Los pellets revientan la precampaña gallega y siembran en el PP el miedo al efecto Nunca Máis
La crisis del vertido del Toconao obliga a Rueda a replantear la campaña de perfil bajo que había diseñado para los comicios autonómicos del 18 de febrero.
A Coruña--Actualizado a
Voluntarios llenando las playas recogiendo residuos con utensilios domésticos mientras la Xunta niega la importancia de otro vertido tóxico; mariscadoras y pescadores indignados con la falta de ayuda de las autoridades; un presidente ausente durante semanas que se pronuncia por primera vez sobre el accidente en Madrid, y no en su tierra; flagrantes mentiras y burdas manipulaciones en los medios públicos de comunicación...
La crisis de los pellets ha reventado la estrategia de perfil bajo que había planeado el Partido Popular para la campaña de las elecciones del 18 de febrero y ha sembrado en el partido el miedo al efecto Nunca Máis.
El movimiento que dio forma organizada a la repulsa ciudadana por la lamentable gestión de la marea negra del Prestige en el otoño de 2002 y el invierno que le sucedió, puso contra las cuerdas al Gobierno de José María Aznar y acabó costándole dos años después la Xunta al PP de Manuel Fraga.
"Lo están utilizando como arma política porque tenemos elecciones", criticó el pasado viernes en una entrevista de radio el presidente de la Xunta en funciones, Alfonso Rueda.
El sucesor de Alberto Núñez Feijóo al mando del Ejecutivo gallego lleva desde el pasado 6 de enero intentando culpar al Gobierno central de una crisis que empezó hace exactamente un mes a menos de una hora por autovía de su despacho en San Caetano (Santiago), según Google Maps, y a más de 650 kilómetros de La Moncloa, siguiendo las indicaciones del mismo portal.
Puede que Rueda acabe consiguiendo instalar en la opinión pública la excusa que defiende a viento y marea, o puede que no. Pero lo único cierto es que los errores de su Administración frente a la crisis de los pellets le han regalado a la oposición un escenario idílico para enfrentar la precampaña de las autonómicas.
"Esto no es el Prestige, pero el Partido Popular sigue siendo el mismo Partido Popular del Prestige", asegura Íñigo Errejón, diputado de Sumar por Más País y estratega de la campaña del 18-F de la formación de Yolanda Díaz.
El Parlamento de Galicia tiene 75 diputados y Rueda heredó de Feijóo una cómoda mayoría absoluta de 42. Antes de que trascendiera la crisis de los pellets, la encuesta con un mayor muestreo, la de Sondaxe para La Voz de Galicia, le daba 39, sólo uno por encima de los que necesita para conservar la Xunta. La lógica indica que esos hipotéticos resultados se han ido erosionando aún más.
"La precampaña no ha hecho más que empezar y Rueda, que partía como favorito con todo a su favor, no sólo no está consiguiendo marcar la agenda, sino al contrario", asegura off the record otro de los asesores de Díaz en Galicia. "Los pellets le obligan a estar todos los días a la defensiva, incluso en los medios públicos y en los concertados", añade la misma fuente.
El PP no esconde que había planteado una campaña reposada y alejada del ruido, con Rueda vendiendo buen rollo, buena gestión y buenas intenciones. Su lema, "Tengamos Galicia en paz", apelaba al elector a posicionarse en un cómodo remanso de relax, como si las elecciones fueran un mero trámite frente al barullo previsible de una oposición multipartita y al tono grueso de la política estatal. Pero los pellets lo han cambiado todo.
Los aspirantes de la oposición que le disputan la presidencia de la Xunta, Ana Pontón (BNG) y José Ramón Gómez Besteiro (PSdeG), están teniendo acceso casi diario a los medios estatales de consumo de masas, de los que se alimenta, precisamente, el electorado de la Galicia progresista pero perezosa al que quieren movilizar, y al que pueden colocarle su argumentario con extrema facilidad.
Pontón y Besteiro intervienen a diario en dúplex y tertulias a pie de playa, se fotografían con voluntarios y cuelgan aplaudidos vídeos en sus redes reflejando con elegancia y contención la misma preocupación cívica que muestran los ciudadanos anónimos a los que las teles y radios de Madrid les ponen estos días un micro debajo de la nariz para que expresen su opinión sobre el vertido. Nadie les pregunta a quién votan, pero lo que cuentan los potenciales electorales en Instagran, en X y en TikTok no difiere mucho del relato de la oposición al PP.
"Están tirando del manual del Prestige", dice Besteiro. "No han aprendido del pasado", apunta Pontón.
Mientras tanto, quienes aparecen en esos mismos canales como portavoces de Rueda son funcionarios de rango medio y conselleiros y conselleiras en funciones, tan voluntariosos y voluntariosas como incapaces, por la evidencia de las mentiras y las contracciones del presidente en funciones de la Xunta, de bajar el volumen de la polémica. A veces, incluso, elevándolo.
Le sucedió al conselleiro de Mar, Alfonso Villares, quien el pasado miércoles batió el récord de los memes made in Galicia más virales de las últimas décadas desde que Rajoy estableció el suyo en 2002 con los "hilitos de plastilina" del Prestige.
Villares quiso restar importancia a los efectos aún ignotos de las milimétricas bolitas blancas de polímero desconocido vertidas por el Tocanao, que los voluntarios recogen en el litoral de Galicia desde hace semanas, sobre el medio ambiente y la salud humana.
"Entran por donde entran y salen por por donde salen", dijo, para estupor de su partido. Tal vez no se dio cuenta de que a los presidentes de la Xunta les pasa exactamente lo mismo.
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