BILBAO
Fotos extrañas. Inesperadas. En junio, a las puertas de la llegada oficial del verano, ha nevado en Navarra. Los copos cayeron a 1.500 metros de altura, convirtiéndose en una de las imágenes del año en esta comunidad foral. Mientras allá arriba quedaba un manto blanco, aquí abajo se producían otras escenas que también serán recordadas en los anuarios: una delegación del PSN buscaba conseguir los apoyos necesarios para encabezar un "Gobierno de progreso".
Mientras María Chivite, líder del socialismo navarro, se esmeraba por buscar un acuerdo, los principales dirigentes políticos de la derecha –tanto a nivel de la comunidad foral como del Estado- sacudían fantasmas que ya fueron empleados en anteriores ocasiones para frenar la llegada de Gobiernos de signo progresista. Esas teorías fallaron en 2015, cuando nada pudo impedir que Geroa Bai encabezara un gobierno de cambio junto a Podemos, EH Bildu e Izquierda-Ezkerra.
Ahora, en un junio que empieza con nieve en las montañas, los principales dirigentes de la derecha han reflotado el argumentario habitual sobre los males endémicos que esperan a Navarra si vuelve a producirse un gobierno de izquierdas que, en esta ocasión, podría estar liderado por el PSN, aunque debería contar, sí o sí, con la abstención de EH Bildu en la sesión de investidura. De ahí los problemas.
“Frente a esas descripciones en términos apocalípticos de que esto se iba a llenar de banderas vascas, en estos últimos cuatro años no ha ocurrido nada de eso, sino que se ha mantenido una situación de normalidad institucional”, afirma a Público el sociólogo Ricardo Feliú, autor del libro “Navarrismo Pop” (Katakrak). De hecho, señala que “incluso se han producido algunas cosas curiosas”. “Por ejemplo –explica-, en el Palacio de Navarra hasta hace cuatro años había un escudo con la laureada, y ha tenido que llegar el cuatripartito para eliminar ese símbolo y colocar en su lugar otro que corresponda a la realidad constitucional de Navarra”.
Sin embargo, tanto el PP como UPN han visto una realidad diametralmente opuesta. “Desde 2015, el Gobierno foral está en manos de la izquierda abertzale, que tiene como objetivo que Navarra desaparezca”, alertaban los populares en un video que lanzaron hace ahora un año. “Para ello –continuaba la voz en off del spot- está imponiendo un proceso de batasunización con una hoja de ruta clara: 1) Imponer el euskera. 2) Imponer la ikurriña. 3) Imponer la anexión de Navarra al País Vasco”.
Así, en tres puntos y pocos segundos, el PP de Ana Beltrán –quien ahora integra la comisión negociadora creada por Pablo Casado para tratar de cerrar acuerdos municipales y autonómicos con Ciudadanos y Vox- resumía los mitos más utilizados por la derecha a la hora de hablar sobre Navarra.
Por su parte, UPN también ha azuzado fantasmas similares. En marzo pasado advertía que “el PNV negocia en el Congreso en nombre del Gobierno de Navarra”, afirmaba categóricamente que “las decisiones de Geroa Bai se toman en Bilbao” y, en esa misma línea, sostenía que “se busca que la ikurriña esté por encima de la bandera de Navarra”.
"Derecha opusdeísta"
En ese contexto, el politólogo Pablo Simón apunta hacia las características particulares del conservadurismo en este territorio, representado principalmente por UPN. No en vano, se trata de “uno de los pocos lugares donde ha habido una derecha muy ligada al Opus Dei”, afirma. No en vano, “Navarra Suma representa la derecha tradicional" de ese territorio, "muy dura en términos católicos y de derechos y libertades". "Una derecha muy opusdeísta”, subraya Simón.
Uno de los puntos centrales del discurso de ese espectro político ha girado en torno a la disposición transitoria cuarta de la Constitución, que contempla cómo debería producirse la incorporación de Navarra al País Vasco. Simón destaca que se trata de “uno de los temas favoritos de la derecha”, dado que le permite "plantear la polarización con el tema territorial” y utilizar “términos como ‘Navarra no se vende’ o ‘Navarra es autónoma’, algo que el propio PSN, que está a favor del foralismo, también comparte”.
La disposición transitoria cuarta no plantea "un modelo de ruptura o independencia", destaca Feliú
“En cualquier caso, la disposición cuarta plantea que sea el Parlamento de Navarra el que decida unirse a Euskadi para crear una comunidad autónoma diferente, pero dentro de España. No se trata de un modelo de ruptura ni de independencia, pero la derecha lo verá siempre como una amenaza hacia el orden propio del Estado español”, afirma Feliú. Precisamente, este sociólogo subraya que durante los cuatro años de gobierno cuatripartito encabezado por Uxue Barkos “en ningún momento ese tema estuvo encima de la mesa”.
De hecho, destaca que “hubo declaraciones de gente de EH Bildu que dijo claramente que no se daban las condiciones históricas aún para hacer ese movimiento”. “A día de hoy, los mismos partidos vasquistas son conscientes de cuál es la realidad sociológica de Navarra y que no existe ninguna mayoría que plantee eso”, sostiene.
La oferta de Esparza
Sin embargo, UPN, PP y Ciudadanos mantienen ese tema como uno de los puntos clave a la hora de hablar de Navarra. También con esos argumentos, Esparza busca ahora que el PSN le permita gobernar en la Comunidad foral para conseguir así que exista un Ejecutivo “constitucionalista”, frente al que la socialista María Chivite podría encabezar junto a Geroa Bai, Podemos e Izquierda-Ezkerra –siempre y cuando obtenga la abstención de EH Bildu en el pleno de investidura-.
“Si el PSOE pretende ser responsable y apartar al independentismo catalán para que no tome decisiones y en Navarra quiere ir con el PNV y EH Bildu, que no cuente con Navarra Suma”, dijo este viernes el dirigente conservador a Navarra Televisión. De paso, adelantó que a lo largo del fin de semana o más tardar el lunes llamaría a Chivite para volverle a plantear la necesidad de formar ese proyecto –repitió- “constitucionalista”.
Ese acuerdo del que hoy habla el líder de UPN ya fue posible en otros momentos de la historia reciente de este territorio. El momento más álgido se vivió en agosto de 2007, cuando la dirección del PSOE frenó un acuerdo entre el PSN, Nafarroa Bai (una coalición en la que no estaba presente la izquierda abertzale) e IU, obligando a sus compañeros navarros a facilitar el gobierno de Miguel Sanz. Cuatro años después, el PSN se acabaría integrando directamente en el Gobierno de derechas de Yolanda Barcina. El pacto se acabó rompiendo y el socialismo navarro terminó hundido.
La formación socialista consiguió reflotar en las elecciones autonómicas del pasado 26 de mayo, en las que pasó de siete a once parlamentarios y se situó como segunda fuerza detrás de Navarra Suma (integrada por UPN, Ciudadanos y PP), con 20 parlamentarios. El resto de la Cámara está compuesta por nueve representantes de Geroa Bai, siete de EH Bildu, dos de Podemos y uno de Izquierda-Ezkerra. El futuro de Navarra pasa ahora por sus manos.
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