a coruña
Actualizado:El granito corta el viento que azota desde el Atlántico e hiela el aliento. Un Stonehenge de la muerte, aunque el megalito no es circular. Cada menhir podría ser un fusilado, firmes columnas verticales que antaño fueron caídos, el carmesí de la sangre impregnado en la piedra, un lema que explica el monumento: "Inmolados en estos campos frente al mar tenebroso por amar causas justas".
No figura la firma de Isaac Díaz Pardo (Santiago, 1920 - A Coruña, 2012), pero la frase es tan suya como el diseño del monumento a los asesinados por el fascismo. ¡Qué nombre: el Campo da Rata! Allí acribillaban a los presos republicanos tras las sacas. Cerca hay una vieja cárcel y nadie sabe qué hacer con ella. Una moribunda antesala del adiós.
Donde antes paseaban a los rojos ahora pasean ancianos renqueantes y adolescentes enamorados, que hacen un alto para sentirse vivos en los bancos de la ruta, antes cadavérica y ahora del colesterol. Más abajo hay un antiguo cementerio musulmán, cuyas almas apenas atisban los cuerpos desnudos que toman el sol, cuando hace sol, en la playa de los Mouros. La Torre de Hércules, imponente en la península coruñesa desde el Imperio romano, lo ve todo. Lo ha visto todo. Y todo es demasiado.
"Isaac Díaz Pardo, además de ser un hombre polifacético —que aportó mucho al arte, a la empresa, a la literatura y a la edición— destacó por volcarse con la memoria histórica de Galicia, hasta el punto de que puede decirse que fue el primero que trató de recuperarla", explica el poeta Claudio Rodríguez Fer, quien ha sacado a la luz la correspondencia mantenida con el intelectual en el centenario de su nacimiento.
Fundador de Ediciós do Castro, publicó libros que relataron el exilio y la represión durante el franquismo, aunque su faceta más conocida fue la de sacarle brillo a la cerámica de la fábrica de Sargadelos, levantada en Cervo (Lugo) a principios del siglo XIX y caída en el olvido décadas después, hasta que la rescató en 1949 cuando fundó en Sada (A Coruña) Cerámicas do Castro.
Con un pie en Buenos Aires, Díaz Pardo discurrió el Laboratorio de Formas para estudiar las antiguas piezas y, de paso, aunar la tradición y la vanguardia, personificada en el artista Luis Seoane, cuyos cuadros cuelgan de las paredes del Museo de Arte Contemporáneo Carlos Maside, que encierra —cerrado— obras de Maruja Mallo, Castelao, Eugenio Granell, Laxeiro, Urbano Lugrís o el propio Maside. Una labor creativa que no cesa y en la que cabe el impulso al nuevo Seminario de Estudos Galegos.
"Además, editó los Documentos para la Historia Contemporánea de Galicia, donde se publicaron buena parte de las investigaciones memorialistas y de los recuerdos y testimonios de los represaliados", subraya Rodríguez Fer. "Una labor impagable que hizo generosamente y con su enorme compromiso con la memoria de los vencidos, asumiendo lo que tendría que hacer una verdadera editorial nacional, integradora y democrática".
Su propio padre, Camilo Díaz Baliño, fue ejecutado y él, militante en las Juventudes Socialistas Unificadas, tuvo que refugiarse durante la guerra en el desván de la casa de un pariente en A Coruña. "Nadie nos dio una lección más esplendorosa que él, porque pese a la adversidad tiró del país y llevó a cabo una de las obras más ingentes de la historia moderna de Galicia, sin ningún rencor ni ánimo de venganza. Simplemente buscando la verdad, la justicia y el reconocimiento de las víctimas", recuerda el poeta lucense.
El monumento del Campo da Rata
Su compromiso antifascista se ve ahora reflejado en la correspondencia con él y con la ensayista Carmen Blanco, a quien se dirige en la nota manuscrita que acompaña el boceto del homenaje a los fusilados en el Campo da Rata tras el golpe. "Arte gallego y universal al tiempo que primigenio y moderno, este monumento cívico es un ejemplo de la memoria integral que caracterizó siempre a su autor y al mejor de Galicia, pues motivado por el fondo más íntimo se constituye en un solidario servicio público que nunca dejaremos de admirar", puede leerse en un monógrafico de Unión Libre impreso en 2004.
