Carmen Polo llega al teatro con 'Dama dictadura': la cara más invisible de uno de los elementos cruciales del franquismo
La creación de la compañía Hermanas Picohueso invita al espectador a leer la revista '¡Hola!' como si de la vida de Carmen Polo se tratara. El justo y medido relato no ensombrece la tónica humorística que se eleva a lo largo de la obra.
La luz roja ilumina un pequeño estrado. Pronto, un juego de cámaras e imágenes caleidoscópicas introducen al espectador en esta historia casi perenne, una historia contada a través de la revista ¡Hola!, esa que tantas portadas dedicó a Carmen Polo, Carminha, la caudilla, la generalísima, la collares. No es una obra más, sino una de esas creaciones que saborear, aunque solo sea por un motivo: la futura extinta Fundación Nacional Francisco Franco la prohibiría si pudiera. Con el humor como forma allí donde el contenido parecía imposible poder hacerlo, solo una pregunta inunda la sala: ¿qué queda de Carmen Polo en todos nosotros?
La historia entre Carmen Polo y Lluki Portas se empezó a fraguar cuando unos amigos le regalaron a la dramaturga 21 revistas de ¡Hola! donde la mujer del dictador protagonizaba la portada. "Esa revista parece un archivo inocente, pero realmente habla mucho de la aristocracia española y la política del momento. En cambio, en el recopilatorio que hicieron por los 80 años de existencia de la revista en ningún momento pusieron algo sobre Franco o Carmen, es como si no hubieran existido", comenta la propia Portas, que acaba de pasar por el madrileño Teatro del Barrio y cuya gira continuará en los próximos meses.
De esta forma, cada escena de Dama dictadura es como si fuera una sección en dicha revista en las que se van desgranando las vicisitudes de una Polo que siempre estuvo muy presente en el régimen dictatorial. Y a pesar de que las escenas no se suceden de forma totalmente cronológica, sí tienen un recorrido marcado que guían en todo momento al espectador. Como dicen en la obra, "ella es más de Hola que de adiós", aunque algo de a Dios también tenía.
La interpretación de Portas, como Francisco Franco, y del magistral actor Josep Orfila, como Carmen Polo, se sumergen en esos pequeños vericuetos que describen a una persona, como su benevolencia. Las caras de asombro se iluminan en la sala cuando tiene lugar un pasaje acaecido en 1936 que a nadie deja indiferente.
En él, los dos actores interpretan el momento en que una prima de Carmen Polo, Máxima Torbado, se dirigió a ella para pedir clemencia por su hijo y su yerno, condenado al paredón. "Carmen le dijo que no podía molestar a Paco con esos asuntos, aunque luego se padeció de ello. Su prima terminó obligada a decidir a quién salvaba la vida, y eligió a su hijo", comenta Portas.
Polo como el faro de la moral nacionalcatólica
La obsesión por todo lo católico y cristiano y la moral que lo envolvió a lo largo de cuatro décadas de dictadura encontró a Carmen Polo como uno de sus máximos exponentes. No es casualidad. Una chica de clase alta como ella, cuyo padre al principio pensaba que casarse con Franco era como casarse con un torero, vio retrasada su boda hasta en dos ocasiones debido al cambio de destino constante del militar. Las nupcias llegaron en octubre de 1923.
Portas, que ha investigado en profundidad la imagen de Carmen Polo, afirma que "era una mujer totalmente entregada a su marido, tan católica que su deber único era estar con él, y lo que más quería es que triunfara", en sus propios términos. "Tienes que hacer algo, Paco, tienes que hacer algo", le decía una y otra vez Carmen Polo a Franco una vez iniciada la Segunda República, rememora la dramaturga.
De férrea moral nacionalcatólica, la mujer del dictador sí se metía en política. Ella, junto a Fraga Iribarne, se dedicaba a controlar la censura y decidir qué se podía publicar. "Se dice que era muy severa", comenta Portas. Tan severa que llegó a cerrar la popular revista Garbo unos meses por publicar una foto del torero Dominguín abrazando a su sobrina en bikini.
