Este artículo se publicó hace 3 años.
Economía coronavirusLa pandemia asfixia a pymes y autónomos: sus ingresos caen por debajo del 50% para casi la mitad de ellos
El tejido productivo micro soporta el grueso de los daños de la crisis provocada por el coronavirus y las medidas para afrontarlo con la pérdida de más de 35.000 empresas y más de 450.000 empleos.
Zaragoza-
La pandemia ha provocado una situación de asfixia en el espacio micro del tejido productivo y comercial, con caídas de los ingresos del 50% o más para casi la mitad de las pymes y los autónomos españoles que están poniendo en riesgo la viabilidad de miles de pequeños negocios y están desatando un inquietante repunte de la morosidad y la insolvencia.
Una encuesta realizada por UPTA (Unión de Profesionales y Trabajadores Autónomos) entre 3.750 autónomos revela cómo los ingresos del 45% de ellos ha caído un 50% o más en relación con los de 2019 y como consecuencia de la pandemia.
"No son buenos datos, y son concluyentes. Esta encuesta saca a la luz las vergüenzas de la situación económica actual", sostiene Eduardo Abad, secretario general de UPTA.
Esos resultados dibujan una situación menos boyante todavía que la que ya se perfilaba en el último barómetro de Cepyme, que recogía cómo la facturación se había reducido a la mitad o menos para casi el 40% de las pequeñas y medianas empresas del país.
"Ha habido un aumento notable de la morosidad, y resulta imprescindible que no se rompa la cadena de pagos porque eso tiene el riesgo de llevarse por delante a empresas viables y solventes que pueden verse arrastradas por otras morosas", anota Inma Prado, secretaria de Comunicación de Cepyme.
450.000 empleos menos en lo micro, 80.000 más en lo macro
La combinación de una crisis de oferta con otra de demanda a raíz de la pandemia está provocando una importante pérdida de unidades y de empleo en esos dos ámbitos del tejido micro.
Tras los nueve primeros meses de la pandemia hay operativas 36.455 pymes menos
Así, la Estadística de Empresas Inscritas en la Seguridad Social revela cómo tras los nueve primeros meses de la pandemia hay operativas 36.455 pymes menos, casi tres cuartas partes de las cuales (26.760, 73%) eran microempresas de menos de diez empleados, y cómo el sector de las pequeñas y medianas empresas ocupa a 375.869 trabajadores menos.
La pérdida de empleo está más distribuida que la de unidades productivas, con una caída de 78.011 en las microempresas, de 176.881 en el resto de los pequeños negocios (hasta 50 empleados) y de 120.977 en los de mediana envergadura (de 51 a 250).
Paralelamente, en el ámbito del trabajo autónomo se da una situación paradójica: al cierre del tercer trimestre de 2020 había datos de alta 22.853 profesionales más que un año antes, mientras el número de asalariados que dependían de estos se reducía en 82.715 para caer por debajo de los 830.000.
En ese mismo periodo, la gran empresa perdía solo 69 unidades productivas al mismo tiempo que las plantillas de las 4.791 restantes aumentaban con 81.377 nuevos empleados.
"La empresa pequeña está sufriendo más que la grande como consecuencia de la covid, salvo en sectores concretos como las aerolíneas, las cadenas hoteleras y el transporte de viajeros", explica Marcos Sanso, catedrático de Análisis Económico en la Universidad de Zaragoza, que destaca cómo "cada vez está habiendo menos incertidumbre, pero hasta mediados de año vamos a tener un panorama similar al del cuarto trimestre de 2020, que ha sido una mezcla del segundo y el tercero. Esa es la previsión que se puede hacer ahora".
Dos trimestres lánguidos a la espera de los efectos de la vacuna en el consumo
Casi tres de cada cinco autónomos encuestados por UPTA, el 59%, considera que la situación económica va a mejorar el año que viene, algo en lo que coinciden los pronósticos de todos los analistas, que también lo hacen en augurar una recuperación lenta y prolongada de en torno a tres años.
"Sorprende el elevado porcentaje de autónomos, un 37%, que cree que el próximo año será peor", señala Abad, que llama la atención sobre la caída de la facturación que refleja el sondeo, con solo un 8% de los negocios por encima de los 20.000 euros brutos al mes. "Hay muchos autónomos en una situación muy precaria, por debajo del mileurismo en muchos casos y con una presión fiscal de en torno al 27%", anota.
"Sorprende el elevado porcentaje de autónomos, un 37%, que cree que el próximo año será peor"
No obstante, el responsable de UPTA confía en que el año que viene pueda producirse una recuperación como consecuencia de dos factores. Por una parte, el proceso de vacunación, "que puede llevar a una reactivación del consumo interno a partir del segundo trimestre, aunque este puede ser peor que el último de este año y el primero del siguiente".
Y, por otra, los incipientes procesos de digitalización de los pequeños negocios. "El uso de medios digitales ha subido exponencialmente hasta utilizarlos el 55% de los autónomos para vender sus productos y servicios. Hay que profundizar en esa línea", añade.
"Si no se preservan las pymes va a haber más paro"
Los pronósticos de los pequeños y medianos empresarios, la mitad de los cuales ve sus negocios en riesgo, auguran que la crisis tendrá efectos negativos para el 60% de las unidades y muy negativos para otro 25,3%, mientras un 10,33% prevé superarla sin mayores incidentes y el 4,38% restante espera mejorar.
"La crisis, que llegó de manera imprevista, con inversiones en marcha, negocios en lanzamiento y plantillas amplias, ha modificado los hábitos de consumo y ha provocado una contracción de la oferta por las restricciones", indica Pardo, que recomienda a las empresas reestructurar ámbitos como la deuda, los alquileres, el uso de locales o el mantenimiento de líneas de negocio para asegurar la subsistencia. "Si no se preservan las empresas va a haber más paro y va a durar más", añade.
En este sentido, llama la atención sobre dos de los hándicap a los que el tejido pyme español se enfrentará en los próximos meses o años: un desmesurado endeudamiento que supera los 80.000 millones de euros desde finales de marzo, y que conlleva el riesgo de convertirse en un lastre pese al aligeramiento de los pasivos tras la anterior crisis, y la previsible pérdida de competitividad frente al tejido productivo de otros países en los que el apoyo público ha tenido forma de inyección económica y no solo de apoyo para contratar créditos con la banca privada.
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