Este artículo se publicó hace 5 años.
FinlandiaLa cuenta pendiente de España con las mujeres en primera línea de la política: qué nos falta para ser Finlandia
A pesar del gran avance que ha experimentado España en las últimas décadas, la brecha salarial, la adaptación del discurso público y las políticas de conciliación continúan siendo las grandes asignaturas pendientes para que se alcancen las cotas políticas que imperan en Finlandia.
Patricia H. Montenegro
Madrid-
El recién estrenado Ejecutivo de Sanna Marin se ha convertido en el anhelo de los gobiernos progresistas europeos. Finlandia, el primer país del mundo en otorgar plenos derechos políticos a las mujeres, cuenta a partir de ahora con un gobierno formado por un 63% de mujeres. Además, cuatro de las cinco fuerzas que conforman la coalición gubernamental –el Partido Socialdemócrata (SDP), el liberal Partido de Centro, los Verdes, la Alianza de Izquierdas y el Partido Popular Sueco (SFP)– están lideradas por mujeres menores de 35 años. Uno de los primeros logros de esta alianza millennial fue impulsar un cordón sanitario para impedir que el partido de ultraderecha, los Verdaderos Finlandeses (VF), lograra gobernar como ya lo había hecho en la anterior legislatura.
Aunque España avanza a grandes pasos gracias a la revolución feminista, mantiene importantes cuentas pendientes, entre ellas, una elevada brecha salarial, un discurso público anclado en fórmulas arcaicas y escasas políticas de conciliación que impiden la consolidación definitiva del modelo de igualdad y que se alcancen cotas de primera línea política, tal y como sucede en Finlandia.
Una paridad parlamentaria similar a la que hace gala el país nórdico ha acompañado a España desde el primer gobierno de Rodríguez Zapatero hasta la repetición electoral del 10N. De los comicios de abril (28A) salió un Parlamento compuesto por 166 diputadas y 184 diputados (un 47,4% de mujeres frente a un 56,9% de hombres) Sin embargo, la irrupción de Vox ha dinamitado esta realidad y ahora la paridad se sitúa en 151 diputadas y 199 diputados (un 43,1%). En datos absolutos, se ha registrado una caída de un 4,3% en presencia femenina en las Cortes. Este hecho no ha sido suficiente para materializar el cordón sanitario en España, a pesar de que representantes públicos de distinto signo, como Susana Díaz, Manuel Valls o Elsa Artadi, lo han considerado como una opción viable para hacer frente a las políticas xenófobas y ultranacionalistas de Vox.
Apuesta decidida por un modelo de igualdad
El contexto social y político en Finlandia no es fruto del azar. La paridad política es la consecuencia natural de un modelo de igualdad adoptado desde antes de la independencia del país (1917) y en el que la educación, pública y gratuita, se ha erigido como la piedra angular de dicho sistema. Tal y como afirma la politóloga y analista Cristina Monge, “se trata de un modelo donde la visión feminista tiene mucho recorrido y está más asentada en la sociedad que en otros países”. Este recorrido va más allá de las fronteras del Parlamento finés. Las políticas finlandesas copan actualmente todos los ámbitos públicos de decisión y consulta a nivel europeo. En este sentido, siete de los trece cargos electos que representan a Finlandia en el Parlamento Europeo son mujeres (53,8%) mientras que en España esta cifra solo alcanza al 47% de las europarlamentarias.
“Las políticas de discriminación positiva están muy interiorizadas en los países nórdicos y poseen avanzadas políticas de conciliación", afirma Verónica Fumanal
En su particular apuesta por adoptar un modelo de igualdad, España tiene que hacer frente a su escasa tradición democrática. “Las políticas de igualdad en Finlandia llevan desarrollándose más de 30 años, es decir, hablamos de democracias muy consolidadas frente a la experiencia española, de tan solo 40”, explica Verónica Fumanal, presidenta de la Asociación de Comunicación Política (ACOP). A pesar de ello, Fumanal considera que “España ha alcanzado unos niveles muy altos de igualdad normativa, pero ahora falta lo más difícil, aquello que no se ve como es la cultura, la sociedad o la identidad. Esto requiere de un proceso de cambio mucho más largo”.
