barcelona
Actualizado:Con un mandato municipal que ya ha superado su ecuador, Elisenda Alamany (1983) lo considera de momento una "oportunidad perdida". La concejala de ERC, que fue la número dos de Ernest Maragall en las elecciones a Barcelona de 2019, se muestra muy crítica con la actuación del gobierno de la ciudad, integrado por Barcelona en Comú y PSC. Según ella, es este último partido el que lidera los "ámbitos estratégicos de la acción política de este ayuntamiento", a pesar de no tener la alcaldía, y se muestra convencida de que será con quien ERC se jugará la alcaldía en los comicios de 2023. Exdiputada de Catalunya en Comú, donde representaba a los sectores independentistas, Alamany recibe a Público en su despacho municipal, y durante la conversación plantea los retos que tiene la capital catalana, no se cierra puertas sobre su futuro político, admite coincidencias en los diagnósticos con los Comuns y opina que Junts per Catalunya "está alejado de una agenda transformadora para Barcelona".
Ya estamos en la segunda mitad del mandato municipal. ¿Qué balance hace hasta ahora?
Para nosotros este ha sido un poco un mandato perdido. Nos hubiera gustado que el gobierno estuviera liderando los cambios que ya están ocurriendo, y más en medio de una pandemia, y que tienen que ver con la movilidad, cambios residenciales, en cómo protegemos el comercio de proximidad o como le dábamos a la ciudad un cierto liderazgo internacional con algún proyecto estratégico. Pero lo que vemos es una oportunidad perdida. Es verdad que hay una agenda de políticas muy ambiciosa que los Comuns iniciaron hace seis años, pero se ha visto estancada por un socio, el PSC, que tiene otro modelo de ciudad, que nosotros no compartimos. Y es esta dependencia excesiva del Estado, y lo hemos visto con cosas como la subasta del Frente Marítimo, pero también del mercado. Es un modelo económico y social que ya hemos visto en otros gobiernos de Barcelona. Para nosotros el progreso del que habla el PSC es precariedad.
En otras entrevistas, ha comentado que la ciudad "no sólo está triste, sino que está peor que hace seis años". Usted misma dice que entonces se inició una agenda de políticas muy ambiciosa, ¿no es muy severo este juicio?
En intenciones y en diagnóstico estamos en buena parte de acuerdo con lo que puedan plantear los Comuns en Barcelona. Ahora bien, somos críticos en cuanto a resultados de estas transformaciones, y nos podemos centrar en el operador energético, el dentista municipal o las políticas de vivienda.
Hasta ahora, ERC ha sido el gran aliado del gobierno municipal, facilitando la aprobación de los dos últimos presupuestos, entre otras medidas. ¿Se sienten corresponsables del estado de la ciudad?
Nos sentimos orgullosos de haber contribuido a la aprobación de los dos presupuestos, sobre todo del último, que estábamos en medio de una pandemia y creíamos que nos teníamos que arremangar y además teníamos unas propuestas que queríamos que condicionaran la agenda. Por ejemplo, la tasa al comercio electrónico o eso que llamaron la inmobiliaria pública, que debía conllevar la compra de locales que tenían que estar a disposición del Ayuntamiento y tenían que servir de palanca de nuevos negocios que dinamizaran, especialmente en Ciutat Vella. Cuando uno mira el balance de todas estas cosas a las que hemos apoyado, uno se hace la pregunta si se puede seguir siendo generoso si estos cambios que hacemos al final no tienen ningún impacto. Ahora estamos haciendo balance de estos dos años y mirando si nuestra incidencia ha contribuido a que la Barcelona que tenemos se parezca más a la que plantearíamos nosotros o a la que plantea el PSC. Con este balance encaramos el presupuesto.
Uno puede pensar que este alejamiento del gobierno municipal responde a la estrategia política, porque ya nos acercamos a las elecciones municipales y deben marcar perfil.
