Evangelino Taboada, el relojero sideral represaliado en el franquismo por comunista
Hombre singular y adelantado a su tiempo, el "Tesla gallego" sufrió la represión durante la Guerra Civil y la dictadura.
Madrid--Actualizado a
Hay hombres por los que no pasa el tiempo pese al cruel engranaje del olvido. El franquismo silenció el tictac de Evangelino Taboada, pero sus relojes siguen marcando con precisión los hitos biográficos de un personaje singular y adelantado a su tiempo.
Mientras todos miraban hacia el sol, él observaba el movimiento de las estrellas, de ahí que su creación más aplaudida fuese un reloj sideral que todavía hoy sigue dando la hora en el Observatorio Astronómico de Santiago de Compostela.
Cuando concibió el ingenio en 1945 con la colaboración del astrónomo Ramón María Aller, Evangelino ya era un reputado profesional cuyos relojes lucían en ayuntamientos e instituciones. También en iglesias como la de Bastavales, cuyas campanas emocionaron a Rosalía de Castro: "Cuando os oigo tocar, / me muero de añoranzas".
Sin embargo, su vida estuvo marcada por la represión fascista, que lo llevó a echarse al monte junto a su hijo Adolfo cuando se encontraba de vacaciones en Lalín, donde había nacido en 1897. Escondido durante tres años en cobertizos, en molinos y en un zulo construido en su casa de campo, el tesón de su mujer, María Otero, permitió que les concedieran un indulto al final de la guerra civil.
No terminaron aquí sus penalidades, aunque para comprender la persecución a la que se vio sometido conviene retrotraernos a su infancia, en la parroquia lalinense de Vilanova, donde sus humildes padres daban posada en su taberna a los arrieros que atravesaban la aldea.
Aprendió el oficio a los diez años gracias a un tío y cinco después ya regentaba un taller en Silleda. Allí conoció a María y con ella se fue a Vigo, donde montó una relojería que adquiriría fama en toda Galicia. Pronto llegaron seis hijos, una veintena de empleados y un incendio que motivó que se trasladase de la calle Elduayen a la calle Galán.
Allí, en el número 15 de la hoy rebautizada calle Príncipe, una vecina denunció "reuniones celebradas por varios individuos", según consta en la "Causa nº 868 instruida por el juzgado de Vigo contra el paisano Humberto Solleiro y su mujer María Urania Mella Serrano por el supuesto delito de rebelión".
Cuando la investigadora Iria Presa, experta en la figura del intelectual anarquista Ricardo Mella, dio con la denuncia, empezó a tirar del hilo, indagó en la figura del relojero y descubrió su fascinante historia.
"Desde los albores de la declaración de la Segunda República, Evangelino aparece ligado a distintas asociaciones e iniciativas políticas y culturales. Así, lo encontramos en mayo de 1931 como candidato de la Organización Republicana Gallega Autónoma (ORGA); y poco después como presidente del Ateneo de Divulgación Social, ligado al Partido Comunista y al Socorro Rojo Internacional", explica Iria Presa.
Miembro de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética y del Ateneo Deportivo Obrero de Lavadores, donde su hermano Cándido ejercía de tesorero, en su relojería se vendían entradas para diversos actos y se recogían donaciones para los presos políticos o para la placa de Aida Lafuente, la Rosa Roja de Asturias, que rebautizaría la calle Elduayen a propuesta de la Agrupación de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo, cuya sede se encontraba allí, recuerda la investigadora.
No extraña que, tras el golpe del 36, decidiese esconderse. "La cosa empezaba a estar revuelta y el fin de semana vino con nosotras a la aldea. Cuando iba a regresar a Vigo, vimos pasar camiones con hombres armados hacia Pontevedra. Entonces le dijeron que lo estaban buscando para matarlo a él y a mi hermano Adolfo. Por eso se fueron a un monte de mis abuelos y durmieron en una cama de helechos", relata a sus 98 años su hija, María Elena Taboada Otero, quien responde al otro lado del teléfono.
¿Cómo recuerda a su padre?
Una persona humilde, a pesar de sus cualidades y de destacar tanto en su profesión. Era muy culto, muy progresista y muy buena persona. Sin embargo, lo persiguieron porque despuntaba en la política y cuando estalló la guerra pasó todo lo que pasó. Pasionaria estuvo en casa y me tuvo en brazos. Yo era la única hija mujer: un error de embalaje [risas].
Cuando su padre estaba escondido, su madre sacó adelante a toda la familia. ¿Cómo lo hizo?
Poco a poco. A mi madre le gustaba la medicina y logró salvar a una niña enferma. Entonces, otras personas solicitaron sus cuidados. La llamaban Manos de Plata y, a cambio de curar a la gente, le daban chorizos, patatas, lacones… y así fuimos viviendo. Sin ingresos y con tanta escasez, empezó a hacer zapatillas, por las que cobraba una peseta. Mi hermano Fernando le consiguió una máquina que le evitó tener que coserlas a mano. Vamos, que fue una luchadora que consiguió salir adelante cuidando enfermos y haciendo zapatillas.