La publicación, a cargo de ambos escritores, era editada por Ediciós do Castro, que se resintió cuando Díaz Pardo fue apartado con malas artes de la dirección del Grupo Sargadelos. Su talla humana se ve reflejada en una carta de 2010 donde se ofrece a pagar de su bolsillo la factura de la imprenta, después de reconocer que no volvió a recibir ningún salario y que subsiste vendiendo "cosas" desde hace cuatro años. "Y así voy pagando lo que debo y viviendo".
Los destinatarios de la misiva declinaron el ofrecimiento. "Fue penoso, porque cuando se quedó descabezado y descapitalizado, tuvo que desprenderse de sus cuadros, que había guardado toda su vida", se lamenta Rodríguez Fer, quien añade que durante un tiempo también afrontó los gastos de los libros que siguió fraguando su editorial. "Cuando lo echaron de la empresa, ya cumplidos los noventa, quería empezar de cero".
Años atrás, había diseñado la memoria histórica que había preservado. Al boceto del Campo da Rata —inaugurado en 2011 y con poemas de Federico García Lorca y Uxío Carré Alvarellos— le siguió la maqueta del monumento que tenía previsto levantar en Lugo. Díaz Pardo detalla en 2006 la idea, inspirada en la torre de A Mosquera, que se alza en la muralla romana de la ciudad. En este caso, además de un dibujo, envía fotografías de una maqueta en papel y todos los datos sobre la construcción, desde los materiales (pizarra negra e hierro) hasta las medidas.
Grabado en la placa: "A los que inmolaron por defender a Galiza y las causas justas a partir de julio de 1936". El Memorial de Lugo no llegó a ser erigido, si bien el bosquejo se convirtió en el logotipo de la Asociación para a Dignificación das Vítimas do Fascismo de Lugo. "El Ayuntamiento siempre fue favorable a su acogida, pero nunca lo llevó a efecto porque la propuesta coincidió con la crisis económica de 2008, lo que frenó el proyecto. No habría mejor homenaje en su centenario que llevarlo a cabo", cree el autor del poemario A muller sinfonía (Ouvirmos), donde lo describe como "homo faber tenaz, genial y solidario".
"Editor de la causa del exilio"
"Si hay un editor de la causa del exilio en Galicia y en España, ese editor es Isaac Díaz Pardo", escribe el ensayista Xesús Alonso Montero en un especial de los Cadernos de Estudos Locais, editados por la Asociación Cultural Irmáns Suárez Picallo de Sada, donde se ubica Cerámicas y Ediciós do Castro. En el texto, leído durante la ofrenda floral en homenaje al intelectual en el séptimo aniversario de su muerte, el expresidente de la Real Academia Galega destaca su faceta de "mecenas del exilio".
No solo de sus paisanos, sino también de otras figuras como José Martínez, fundador de Ruedo Ibérico. "Llegó a mandarle cantidades —yo diría que no pequeñas— de dinero para que la revista siguiese adelante", recuerda en los Cadernos de Estudos Locais, que mantienen viva su llama. El último número, precisamente, está dedicado a la correspondencia con Claudio Rodríguez Fer y Carmen Blanco, quien destaca otra faceta del intelectual: la del editor de la memoria de la mujer.
Díaz Pardo y la mujer
"Fue de los primeros en publicar ensayos feministas en Galicia, muchos de ellos rechazados por otras editoriales", subraya la autora de Literatura galega da muller (Xerais), un libro fundacional de los estudios de género que ofrece una visión panorámica de las letras matrias. Su portada es obra de Díaz Pardo, como también la de Sexo e lugar (Xerais), donde la escritora proclama "un feminismo abierto, no mojigato y abierto a a la celebración del cuerpo y de la vida".
Carmen Blanco entiende a esa mujer que muestra sus pechos y alza sus brazos. También a su autor, de ahí que recurra a sus cuadros para ilustrar sus libros. "Siempre fue una persona con una ideología a favor de las mujeres, quienes tuvieron una gran importancia en su obra creativa", destaca la ensayista. "Yo coincidía con sus ideas libertarias, porque él, con mucha ironía, se definía como conservador, libertario, inconformista y descreído".