Podría ser, pero lo más estratégico electoralmente quizás hubiera sido hacerle la vida imposible al gobierno después de que barrieran el paso a Ernest Maragall. Pero hemos demostrado que no somos ese tipo de oposición y eso nos ha costado críticas y las aceptamos, porque lo que ponemos en el centro es ser útiles y creo que lo hemos sido en estos dos años. No nos atraía pasarnos dos años lamiéndonos las heridas de la operación Valls, pero sigo pensando que lo mejor que le podía haber pasado a Barcelona es que la primera y la segunda fuerzas hubieran gobernado juntas. Porque el resultado del actual gobierno es un estancamiento de una agenda transformadora y conviene tomar distancia porque hay un descontento general en la ciudad y esto no lo decimos nosotros, sino los sucesivos barómetros que ha habido.
Antes de la pandemia uno de los principales problemas de los barceloneses eran los impactos negativos del turismo, que ahora ya vuelve. ¿Se ha perdido un tiempo muy valioso para replantear el modelo turístico?
Mi impresión es que habrá pasado una pandemia por el medio y habremos perdido una oportunidad para hacer reflexiones de calado sobre el modelo turístico que queremos. Y esto está estrechamente ligado con la concepción que tienes de la ciudad. El PSC, por ejemplo, hace una presión constante para privatizar el espacio público, para vender el frente marítimo, para ocupar una parcela para destinarla a la Hermitage, ... Esta concepción de Barcelona es la que atrae a un determinado tipo de turista u otro. Si quieres que en Barcelona predomine el mismo sentido común que hace 20 o 30 años, evidentemente que no querrás cambiarle el modelo turístico. El PSC lidera los ámbitos estratégicos de la acción política de este ayuntamiento y lo que nos plantea es más de lo mismo para una sociedad que sí que está haciendo un cambio de inflexión en cuestiones como la agenda verde y ponerla al centro.
¿Cómo se cambia el modelo turístico?
Creo que con regulaciones. Por ejemplo, nosotros impulsamos el recargo turístico. ¿Queremos la Barcelona de los grandes congresos? Sí, pues entonces hace falta una política adecuada a esto, pero primero hay que definir qué modelo de ciudad queremos y, evidentemente, regular las zonas más tensas. Y incidir también en el modelo económico y laboral que el sector turístico está proporcionando y ofreciendo en nuestra ciudad. Sabemos que hay unos abusos brutales hacia los trabajadores, con jornadas casi de esclavitud. La reflexión sobre el modelo turístico también tendrá que pasar por inspecciones y sobre el uso que hacen de la ciudad y qué valor obtiene la ciudad. Porque al final tenemos una ciudad que ha muerto de éxito, que seguramente está sobrevisitada, y habrá que regular cuál es el porcentaje de turistas que puede absorber y en qué condiciones de calidad.
¿Hacia dónde debe evolucionar modelo económico de la ciudad?
Hay unas posiciones de izquierda que han sido las clásicas a lo largo de tiempo, que hablan de la redistribución o preredistribución de la riqueza y creo que falta una reflexión en las instituciones sobre cómo generan riqueza. En un mundo global y en una sociedad compleja como la que vivimos nos hemos acostumbrado a que la institución haga política de final de tubería, redistribuyendo la riqueza o preredistribuyendola, y falta una colaboración con actores económicos para realmente entender que lo público va más allá de las instituciones. Necesitamos que los agentes privados de la ciudad se acostumbren a que tienen que dar un valor añadido, que tengan una corresponsabilidad. De lo que no se trata es de dejar hacer, que es lo que nos plantea el PSC. Por ejemplo, tenemos la posición de regular negocios como las dark kitchen o las dark stores, porque creemos que este tipo de actividad en los centros urbanos no se debe permitir porque pone en peligro el estilo de vida de los barceloneses. La institución tiene que hacer una reflexión sobre cómo regula el siglo XXI, debe anticiparse sobre los usos que se dan y evaluar qué gana y qué pierde la ciudad con ellos.
Ha dicho que el PSC lidera los ámbitos estratégicos de la ciudad y se sobreentiende que lo ve ligado a los grandes poderes económicos. ¿Con él en el gobierno es imposible hacer políticas transformadoras?
Esta es la evidencia de estos dos años.
