Este artículo se publicó hace 5 años.
Visita oficialSánchez y López Obrador discrepan en el modelo de diálogo para resolver la crisis en Venezuela
Los mandatarios español y mexicano defienden el "diálogo" para resolver la crisis abierta en Venezuela pero discrepan en el modelo. Mientras el presidente español podría reconocer al opositor Juan Guaidó si Nicolás Maduro no convoca elecciones, su homólogo mexicano cree que eso "no le corresponde" y se ofrece para apoyar conversaciones "sin condiciones".
Alberto Pradilla
México Df--Actualizado a
Venezuela marca la visita de Pedro Sánchez a México. Tanto el presidente español como su homólogo venezolano, Andrés Manuel López Obrador, han coincidido en pedir diálogo entre chavismo y oposición para resolver la crisis abierta tras la autoproclamación de Juan Guaidó como presidente, apoyado por Estados Unidos y socios como Brasil, Argentina o Colombia. Ambos piden diálogo, pero ofrecen dos recetas diferentes: Sánchez participa del ultimátum lanzado por la Unión Europea, que exige que Nicolás Maduro convoque elecciones antes del domingo o reconocerá al líder opositor como presidente venezolano, mientras que López Obrador promueve un diálogo desde una posición de “no injerencia”, sin desconocer al gobierno surgido de las elecciones de mayo de 2018.
Tanto Sánchez como López Obrador han hablado de diálogo para Venezuela. Pero ha quedado claro que discrepan en el cómo. Y el punto fundamental que los separa es ese principio de “no injerencia”, que se materializa en el reconocimiento o no de Guaidó como presidente.
En términos prácticos, Sánchez ha planteado la creación de un Grupo de Contacto formado por países europeos y latinoamericanos. Esta iniciativa parte de una premisa: la convocatoria de elecciones presidenciales, tal y como se señala en el ultimátum lanzado por la Unión Europa y ya rechazado por Maduro.
Sobre el diálogo, Sánchez ha mencionado que debe realizarse entre “las dos partes”. Habrá que ver cómo casa esta renovada apuesta por reunir a chavismo y oposición un día después de calificar como “tirano” a Maduro.
El presidente mexicano, por su parte, se ha ofrecido a los dos sectores políticos enfrentados para promover unas conversaciones “sin condiciones previas”. En su opinión, su papel fundamental es buscar una solución pacífica a la disputa, “no por desconocimientos a gobiernos o reconociendo a gobiernos cuando no nos corresponde ese papel”. Nada más concluir la rueda de prensa, la secretaría de Relaciones Exteriores mexicana ha hecho pública la convocatoria de una cumbre de “países neutrales” llamada por México y Uruguay, que tendrá lugar en Montevideo el 7 de febrero. La mediación mexicana ha sido rechazada por opositores venezolanos, que tampoco aceptan la posibilidad ofrecida por Maduro para celebrar elecciones legislativas por adelantado: exigen que los comicios sean presidenciales. México ha experimentado un fuerte cambio en su política exterior desde que López Obrador llegó a la presidencia. Ha pasado de ser miembro fundador del denominado Grupo de Lima, creado para deslegitimar al chavismo en el ámbito internacional, a encabezar una vía basada en la neutralidad.
Toque a PP y Ciudadanos por su falta de apoyo
“La política exterior que tenemos cada uno de los países corresponde a nuestro acervo”, ha dicho Sánchez, que se ha esforzado en quitar importancia a las discrepancias sobre la resolución de la crisis venezolana.
“El Gobierno español no quiere quitar o poner gobiernos”, ha asegurado, para después insistir en la necesidad de “elecciones justas, limpias, transparentes” para “hacer frente a la crisis política, económica y social” que sufre Venezuela. Sobre el papel de España, ha destacado que su prioridad es “salvaguardar una posición común” en la Unión Europea. Y esto le ha servido para llevar el tema venezolano a una clave doméstica. “Si uno mira Europa, el presidente Macron, Merkel, yo, que pertenecemos tres familia distintas, nos hemos puesto de acuerdo. ¿Por qué lo que es posible en Europa no es posible en España?”, ha planteado, en alusión a PP y Ciudadanos.
La línea de Sánchez es clara: apelar a un diálogo que tiene como única salida que Maduro abandone el Gobierno y convoque elecciones. Solo un paso por detrás de la alianza de Estados Unidos con Brasil, Colombia o Argentina que no descarta ningún escenario, incluido el de la intervención militar.
Bien distinta ha sido la posición de López Obrador, que defiende la denominada “doctrina Estrada” para no reconocer a Guaidó como presidente de Venezuela.
“Como primer paso, no se pueden imponer las cosas”, ha afirmado. “Primero se tienen que sentar a dialogar. El diálogo es buen avance para el entendimiento. En lugar de hacer recomendaciones, que se auspicie la posibilidad de diálogo”, ha considerado, destacando que el “acuerdo debe desembocar en democracia”. Es decir, elecciones, pero sin mencionarlas. “Si se logra este dialogo vamos a participar, a ayudar, para que se lleve a cabo y se exploren todas las salidas a la crisis en Venezuela. Por último, ha rechazado cualquier tentación de salida violenta: “no hay peor cosa que la guerra”, ha asegurado, tras oponerse a intervenciones extranjeras, sin llegar a mencionar a Estados Unidos, con quien mantiene una tensa relación diplomática a pesar de compartir miles de kilómetros de frontera.
Según López Obrador, Venezuela ha estado sobre la mesa en la reunión bilateral pero no ha sido un “tema central”; al contrario que ha ocurrido en la rueda de prensa, donde el asunto principal ha sido la crisis abierta en el país sudamericano y los intentos para deponer a Maduro. Al margen de la crisis, Sánchez y López Obrador han abordado de cuestiones bilaterales. El presidente español es el primer mandatario extranjero que visita México después de la toma de posesión de López Obrador. Aunque llegaron al gobierno de modo distinto (Sánchez tras la moción de censura que desbancó a Mariano Rajoy y Amlo después de simbolizar el voto de castigo al corrupto sistema político) tienen elementos en común: se presentan como alternativa progresista y buscan marcar distancias respecto a los ejecutivos anteriores.
Esa caracterización “progresista” ha sido puesta en valor tanto por López Obrador como por Sánchez, quienes se han esforzado en mostrar sintonía ideológica.
Al margen de cuestiones políticas, la visita es importante para España en términos económicos. Cabe recordar que se trata del segundo inversor en México, detrás de Estados Unidos. Solo en el primer trimestre de 2018, España invirtió 2.800 millones de euros en el país norteamericano y las empresas españolas están en sectores clave como las finanzas (BBVA y Santander controlan más del 40% de los activos financieros del país), el sector energético, pendiente de un proyecto de renovación, o el turismo.
López Obrador ha dicho que las puertas de México “están abiertas” para las empresas españolas, pero ha dejado un recado a toda compañía que quiera establecerse en el país: “que en las relaciones de las empresas extranjeras haya un comportamiento ético. No queremos que las empresas extranjeras actúen violando las leyes o propiciando, aceptando, participando en actos de corrupción”.
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