Aunque alude a su sensibilidad de izquierdas, lo describe como un conservacionista de la memoria. "Esa fue siempre su obsesión. Sin odio, porque no era capaz de odiar, defendió esa causa: no solo la de la represión, sino también de la sabiduría tradicional del pueblo. Había que conservar lo bueno y no perderlo por los efectos del colonialismo y la desmemoria", añade la profesora de Literatura Gallega en la Universidade de Santiago.
Ediciós do Castro le publicaría Mulleres e independencia, una recopilación de ensayos y artículos de prensa que recupera la memoria perdida de las mujeres, otra muestra del compromiso de Díaz Pardo. "El objetivo es que actuemos y avancemos en el presente, porque el poder borra la memoria para forzarnos a volver a empezar. Muchas cuestiones que se están debatiendo ahora ya se trataron en los setenta y ochenta. Y antes, en los años veinte, y antes, en el siglo XIX".
El editor, quien abandonó pronto la pintura tras exponer en España y en el extranjero, abrazó el libro nada más recibirlo. "Hay que comenzar donde lo dejaron ellas para avanzar más. Porque antes que nosotras hubo otras que apoyaron la causa de la libertad y la independencia de las mujeres, lo que nos da fuerza para continuar su trabajo", añade Carmen Blanco, quien recuerda que Díaz Pardo no se quedó solo en la teoría, sino que también pasó a la acción.
"Como fundador de empresas, contrató a muchas mujeres del rural. Junto a su esposa, Carmen Arias, montaron Cerámicas do Castro en Sada con mano de obra fundamentalmente femenina, lo que repetiría en la fábrica de Sargadelos en Cervo. Así, contribuyó a la independencia económica de las mujeres, porque Isaac tenía una visión de vanguardia integral", ensalza la ensayista, quien quiso homenajearlo en el centenario de su nacimiento con estas palabras recogidas en El hombre de la memoria amorosa, originalmente escrito en gallego.
Reunió con amor los documentos de la memoria de los agravios para defender todas las causas justas. No se olvidó de nada.
Levantó con amor los monumentos de la memoria de las defensoras y de los defensores de la libertad para que no los olvidemos nunca. No se olvidó de nada nunca.
Las últimas cartas
Algunos, sin embargo, quisieron desterrarlo en el olvido después de una vida fértil y generosa. Pasan los años y sus cartas destilan tristeza y decepción, aunque se aferra a la humanidad de sus destinatarios: "Sois unas maravillas de las que ya no quedan. Se acabaron este tipo de flores que esporádicamente vivían en este desierto. Quisiera parecerme a vosotros, pero por esa injusticia antigallega y nostálgico-franquista de la Justicia oficial ahora no paso de ser un nadie".
Es enero de 2010 y a Díaz Pardo le han quitado de forma trapacera todo por lo que ha luchado. En septiembre de 2011, recibe un ejemplar de Amores e clamores (Ediciós do Castro) la poesía reunida de Claudio Rodríguez Fer, a quien le responde: "En lo que no estás acertado es en creer que yo soy algo además de un fracasado. Sí, ya lo he dicho mil veces, fui fracasando al mismo tiempo que trabajaba. Y al final fracasé ya para siempre, pues a mis 91 años ya no tengo fuerzas para intentar rehacerme".
Apenas cuatro meses después, fallecía el intelectual que obró la utopía de la Bauhaus en Galicia, quien además plasmó por escrito su humildad, hasta el punto de pensar en sus últimos días que su proyecto había fallado. "Para entenderlo hay que comprender el siglo XX en España y en Europa", explicaba Suso de Toro tras su muerte.
"Era un izquierdista de dieciséis años, comprometido con la autonomía gallega, que se vio lanzado a la lucha política. Salvado por un tío, tuvo que sobrevivir en el mundo de los asesinos de su padre", rememoraba el escritor santiagués.
Manuel Rivas le agradecía su contribución para fundar la revista Luzes y trazaba un perfil de uno de los insignes hijos de su tierra: "Fue un superviviente toda su vida. Ha muerto anciano, pero siempre tuvo que mirar de reojo a la historia porque estaba en la lista de la maquinaria pesada del odio".
Así, hasta el final, cuando lo apartaron de Sargadelos. "Unos mediocres se aprovecharon de él a sus espaldas y lo desposeyeron", concluía el literato coruñés. "Una metáfora de lo que sucede cuando la codicia derrota al ingenio y a la imaginación". Sigue vivo, paradójicamente, en un granítico campo de la muerte, lejos de las ratas.
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