El último barómetro municipal precisamente le da a ERC una victoria más amplia y sitúa en segunda posición a Barcelona en Comú. Sorprende que descarte que este partido tenga opciones de mantener la alcaldía.
Creo que lo más importante para Barcelona es que ERC pueda liderar y confirme la victoria del 2019. A partir de ahí habrá que ver si podemos gobernar en solitario. Si no, deberá quedar muy claro que iremos de la mano de aquellos que realmente entiendan que una capital como Barcelona no puede vivir aislada de lo que ocurre en su entorno, y eso quiere decir el país; que tenga capacidad para liderar el área metropolitana y tenga proyectos estratégicos, como por ejemplo la transformación del eje Besòs; y que entienda que no se puede gobernar más con buenas intenciones, sino que se han de ofrecer resultados, y aquí puedo hablar de Ciutat Vella. Nos tendremos que arremangar para tener una actitud más dialogante con la ciudad, creo que esto está faltando. Con los aliados que podamos tener con todo esto se podrá conformar un gobierno, sin poner siglas.
No quiere poner siglas, pero reconoce la coincidencia en los diagnósticos con Barcelona en Comú. ¿Con Junts per Catalunya tienen menos coincidencias en el modelo de ciudad?
"Se me hace impensable que en políticas de espacio público Barcelona no se quiera parecer a París, Londres, Amsterdam..."
Hoy en día Junts tiene cinco concejales. Veo sus posicionamientos sobre el aeropuerto, la regulación del precio de los alquileres o la regulación del fenómeno de la economía digital y mentiría si no digo que están alejados de una agenda transformadora para Barcelona, que tenga más que ver con el siglo XXI que no con los años 90. Las políticas de espacio público de una ciudad que quiere estar en la gran liga de las ciudades europeas tienen que pasar por poner a la ciudadanía en el centro y no al coche. Y en esta agenda Junts per Catalunya no está. Se me hace impensable que en políticas de espacio público Barcelona no se quiera parecer a París, Londres, Amsterdam... Si no comparten los retos de una ciudad en pleno siglo XXI, puede que no pueden gobernar en el siglo XXI.
Dice que Barcelona no puede restar aislada del resto del país. ¿Sería bueno que se rompieran las dinámicas de bloques entre partidos?
Esto habría sido fantástico en 2019 y por nosotros no quedó. Los resultados de las elecciones representaban una apuesta por los grandes consensos que existen en Catalunya, que es una apuesta decidida por el derecho a decidir, y aquí hay independentistas y soberanistas, y una apuesta clara por las políticas progresistas. Pero cuando alguien se pone de espaldas a ello puede pasar que tengas un mandato un poco estancado, con socios mirándose de reojo, subsanándose la página aquí o allá y eso, quieras o no, tiene un impacto. Y lo vemos con la regulación del precio de los alquileres, con los horarios comerciales o con la ocupación del espacio público por parte de las terrazas. Esto es el día a día de esta ciudad, con socios que tienen modelos diferentes. Uno tiene que saber a veces con quien hace gobierno para tener un modelo compartido.
Esto de los modelos compartidos entre socios tampoco lo encontramos mucho en los gobiernos catalán y español.
La cultura política de hoy tiene que trabajar mucho mejor las coaliciones. No somos un país ni un Estado acostumbrado a las coaliciones, pero es importante marcar las líneas rojas cuando se llevan a cabo proyectos políticos. Aquí [en Barcelona] el único pretexto que hubo es que el tema nacional no podía intoxicar la política municipal y lo que estamos viendo es que hay una política municipal que se enmienda la página constantemente. Por lo tanto, ¿dónde estaba el callejón sin salida, en el modelo nacional o en el modelo de ciudad? ¿O es que al final no compartían nada e iba de otra cosa?
¿Qué papel quiere jugar en un futuro? Ernest Maragall ha dicho que le gustaría repetir como candidato, pero que es clave lo que digan los médicos, porque en 2023 tendrá 80 años.
