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Actualizado:La convivencia en el espacio de la derecha y la extrema derecha promete ser un tira y afloja continuo durante toda la legislatura. Abrazados en ayuntamientos y comunidades autónomas por todo el país, el PP ve a Vox en horas bajas y busca el abordaje; a su vez, los de Santiago Abascal hacen lo propio para no desaparecer del foco mediático y escenifican la bronca con Génova —la última, este lunes—, pero no con el PP. La extrema derecha blinda su presencia en los gobiernos a los que los populares le abrieron la puerta.
Cuando Alberto Núñez Feijóo dejó fuera a Vox de la Mesa del Congreso en el mes de agosto lo hizo de manera decidida y deliberada: en el momento en el que el PP tomó conciencia de que no tenía posibilidades de hacerse con la Presidencia no tenía sentido cederle un puesto que podían ocupar ellos a sus socios de la extrema derecha. Es el mismo razonamiento que han hecho en Génova casi cuatro meses después en el momento de negociar con el PSOE las presidencias de las Comisiones del Congreso, un cargo que permite al diputado que lo ejerza añadir a su sueldo un complemento salarial de 1.598,13 euros al mes.
En las últimas semanas los populares han conversado y pactado con los socialistas, y con Sumar, quedarse con la presidencia de cinco de las 23 comisiones legislativas que se han puesto en marcha este lunes y con algunas más no legislativas. En total, se han quedado con cerca de una decena y Vox, pese a ser la tercera fuerza política en el Congreso, con ninguna. Según fuentes de Génova lo que pretendían los de Santiago Abascal era que negociasen juntos ese reparto. "En bloque", subrayan quejosos en el equipo del presidente del PP — el mismo bloque que votó la investidura fallida de Feijóo y con el que cuentan en el PP para oponerse a todas las leyes del Gobierno—.
Pero en Génova no estaban dispuestos a ir en bloque en este caso y Vox ha reaccionado. "Hace pocos días Feijóo ha decidido abrir una nueva etapa que consiste en firmar con PSOE y Sumar", decía este lunes el portavoz de Vox, Ignacio Garriga, durante una rueda de prensa en la sede de la extrema derecha. Garriga aseguró que Feijóo "ha decidido ir por un lado" y que es imposible una "acción coordinada" de los dos partidos porque el PP "no quiere trabajar de la mano con Vox". Así, avanzó un distanciamiento total de Génova y avisó de que buscarán ahora a los presidentes autonómicos con los que gobiernan.
Un amago de ruptura que nadie ve claro. Ni el propio Garriga, que al mismo tiempo que anunciaba que daban por finalizada la colaboración con el PP a nivel nacional reconocía también que "es difícil que haya una ruptura cuando ni siquiera el PP ha avanzado que quiera trabajar en una línea coordinada" con ellos, ni Borja Sémper, portavoz nacional del PP, que dice desconocer "a qué tipo de relaciones" se refiere Vox cuando les interpela.
Si la extrema derecha esperaba que estas declaraciones rompieran, o mínimo estiraran, las costuras del PP, no lo han conseguido. Los populares desprecian la bronca que ha buscado Vox este lunes y señalan la "crisis interna" que atraviesa y su "incapacidad" para liderar en el espacio de la derecha la ofensiva contra la amnistía. Además, defienden que Feijóo nunca aceptó formar parte de una "acción coordinada" con Vox, a pesar de la excelente sintonía con la extrema derecha que mostraron en vísperas de su investidura fallida y hasta la votación de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno.
Tienen también algunas espinas recientes clavadas en el PP. No les gustó nada el ataque directo de Javier Ortega Smith —"Son gallinas y ponen huevos, pero no los tienen", dijo sobre sobre los dirigentes populares la semana pasada—; ni que Vox colocara un stand de la formación en una de las entradas de la manifestación del PP este domingo en Madrid.
El objetivo en Génova, no lo ocultan, es achicar el espacio de Vox de cara a las próximas elecciones generales, se ven en condiciones de hacerlo en esta legislatura y no van a regalarles espacios, como los de la Mesa o las presidencias de Comisiones en el Congreso, aseguran distintas fuentes populares que coinciden en que los de Abascal "no están en disposición de romper los gobiernos". "Es lo único que tienen, si quieren romper, adelante", señalan. No lo harán, aunque la luna de miel entre Feijóo y Abascal que le dio al expresidente de la Xunta de Galicia 172 votos a favor en su investidura fallida ha terminado en el arranque de la legislatura.
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