Este artículo se publicó hace 4 años.
laboral14 grapas: la historia del jornalero Coulibaly, apuñalado presuntamente por su jefe
El patrón está acusado de un delito de lesiones y de otro contra los derechos de los trabajadores. Coulibaly proviene de Mali, ha solicitado asilo en España y aún no puede regresar a los tajos por las secuelas de la cuchillada que recibió en el muslo izqu
Jaén--Actualizado a
"14 grapas", dice Mahamadou Coulibaly, con aire resignado y semblante serio. Está sentado en un banco, bajo un sol de invierno que apenas calienta, en la plaza Santa Isabel de Jaén. Dos muletas descansan a su izquierda. Lleva una gorra azul de una empresa de muebles, un pantalón de pana beige y un ajado abrigo gris, que le queda pequeño, abrochado hasta el cuello.
14 grapas fueron las que le pusieron en el Hospital San Juan de la Cruz de Úbeda (Jaén) el pasado 10 de diciembre después de que su patrón, según denunció, le apuñalara presuntamente en el “interior del muslo izquierdo con un cuchillo”, según recoge el parte que el Servicio Andaluz de Salud envió al juzgado de guardia después de atenderlo. La herida que le produjo la cuchillada requirió una intervención quirúrgica. Más de un mes después aún le duele, necesita curas, le obliga a llevar muletas y le tiene impedido para trabajar.
Este diario ha tratado de recabar sin éxito la versión del presunto agresor, que fue detenido el 15 de diciembre. Luego, pasó a disposición judicial y fue puesto en libertad con cargos. Está acusado de un delito de lesiones y de otro contra los derechos de los trabajadores. Los días 1 y 15 de cada mes debe comparecer en sede judicial, según ha recabado Público de fuentes jurídicas.
Coulibaly proviene de Bamako –donde nació en el año 1989– la capital de Mali, en el África Occidental, un país hoy desestabilizado: el Sahel, al norte del país, es una zona que las milicias yihadistas asolaron en 2012. En Mali hay también una fuerte presencia de tropas internacionales –en torno a 20.000–. Así describe el ministerio español de Exteriores la situación: “[Hay] problemas de gobernabilidad, falta de medios y ausencia del Estado. [Los] movimientos migratorios causados por el hambre y las sequías y avivados por el conflicto de Mali […] han forzado a más de 400.000 personas a huir a países vecinos. [Esto] ha agravado aún más la ya de por sí delicada situación regional”.
Fue hace un lustro cuando Coulibaly, según afirma, dejó atrás su casa y su familia, compuesta por su padre y 5 hermanas. Al recordarles, su mirada firme y orgullosa, cambia, el rostro se tiñe de preocupación y, por momentos, está a punto de llorar. En ese tiempo, recorrió el Magreb –Argelia, Libia, Túnez y Marruecos– y vivió algunas situaciones, según cuenta, que ni Charles Dickens hubiera podido imaginar.
A finales del año 2017, asegura, logró cruzar el Estrecho de Gibraltar en una “embarcación tipo toy”, “con otras 56 personas”, según recoge un documento de Interior, expedido en Algeciras, que guarda Coulibaly. “Lo intenté 20 veces antes de conseguirlo. La patera salía al mar, pero regresaba a tierra cada vez. Cada vez tenía que pagar. 200 euros, 400, 900. Una cantidad diferente cada vez”, dice Coulibaly en su particular castellano. Domina el francés y también, afirma, el bambara y otros idiomas de Mali, un país plurilingüe, en el que se hablan decenas de lenguas y dialectos.
Coulibaly es solicitante de asilo –una petición que hoy trata de renovar– en España, una situación que, mientras se resuelve –el atasco en la resolución de solicitudes es algo habitual–, le permite trabajar en condiciones legales. Las normas prevén que las personas que reclaman protección internacional puedan trabajar en España una vez transcurridos seis meses desde la presentación de su solicitud, siempre que esta hubiera sido admitida a trámite y no estuviera resuelta por causa no imputable al interesado. Este es el caso de Coulibaly.
Aceituna y explotación
En esta campaña de la aceituna, Coulibaly llevaba, antes de la agresión que denuncia, diez días de trabajo en una finca de Orcera, un municipio de la Sierra de Segura, al norte de la provincia de Jaén, una zona en la que se trabaja el olivar en pendiente, el que crece en desniveles bien pronunciados. Dormía en la finca y trabajaba sin estar dado de alta, a pesar de que, afirma, él reclamaba estarlo.