Siempre lo he dicho, mi trabajo es en Barcelona, es donde soy útil y estoy dispuesta a asumir la responsabilidad que toque y cuando toque. Pero vuelvo al proyecto y creo que ERC tiene una posición de centralidad en el país y la ha de tener en la ciudad de Barcelona, porque es la capital de Catalunya. Tenemos que ser el referente institucional de muchos sectores emergentes en la ciudad que ahora no lo tienen. Existe otro tipo de progreso que tiene que ver más con la prosperidad y otra manera de entender las instituciones, que es desde la proximidad. ERC debe jugar ese papel y si es para hacer esto, evidentemente estoy dispuesta a asumir la máxima responsabilidad que toque, como he hecho estos dos años.
Hagamos política ficción. Imaginemos que ERC consigue la alcaldía en 2023. ¿Cuáles son los proyectos prioritarios que querría llevar a cabo?
Uno en el que ya estamos trabajando es el eje de transformación del Besòs, y esto tiene que ver con vivienda, modelo social y económico. Es donde se concentra la mayor vulnerabilidad del área metropolitana y creo que el eje del Besòs puede convertirse en una nueva centralidad metropolitana, un eje incluso de innovación, vinculado a artes digitales, investigación, la universidad, ... Esto debería ser prioritario. También necesitamos una revitalización de Ciutat Vella, un plan de choque del que ya hemos hablado muchas veces, de ver cómo se combina el turismo con la protección del estilo de la vida de la gente que vive allí. Y luego hay algo que no depende tanto del nivel municipal, pero que se debe poner sobre la agenda: tenemos una administración pública del siglo XIX y durante la pandemia se ha visto más que nunca las barreras que existen para ser ágil y flexible desde la administración pública. Tiene que ser una reforma del conjunto del Estado.
Tenemos un funcionariado que está envejecido, tenemos pocos perfiles por ejemplo de gestión de datos dentro de la administración y las ofertas de empleo que hay para entrar difieren mucho de la sociedad que tenemos delante. Y esto hace que seamos muy lentos, muy poco ágiles y muy poco eficientes en la gestión del día a día de la ciudadanía. Quien más lo sufre son las administraciones locales. Hace falta una reforma urgente de la administración pública, porque si no la desafección y la lejanía de la ciudadanía respecto a la institución será cada vez mayor. No hay nada peor para la democracia que un ciudadano crea que aquel que lo tiene que proteger, que son las instituciones, le está fallando.
Si hay algo que une a ERC, Comuns y PSC es la apuesta por la mesa de diálogo, con los matices que quiera. No parece que a corto plazo haya mucho margen para conseguir el referéndum y la amnistía, como plantea ERC. ¿Qué espera?
Lo importante de la mesa de negociación es que exista, que ya es una victoria. Al final, reconoce que Catalunya es un sujeto político y que hay un conflicto político. Tendimos a ser pesimistas porque somos catalanes, pero si hace cuatro años a alguien le dicen que existiría una mesa de negociación con estos términos nos costaría de creer. Nadie sabe dónde nos podrá llevar la mesa, pero sí sé dónde nos puede llevar no tenerla. Haber dejado de tener políticos presos —evidentemente que la represión sigue—, con una mesa de negociación coloca el independentismo en una situación de interlocución con el Gobierno del Estado. ¿No tenerla donde nos deja, en un mejor o en un peor lugar?
Al final la política es donde soy más útil y si lo que haces te deja en mejor o peor posición. La mesa deja el independentismo en mejor lugar que si no existiera. También forma parte de los grandes consensos que existen hoy en la sociedad catalana y, por tanto, la primera fuerza del país, que es ERC, se remangó y se tiene que sentar en ella porque allí está representando a Catalunya. Si alguien cree que no quiere representar a Catalunya en esta mesa, encuentro legítimo que no esté. No sé cuándo se podrá obtener una ganancia material de la mesa, pero el primero es que existe y el segundo que sé perfectamente que no tenerla resta. No hay otra alternativa que no sea sentarse ante el Gobierno del Estado. Vas construyendo una mayoría para hacer un referéndum inevitable y a ojos del mundo todos dicen que lo que tenemos que hacer es sentarnos. La legitimidad interna y externa se construye con la mesa de negociación.
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