Cambios en el discurso político
La consecuencia más relevante y tal vez la menos visible en la apuesta decidida de Finlandia por un modelo de igualdad son los cambios que afectan al discurso público. Los asuntos que se debaten en Eduskunta (Parlamento), así como los enfoques que se aportan, son radicalmente diferentes de aquellos países en los que hay menos mujeres que hombres en los puestos de responsabilidad. “Que haya más mujeres en el gobierno quiere decir que se está empezando a pensar de forma distinta y se está poniendo el foco en cosas que no se habían puesto, como los cuidados o la conciliación”, considera Monge. Sin embargo, no lo achaca al hecho de que los hombres piensen como mujeres sino como una suerte de consenso entre géneros: “El conjunto de hombres y mujeres ha entendido que hay otros temas a los que hay que poner mayor atención”.
Ahora bien, la paridad en términos absolutos no parece suficiente para cambiar la naturaleza del discurso: “Tampoco podemos caer en el error de encasillar a todas las mujeres con un único modelo de liderazgo”, afirma Fumanal. Estos cambios de discurso se han materializado en estructuras concretas como el impulso hacia el desarrollo sostenible, en lugar del crecimiento irracional, o la captación de talento artístico como motor de riqueza. Finlandia ocupa el séptimo puesto del Índice Global de Competitividad de Talento (GTCI) y cuenta con una Agenda 21 Finlandesa desde principios de la década de los 90. En España, sin embargo, “los discursos se mantienen muy masculinizados”, afirma Fumanal. La consecuencia más directa de ello es que el país está en el puesto 31 del ranking GTCI y no logró una hoja de ruta medioambiental hasta finales del pasado año, tres años después de que Naciones Unidas aprobase la Agenda de Desarrollo 2030.
Políticas de conciliación y brecha salarial
Las leyes estatales en Finlandia están diseñadas para que las mujeres no tengan que elegir entre su vida profesional y la personal. “Las políticas de discriminación positiva están muy interiorizadas en los países nórdicos y poseen avanzadas políticas de conciliación, permisos paritarios, etc”, explica Fumanal. Se trata de un sistema de bienestar orientado a equilibrar el tiempo que mujeres y hombres dedican a labores domésticas y de cuidado. En referencia a las posibilidades de compatibilizar trabajo y maternidad en España, la analista considera que “las mujeres en España todavía arrastran una pesada carga. Las que llegan [a altos cargos] lo hacen a menudo con una importante carga de renuncia personal que los hombres nunca sufren”.
En España el acceso a la política se ve mermado por la mayor carga de trabajo que representan las tareas domésticas. Un reciente estudio de Tània Verge y Raül Tormos prueba que el interés de las mujeres por la política es directamente proporcional al número de horas que dedica a estas tareas. “En España esto se puede solucionar con políticas que impulsen la corresponsabilidad”, propone Monge. El mismo estudio señala que hasta los 25 años la afiliación partidista es paritaria pero que, a partir de esta edad, la participación política femenina decrece considerablemente.
En cuanto a la brecha salarial, el indicador que mide los ingresos anuales de todas las mujeres en relación a lo que cobran los hombres, según los últimos los datos de Eurostat, Finlandia posee un 82% (un mayor porcentaje indica un mayor nivel de igualdad) y ocupa la cuarta posición en el ranking del Global Gender Gap. A pesar de haber empeorado en su marca con respecto a los datos recogidos para 2017, continúa en una posición envidiable. En España, a pesar de haber implementado medidas tendentes a reducir este indicador, la brecha salarial la coloca en el puesto 29º con un porcentaje de 74,6%. Esto quiere decir que la media de las mujeres en nuestro país cobran hasta 55 días menos que los hombres.
La experiencia finlandesa es, en líneas generales, difícilmente exportable. Sus elementos intangibles, historia, tradición y cultura, conforman un laboratorio de igualdad difícilmente reproducible. Sin embargo, supone un excelente horizonte en el que España y tantos otros países del mundo debe mirarse en los próximos años. La revolución feminista en la que España está inmersa lo agradecerá.
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