Coulibaly ha recorrido España de punta a punta en estos dos años al son de las campañas agrarias, desde Huelva hasta La Rioja, pasando por Lleida. Según su vida laboral, solo había cotizado a la Seguridad Social 89 días, en un tajo en una finca en La Portella (Lleida) por el que ingresó durante el verano y el otoño pasados cerca de 1.000 euros al mes. ¿El resto? En los tajos cobrando por debajo de convenio y viviendo en condiciones precarias, asegura.
Esta es una realidad a la que se le da la espalda en Jaén. No hay estudios específicos recientes sobre la situación laboral de los inmigrantes y la economía sumergida –que rozaba para todos los sectores el 25% del PIB en 2010– durante la campaña de la aceituna, hasta donde ha podido saber Público. Sin embargo, el goteo de informaciones sobre explotaciones de diverso tenor es constante. La Inspección de Trabajo, corta de personal, no alcanza a controlar los campos con la intensidad necesaria. Los jornaleros sin tierra marchan de tajo en tajo a cambio de 30 euros al día por un trabajo duro.
“Contabilizar cuánta gente no está dada de alta lo tiene que saber la seguridad social. Los abusos laborales no se dan de forma general, pero tampoco son casos puntuales. Es muy difícil de controlar eso por la extensión de olivar y los escasos inspectores que hay”, afirma Pedro González, responsable de Jaén Acoge de la campaña de la aceituna.
El aceite de oliva es la fuente de riqueza de la zona. Entrar en Jaén es entrar en un mar de olivos, un paisaje de colinas encrespadas por los árboles, que atraviesa el viento.
Casi el 80% de la superficie agrícola de Jaén se destina al olivo. En la provincia hay 66 millones de olivos y se trabajan más de 550.000 hectáreas de olivar, lo que representa un 25% de la superficie española del olivar y un 42% de la andaluza. En esta zona se produce la mitad de todo el aceite de oliva de España y el 20% del que se genera en todo el planeta y deja unos 300 millones de euros por cosecha, según la Asociación Olivar y Aceite, que agrupa a sindicatos y patronal agraria y diversas cooperativas y productores.
Cada año, las administraciones -Junta de Andalucia, Diputación y Ayuntamientos– abren miles de plazas en albergues para los temporeros que provienen de todas las geografías imaginables en busca de un jornal. Hace frío en Jaén en la época de la recogida de la aceituna. Las instalaciones están pensadas para que los temporeros puedan pasar los primeros días hasta que encuentran un tajo de aceituna en el que poder trabajar. Pasado el tiempo, si no encuentra trabajo tienen que cambiar de albergue.
En uno de estos albergues, en Villanueva del Arzobispo, se hospedó Coulibaly después de haber pasado por el hospital. Una vez que cerró, por terminar la temporada de recogida, pasó a una residencia en la capital que gestiona Jaén Acoge, donde se aloja hoy. Sin embargo, allí solo podrá permanecer unas semanas más.
La herida le impide trabajar. Le han llamado de una finca fresera de Moguer (Huelva), pero no puede aún moverse como quisiera. No tiene paro ni ingresos. La ropa que utiliza se la ha proporcionado Cáritas y de su manutención y estado emocional se ocupan fundamentalmente tres militantes de Anticapitalistas, Ana Martínez, Lucas Martínez y Estanislao Cantos. El sindicato CGT se ocupa de su defensa jurídica.
“Cuando hablamos con él nos damos cuenta de todas las carencias, toda la problemática de los inmigrantes temporeros… el desarraigo; no están bien vistos; el desconocimiento del idioma provoca abusos, y, como no tienen dinero, están a expensas de lo que diga el dueño de la finca. Si no trabajan, se quedan fuera de todo. Toda esa problemática coincide en Mahamadou, que hoy es una persona completamente desamparada. Si la sociedad tomara conciencia de la situación en la que están estas personas…”, afirma Lucas Martínez.
Después de las primeras informaciones sobre el presunto apuñalamiento, la cónsul de Mali, Gertrude Keita, se interesó por la situación de Coulibaly. “Es un caso especialmente grave”, dijo tras reunirse con él, según recogieron los medios locales.
“Los temporeros se sienten desamparados por los gobiernos de origen también. Si no es porque se hace público el tema de Mahamadou la cónsul general ni se entera. Vamos a seguir en el tema. Vamos a intentar que la gente tome conciencia de la hipocresía en la que vivimos. Por una parte, los necesitamos, hay labores que no hace nadie más que ellos y encima, hay quien se queja de que vienen a quitar el trabajo”, agrega Lucas Martínez.
