Este artículo se publicó hace 7 años.
Cumbre del Clima de BonnNo, Alemania no es tan ecologista como te habían contado
Miles de personas protestan en Bonn -donde este lunes arranca la 23 Cumbre del Clima de la ONU- contra la política energética de Merkel. Pese a sus avances en renovables, la economía más poderosa de Europa depende totalmente del carbón.
Javier Pérez de la Cruz
Berlín-
A ojos de la opinión pública internacional, Alemania es uno de los países más comprometidos con la protección del medio ambiente. El apagón nuclear anunciado en 2011, el hábito más que extendido entre sus ciudadanos de reciclar o la alabada y ambiciosa Energiewende (transición energética), son algunas de las razones para esa fama.
Las autoridades alemanas quieren que, en el año 2020, el 40% de la energía del país provenga de fuentes limpias y renovables. En la actualidad, y gracias sobre todo a la energía eólica, la cifra se sitúa alrededor del 30%, y la producción aumenta. De hecho, el pasado sábado 28 de octubre los molinos eólicos alemanes generaron una cantidad de energía récord, lo que llevó a que los productores decidieran pagar a los consumidores para sacar la electricidad extra de la red.
Hoy arranca en la ciudad alemana de Bonn la Conferencia anual de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, más conocida como COP, que en su edición número 23 retorna a territorio germano, donde se celebró por primera vez en 1995. A priori, el escenario perfecto para la cita.
Sin embargo, el sábado se manifestaron en Bonn unas 25.000 de personas contra las políticas medioambientales de la canciller Angela Merkel. Y ayer hasta 2.500 personas, según la policía, llevaron la protesta a la mina de lignito de Hambach, que está a apenas una hora en coche del lugar donde se celebra la Conferencia. ¿Por qué?
“Alemania es la campeona mundial en utilización de carbón marrón, de lignito, que es el combustible fósil más sucio de todos en cuanto a las emisiones de CO2”. Habla Anike Peters, del departamento de clima y energía de Greenpeace Alemania. “Extraer lignito no es solo malo para el clima, su combustión también afecta a la salud de las personas debido al mercurio y otras emisiones tóxicas”, añade Peters a este periódico.
La economía más poderosa de Europa depende totalmente del carbón. Según datos oficiales, el 40,3% del toda la energía eléctrica producida en 2016 vino de este combustible fósil; y hasta el 23,1%, del lignito. “La minería daña reservas de agua subterránea de regiones enteras. Reservas naturales, pueblos enteros… todo queda destruido por el negocio del lignito”, insiste la trabajadora de Greenpeace. “Durante los últimos años la canciller Angela Merkel ha sido muy buena ocultando su verdadero rostro climático. En conferencias internacionales siempre promete proteger el clima, mientras que en casa las cosas están yendo en la dirección equivocada”.
La reducción del CO2, estancada
La realidad es que, desde 2009, Alemania no ha experimentado ningún descenso significativo en sus emisiones de gases de efecto invernadero. Y según el Öko-Institut, un centro de investigaciones climáticas, en territorio germano se encuentran siete de las diez centrales energéticas más contaminantes de Europa.
Los activistas quieren aprovechar el escaparate internacional de la COP para poner el foco en “los paisajes lunares” que, según relatan, existen en las minas de lignito de Renania del Norte Westfalia. Es en este mismo Estado federado donde, precisamente, se encuentra Bonn, que entre el 6 y el 17 de noviembre se convertirá en la capital del clima, con la visita de unas 25.000 personas entre negociadores, miembros de oenegés y periodistas.
Desde el gobierno alemán, en cambio, se insiste en que el país está comprometido con las posiciones ecologistas, y subrayan el esfuerzo realizado para virar hacia opciones más limpias. En recientes declaraciones a la cadena estatal Deutsche Welle, la ministra de Medio Ambiente, Barbara Hendricks, reiteraba que Alemania se mantiene como líder mundial en la lucha contra el cambio climático, sobre todo por la contribución del país en la reducción, a nivel global, de los precios de la energía renovable.
Pero, a pesar de ello, las emisiones de dióxido de carbono (CO2) no se reducen al ritmo esperado. El mismo Ministerio de Medio Ambiente recientemente confirmaba que, de seguir con la dinámica actual, en 2020 Alemania solo podría reducir sus emisiones de CO2 entre un 31,7% y un 32,5% comparado con los niveles de 1990. Sin embargo, el objetivo oficial, todavía vigente, es de rebajarlas un 40%.
Los activistas apuntan a que los compromisos solo se podrán cumplir poniendo fin a la combustión de lignito lo más rápido posible. Pero en los despachos de Berlín se considera que esta medida sería demasiado costosa. Hace apenas unos días el periódico económico Handesblatt informaba, citando documentos internos, de que el Gobierno federal considera que los ajustes para cumplir con la reducción del 40% supondrían costes "masivos” para consumidores, empresas y gasto público.
“Un momento decisivo”
La polémica sobre las políticas medioambientales alemanas han vuelto a ganar protagonismo porque este es un momento trascendental para el futuro cercano del país. Tras las elecciones de septiembre, tres partidos, entre ellos el ecologista de los Verdes, negocian para formar una coalición de Gobierno, y el carbón es uno de los asuntos que más desacuerdos genera entre las formaciones.
“La coincidencia en el tiempo de la COP, que después de casi 25 años se vuelve a celebrar en Alemania, con las negociaciones para formar nuevo gobierno hace que la cita sea un momento decisivo”, comenta a Público Ann-Kathrin Schneider, de Friends of the Earth Alemania. “Los liberales y la mitad del partido de [la canciller Angela] Merkel dicen que no es el momento de poner fin al carbón y quieren seguir apoyando la economía de los combustibles fósiles”.
La COP23 de Bonn se va a centrar en la toma de medidas concretas para implementar el Acuerdo de París, es decir, la reducción de los gases de efecto invernadero para evitar que la temperatura global aumente más de 2 grados centígrados de media a finales de siglo. Y mientras muchos ojos estarán puestos en Estados Unidos debido a la salida de Donald Trump del pacto mundial, los activistas alemanes esperan que la cita anual de la ONU tenga consecuencias directas para el fin de la extracción de carbón de lignito en su país.
“La forma en la que Merkel presente sus propuestas para la acción doméstica durante la COP va a ser crucial y va a tener una influencia directa en las negociaciones -añade Schneider-, porque los Verdes están luchando, y la necesitan a ella y a su credibilidad internacional para decirle al otro sector dentro de su partido que hay que rechazar el carbón y que para implementar los Acuerdos de París necesitamos su eliminación gradual”.
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