Este artículo se publicó hace 8 años.
Las Antígonas colombianas se suben a las tablas para pedir justicia
Las madres de Soacha relatan en ‘Antígona, tribunal de mujeres’ el secuestro, tortura y asesinato de sus hijos a manos del Ejército de Colombia.
-Actualizado a
MADRID.- “¿No ha juzgado Creonte digno de honores sepulcrales a uno de nuestros hermanos y al otro tiene en cambio deshonrado?”. Antígona, símbolo de la mujer rebelde que lucha contra el poderoso tirano para conseguir una sepultura digna para su hermano Polinises se ha convertido también en bandera de las madres de Soacha, mujeres que se enfrentan desde hace años al Ejército y el Estado colombianos, intentando reparar la inocencia de sus hijos desaparecidos en una batalla por recuperar sus restos y poder llorarles y por la justicia.
Ahora, algunas de estas víctimas del conflicto cuentan quiénes eran sus familiares desaparecidos en la obra Antígona, tribunal de mujeres, que han representado en Madrid apadrinadas por FIBGAR, la Fundación Internacional Baltasar Garzón (Pro Derechos Humanos y Jurisdicción Universal).
“Las mujeres somos botín de guerra en Colombia”, sentencia Luz Marina Bernal Parra, madre de uno de los miles de jóvenes secuestrados, torturados y asesinados por el Ejército Colombiano bajo el mandato de Álvaro Uribe. Es uno de los casos conocidos como falsos positivos, inocentes —algunos niños— acusados de pertenecer a la guerrilla y, como tales, abatidos. Números para abultar los resultados y cobrar el dinero que se concede por “bajas en combate”, además de otras prebendas, como medallas, ascensos, permisos…
Philip Alston, el relator especial de las Naciones Unidas sobre las ejecuciones extrajudiciales, aseguró que en Colombia el 98,5% de estas muertes han quedado impunes y que una gran cantidad de ellas se cometieron durante el mandato de Álvaro Uribe Vélez.
Además, la Fiscalía de la Corte Penal Internacional ha señalado precisamente este punto como un foco de atención principal”, explicó Baltasar Garzón en la presentación que estas mujeres hicieron en Madrid, dando voz a las víctimas y pidiendo justicia.
Amenazas y hostigamiento, además del calificativo por parte del Estado de “terroristas”, han acompañado a las madres de Soacha desde que comenzaron su lucha por conseguir justicia. “Hay que profundizar hasta determinar todas las responsabilidades —dice Garzón—. Se ha juzgado a algunos militares, pero por arriba seguimos sin saber hasta dónde llegan las responsabilidades y si los altos mandos militares y políticos van a reconocer su implicación”.
Crimen de Lesa Humanidad es lo que sentenció el magistrado en el caso de la desaparición y asesinato de Fair Leonardo Porras Bernal, hijo de Luz Marina Bernal. El joven, un hombre de 26 años que detuvo su desarrollo en los ocho años y que no sabía leer ni escribir y tenía graves deficiencias motoras, fue acusado por el Ejército de ser cabecilla de una organización guerrillera. Los militares descargaron 13 balas en su cuerpo destrozando parte de su rostro. “Fue asesinado por el Ejército Nacional de Colombia en el municipio de Ocaña (Norte de Santander), al Noreste del país. Le enterraron en una fosa común. Me han entregado la mitad de sus restos, sigo luchando porque me entreguen todo”, cuenta su madre.
Es el desgarrador relato de esta mujer, que consiguió llevar a juicio a los militares directamente responsables, condenados finalmente a más de 50 años de cárcel. El tribunal determinó que se trataba de un Crimen de Lesa Humanidad. Ahora, Luz Marina Bernal continúa luchando para que “se juzguen igual todos los demás crímenes, que hoy son más de 6.000, pero que podrían ser muchos más si salieran a la luz”.
El hijo de María Ubilerma Sanabria López, otra de las valientes madres de Soacha, tenía 16 años cuando desapareció. “Le asesinaron y lanzaron a una fosa común. Le acusaron de narcoguerrillero. Han pasado ocho años. Con unas tretas y otras, el Estado me impide el acceso a la justicia. No veo sino impunidad. Ahora, con el teatro, llevo ocho años contando lo que le pasó a mi hijo por colegios, universidades, escenarios, para que no le suceda a nadie más”. Su crónica termina en inevitable llanto: “Nunca pensamos que fuera por medio del arte que íbamos a denunciar”.
Con Tramaluna Teatro, dirigidas por Carlos Satizábal, estas mujeres han rebelado al mundo esta brutal violación de los Derechos Humanos. Lo han hecho dentro y fuera de Colombia en más de 100 representaciones, igual que antes lo hicieron otras víctimas en montajes como Pasarela —más de 65 mujeres denunciaban las agresiones a las mujeres colombianas—, Huellas —una mujer campesina violada por el terrateniente— o Mujeres en la plaza —más de 300 mujeres reclamando a sus desaparecidos—.
Son víctimas de un conflicto e involuntarias herramientas de un sistema que las ha utilizado para apoyar el 'no' en el plebiscito sobre el proceso de paz. “Han utilizado una supuesta ideología de género como arma. El procurador general Ordoñez, los grupos ultracatólicos y muchos más han llegado a decir que en ellas se veía la presencia de Satán. Es un argumento que consiguieron que calara en el imaginario popular. Es la falta de pedagogía. Hay que explicar lo que está pasando con estos crímenes de Lesa Humanidad”, dice Garzón.
“Sin el trabajo de las mujeres no habría proceso de paz en Colombia y eso se ha silenciado”, añade el director de escena Carlos Satizábal, que hace hincapié en que muchas organizaciones que luchan por los Derechos Humanos en Colombia están lideradas por mujeres. “Estas madres de Soacha se han convertido en las Antígonas colombianas. Antígona es esa mujer rebelde que no quiere que su hermano quede insepulto. La mujer convierte la ética y la estética de lo íntimo en política, política de rebeldía contra el poder”.
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