La intimidad es otro de los pasajes que también se aborda en Dama dictadura. El enamoramiento entre el gallego y la asturiana siempre estuvo en entredicho. En el libro Palomas de guerra de Paul Preston, el historiador afirma que no había amor entre ellos, y que sería Franco el que casi acosaba a su futura esposa yendo todos los días a entregarle cartas y mirarle entre los barrotes cuando ella, todavía una adolescente, estaba en misa. Tal y como completa Portas, "en los años 60, Jaime Peñafiel dijo que nunca en su vida había visto una muestra de afecto entre el matrimonio, y otros periodistas aseguran que rara vez interactuaban más allá de un sí o un no".
'La collares', ampulosidad, ingratitud
Lo que sí está claro es que Franco protegió a su mujer en todo momento, incluso hizo que abandonara el país antes del golpe de Estado que ya pergeñaba el futuro militar sublevado. "Luego está el tema de la hija, que nadie sabe si es de ellos porque absolutamente ninguna persona afirmó haber visto embarazada a Carmen Polo. Las malas lenguas cuentan que era hija de su tío Ramón con una prostituta. También estaba el problema de Franco, que le faltaba un testículo", apuntilla la directora teatral.
A nivel social, Carmen Polo se transformaba en la collares. Su pasión desorbitada por las joyas, y por no pagarlas, hacía temblar a los joyeros de allí por donde pasaba. De hecho, el gremio de joyeros de Palma o Barcelona organizaban una caja de resistencia para que, cuando la mujer del dictador expoliara lo que quisiera de uno de estos comercios, se pagara entre todos. Algunas joyerías, por otra parte, preferían echar el cierre si olían a Carmen Polo por las inmediaciones. "Y era muy rata. A su dentista le regaló una foto suya después de cuatro años de servicio gratuito", completa Portas.
Asesinatos fascistas, rémora del franquismo
A lo largo de Dama dictadura también aparecen tres asesinatos de fascistas que tuvieron lugar a principios de los 90. Lucrecia Pérez, migrante asesinada en noviembre de 1992, considerada la primera víctima del racismo y la xenofobia en España. Sonia Rescalvo, asesinada en octubre de 1991 de una paliza por un grupo de neonazis en Barcelona, considerado el primer crimen de una transexual por el mero hecho de serlo. Guillem Agulló, asesinado de una cuchillada en Castellón por individuos de extrema derecha en abril de 1993.
"Quería incluir estos pasajes en la obra porque, aunque hay otras muertes más antiguas o actuales, en estas creo que ha pasado el tiempo suficiente como para entender la herencia moral fascista que nos deja el pensamiento de Franco y Carmen Polo. Quiero que la gente se pregunte cuánto fascismo nos queda en este país, cuánto fascismo todavía no hemos eliminado", desarrolla la propia Portas.
Carmen Polo muere, la lucha sigue
La decadencia del dictador también tuvo repercusión en Carmen Polo. A pesar de que Franco murió en la cama en noviembre de 1975, una década antes ya le habían diagnosticado párkinson. "En esos años él tuvo menos poder y quien llevaba las riendas era Carmen dentro del bunker, junto a Carrero Blanco y Arias Navarro", expresa la dramaturga. Ese momento importante, en el que Carmen Polo piensa que "el barco de la dictadura se hunde", se conjugan diversos miedos en ella.
"No puede soportar los aires democráticos que entraban en el país, tampoco se fía de la realeza, y piensa que los tecnócratas se van a quedar con España, que vendrá cualquier liberal o rojo y les robará su victoria", explicita Portas. Su marido se muere, Amnistía Internacional reclama que la dictadura termine en el país y la CIA estadounidense controla de cerca los movimientos que sacuden a España. Nada de esto gusta a una agónica Carmen Polo que, además, ve cómo sus nietos parecen no seguir la senda del orden y la disciplina.
Superado el asesinato de Carrero Blanco, el ocaso del bunker, lejos de El Pardo, y con su marido enterrado en el Valle de Cuelgamuros desde hacía ocho años, Carmen Polo murió en febrero de 1988 de una bronconeumonía. El Gobierno socialista del momento no envió mensaje alguno. Los reyes eméritos sí asistieron al entierro. Desde que Franco fuera exhumado y llevado al cementerio de Mingorrubio en 2019, los restos del matrimonio reposan juntos. "Yo lo que me pregunto es cuánta de esa moral, de esa ideología, todavía está presente entre nosotros", repite Portas.
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