempo".
José Luis Casero, presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios en España (Arhoe), cree que la cuestión está mal planteada. No se trata, a su juicio, de que nos tomemos unas cañas o cenemos más temprano para disfrutar más tiempo con la pareja o con los amigos, sino de salir antes del trabajo. "Ahora bien, si un porcentaje significativo lo hace a las siete o más tarde, no puedes pretender que vaya a un restaurante a las ocho. El problema, insisto, es a la inversa: habría que reducir la hora de la comida y flexibilizar y adelantar el fin de la jornada laboral. Así podremos salir antes y tener más tiempo para las actividades lúdicas, la familia y la cena".
¿Por qué no se aplica la jornada intensiva durante todo el año", se pregunta Casero, una medida para contar con más horas libres. "Nos han vendido la moto del typical spanish, aunque hay que acabar con los tópicos. Nuestra cultura es mediterránea, pero ¿cómo afrontamos la vida? ¿Acostándonos a las tantas? Los portugueses y los italianos son nuestros primos hermanos y, sin embargo, cenan y se retiran antes", compara el presidente de Arhoe. "Los horarios tardíos no nos convierten en un pueblo más divertido, sino más cansado. Adelantar la cena sería un hábito saludable, pues facilitaría la digestión, el descanso y el sueño".
Cecilia Díaz-Méndez matiza también el concepto de europeización de los hábitos. En España, el trabajo ocupa una posición central en la organización del día, donde hay dos comidas fuertes, tanto por su contundencia como por su duración. "Nuestro almuerzo es principal, no un sándwich como el caso británico, una alimentación liviana que se complementa con la de la noche. "Si europeizarse significa cenar más temprano, tendríamos que comer de otro modo a mediodía. No obstante, esa estructura se no cambia fácilmente", deja claro la directora del grupo de investigación en Sociología de la Alimentación de la Universidad de Oviedo.
Recuerda que antes del coronavirus era muy complicado cenar en un restaurante antes de las nueve, una "peculiaridad" arrastrada por la comida, que califica de "retrasada, larga y contundente". En cuanto a las cenas en casa, sostiene que el horario estaba asociado al prime time televisivo (o viceversa), programas de máxima audiencia o películas que podían comenzar a las diez de la noche, aunque el concepto ha cambiado desde el auge de las plataformas y televisiones de pago. "No tiene sentido que algunos espacios duren varias horas y terminen de madrugada", critica Casero.
El gourmet Antonio Cancela no cree que los españoles adelanten la comida nocturna. "Ahora no queda otra opción, pero cuando la pandemia remita volveremos a las costumbres de siempre. Los españoles somos muy amigos de comer y cenar tarde, algo a lo que contribuye el buen tiempo y nuestro gusto por socializar en la calle", explica uno de los mayores coleccionistas de la Guía Michelin, quien considera que las restricciones están afectando especialmente a los restaurantes de lujo.
"Ha habido muchas anulaciones, lo que demuestra que la gente no está por la labor de cenar tan temprano. Nos gusta estar en la mesa un par de horas como mínimo, porque después de la comida vienen las copas y la conversación. Por no hablar de los menús degustación en un restaurante tres estrellas Michelin, que pueden dilatarse tres horas. Quien se gasta mucho dinero, quiere estar cómoda y tener tiempo para disfrutar, porque de lo contrario no irían. Por eso no extraña que algunos de estos establecimientos hayan cerrado temporalmente", razona Antonio Cancela.
Sin una causa de fuerza mayor, no parece que vayamos a alternar nuestras costumbres, aunque circunstancialmente esté siendo así. Adrián López, responsable del bar Picnic, intuyó sin embargo que su generación comenzaba a salir antes y hace años decidió abrir un local donde poder merendar antes de tomarse una cerveza o una copa. "Pese a que seguí pinchando en clubes, estaba cansado de la noche y vi que había que adaptarse a un cambio generacional, puesto que la gente de mi edad —en torno a los cuarenta— sale menos o lo hace más temprano", explica el DJ y diseñador gráfico, tareas que compagina con su local, cuya carta incluye tés, infusiones y tartas.
"Nuestro entorno demandaba un sitio donde estar charlando sin tener que elevar la voz sobre el bullicio de la gente o de la música", añade López, quien considera que, si bien las medidas son temporales, estamos ante un cambio de tendencia. "Ya se estaba observando, incluso en el horario de los conciertos, y esto lo acelerará". Ahora, por ejemplo, sus clientes empiezan a tomar cañas a las seis y media, para pasar a los cócteles y las copas a las ocho o nueve de la noche.
"No me importaría que nos adaptásemos a los horarios europeos, la verdad, porque así se optimizarían y se aprovecharían más las horas del día. Si la gente toma algo justo después del trabajo, puede llegar antes a su casa y descansar. Ahora bien, como sigamos saliendo tarde del curro, muchos se irán directamente a su piso, verán una serie y se meterán en la cama", concluye Adrián López, cuya fórmula —meriendas y copas— se adelantó a la de muchos hosteleros que ahora están modificando sus horarios ante el cierre temprano de sus locales por orden de las autoridades.
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