La denuncia
Coulibaly asegura que el apuñalamiento se produjo después de que se negase a trabajar sin seguridad porque consideraba peligrosa la tarea que le encomendaron –meter una maquina en una pendiente muy pronunciada–. Entonces, se produjo un conflicto en el que, según afirma, resultó agredido por el suegro y la esposa del patrón. Coulibaly jura y perjura, y así lo manifestó también a la Guardia Civil, que él evitó devolver esa agresión.
Después, “de manera sorpresiva”, según se puede leer en el atestado elaborado por la Guardia Civil en el que se incluye el testimonio de Coulibaly, el patrón le “ataca por la espalda”, “dándole un golpe en la misma con uno de sus brazos haciendo que se desplace unos metros hacia delante”.
A continuación, el jefe “se abalanza sobre él y tras agarrarlo del pecho con la mano izquierda saca con la mano libre una navaja [una especie de cuchillo, que se usa habitualmente en la zona] del bolsillo trasero de su pantalón y la clava sobre el muslo izquierdo” de Coulibaly.
Luego, “sin soltarla del puño la desplaza hacia arriba [lo que agrava la herida] y tras sacarla intenta agredirle nuevamente al dirigir violentamente [el cuchillo] hacia el estómago, pudiendo [Coulibaly] repeler la agresión al sujetarle la mano”. Mientras, el jefe le dice que “lo va a matar”.
Esta escena termina cuando otro de los trabajadores que ve lo que está sucediendo “corre” para auxiliar a Coulibaly y agarra al empleador “por detrás para evitar que siga agrediendo” al jornalero. Este compañero, al ver la sangre, obliga a Coulibaly a montar en el coche del jefe, un Nissan, para ir al hospital. En él, se suben el patrón, su esposa, y los dos temporeros.
Allí, según denuncia Coulibaly, se inicia una secuencia de puro terror en la que mientras él se aplica un rudimentario torniquete en la pierna con sus propias manos para evitar la pérdida de sangre, la esposa del patrón intenta evitar que Coulibaly les denuncie y, al no lograrlo, llama a su abogado “y tras contarle que su marido ha pinchado a uno de los trabajadores en el campo, lo están trasladando al centro de salud, este les dice que no cuenten la verdad, que digan que ha sido un accidente laboral y que se ha pinchado en la pierna con una vara”.
En un momento, durante el trayecto, el jefe para el coche en una rotonda y –siempre según el testimonio de Coulibaly recogido en el atestado de la Guardia Civil– “tras bajarse saca una vara de la parte trasera del vehículo y tras cogerla amenaza al compareciente con matarlo si no firma unos documentos que su mujer le entrega en el momento. Ante la negativa de este, vuelven a montarse en el coche y se dirigen hacia el centro sanitario”.
Una vez en Villanueva del Arzobispo, a unos 50 kilómetros de distancia de Orcera, al paso por la comisaría de policía local, Coulibaly "llama la atención de un policía que se encuentra en la puerta y ante el temor de que pueda contar lo ocurrido, la esposa se baja rápidamente del coche y le dice al agente que no hay ningún problema, que van al centro de salud, que ha habido un accidente laboral y que uno de los trabajadores tiene una herida en la pierna”, se lee en el atestado.
Finalmente, después de toda esa peripecia, Coulibaly fue atendido de sus heridas en el centro de salud de Villanueva del Arzobispo y derivado luego al Hospital San Juan de la Cruz de Úbeda, donde fue intervenido.
Oh, Amadou
En el banco de la plaza Santa Isabel, bajo el sol de invierno, Coulibaly, después de hacer un repaso a los recuerdos de su vida, sonríe al hablar de música. Mali es una tierra de ritmos y sonidos estupendos. Luego, muestra en su teléfono móvil una canción de Amadou y Mariam, titulada Oh, Amadou. Parte de la letra, traducida al castellano, dice así:
Hay días de alegrías
Hay días de desgracias
Hay momentos de placer
Y momentos que hacen sufrir
Oh Amadou
Tú no tienes elección
Oh Amadou
Es más fuerte que tú
Hay momentos de pánico
Momentos de desánimo
Momentos en los que nos entusiasmamos
Momentos en los que nos relajamos
Nadie quiere vivir la miseria
Nadie quiere vivir el dolor
Nadie quiere vivir al día
Oh Amadou
Tú no tienes elección
Oh Amadou
Es más fuerte que tú
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