¿Por qué decidió escribir el libro sobre su padre 'Una historia para el recuerdo'?
Mi nieto me pidió que narrase su vida y surgió la posibilidad de que un escritor la novelase, pero me dije: "Voy a escribirlo yo y quiero que se cuente la verdad".
Evangelino y su hijo Adolfo ya habían sido perseguidos tras la Revolución de 1934, aunque lo peor llegaría tras el golpe franquista. Después de tres años huidos, el nombramiento de un nuevo gobernador civil les hizo temer por su vida e intentaron escapar a Portugal. Sin embargo, fueron detenidos y permanecieron un año en prisión, primero en Salvaterra de Miño y luego en Vigo, como relata Iria Presa en esta entrevista.
No abandonó su oficio ni entre rejas.
Cuando su familia lo visitaba en la cárcel de Vigo, junto a la comida le llevaban palos y trozos de madera. Con escasos medios y una navaja, construyó un reloj de gran precisión que funcionó durante años.
Perdió a un hijo en la guerra y, recobrada la libertad, su mujer falleció en 1941.
La muerte de María Otero fue un drama, porque era la gran heroína. Ella logró que sobreviviesen su marido y sus hijos durante la guerra. Tenía un don para salvar a enfermos desahuciados y era la curadora de la familia, además de una mujer activa políticamente.
Evangelino monta Talleres Taboada en Vigo y le encargan relojes para las torres de numerosos edificios.
Eso sucedió a partir de los años cuarenta, pero antes de la guerra ya era muy buen relojero. De hecho, tenía tanta pericia que lo llamaban Longines. El reloj de Bastavales, fabricado junto a su socio Ramiro Morales, data de 1933. Compraban materiales en Londres y en Euskadi, a la empresa Viuda de Murua, y los adaptaban al espacio al que iban destinados. Una notable labor de ingeniería. Al mismo tiempo, reparaban relojes y destacaban por su actividad política. Era una familia muy culta y tenía una gran biblioteca, que le requisaron.
Sin duda, su trabajo más singular fue el reloj sideral encargado por el Observatorio Astronómico de Santiago.
Una joya. El astrónomo y matemático Ramón María Aller también era de Lalín y se conocían de siempre. Quería construirlo y tenía el capital, pero no el cerebro. Después de encargárselo infructuosamente a varios relojeros [incluidos los Talleres Torres Quevedo, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas], Evangelino consiguió desarrollar el reloj sideral.
["La circunstancia de ser fabricado en el país, sus originales características de escape y las aportaciones al diseño hechas por el constructor, el vigués Evangelino Taboada, hacen de este reloj una pieza única, objeto de pormenorizada descripción en la Revista de Geofísica", destaca el ensayo El patrimonio histórico de la Universidad de Santiago de Compostela]
Una empresa suiza [quizás Omega] fabricó una serie limitadísima de relojes de bolsillo muy especiales y Aller consiguió uno, con la condición de que lo enviase una vez al año a la fábrica para calibrarlo. Sin embargo, llegado un momento no lo hizo y, cuando le preguntaron el motivo, confesó que era Evangelino quien lo ponía a punto. Entonces, la empresa quiso contratarlo, pero el régimen no permitió que se fuese a trabajar a Suiza. No cabe duda de que Taboada fue el Tesla gallego.
En cambio, tuvieron que pasar varias décadas hasta su reconocimiento.
Pasó al olvido por la desmemoria, porque no interesaba. Y luego llegó la época de los relojes modernos y tampoco se reivindicó su legado. Sin embargo, con la muerte de Evangelino se acabó una tradición de relojeros que fabricaban a mano artilugios de precisión.
Cuando tenía en mente una gran fábrica de relojes, fallece atropellado en un misterioso accidente de carretera junto a su hermano Cándido.
Los atropelló un camión del Ejército, un detalle más que sospechoso. Formaba parte del Sindicato Vertical, pero había militantes del Partido Comunista. Evangelino estaba señalado desde que su relojería albergaba reuniones clandestinas, hasta el punto de que cuando Franco visitaba Vigo, lo arrestaban temporalmente. Su hija tenía miedo y le pidió que dejase la actividad política, una decisión que tomó a finales de los años cuarenta, aunque seguían siendo perseguidos. De ahí que Adolfo y otro hermano decidiesen emigrar a Argentina, porque no soportaban el clima de persecución.
María Elena, su hija, tercia en la conversación. "¿Qué opino del accidente? Yo no pienso nada, aunque ya es casualidad que fuese un camión del Ejército. Mi padre y mi tío iban tranquilamente en moto y, de repente, el camión cambió de carril y los atropelló". Podría haberse parado el tiempo, pero no: aquella carretera quedó esparcida de relojes.
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