Este artículo se publicó hace 8 años.
Ascensión Mendieta, más cerca de recuperar los restos de su padre fusilado: "Que me entierren con él"
Comienza la exhumación en Guadalajara de la fosa común donde se cree que está enterrado el padre de la querellante contra el franquismo en Argentina. Es la primera exhumación que se produce por orden de la Justicia del país sudamericano.
Alejandro Torrús
-Actualizado a
GUADALAJARA.- Cuenta Ascensión Mendieta que guarda una urna en casa para que cuando fallezca metan dentro del tarro un hueso de su padre y los entierren juntos. Ascensión tiene 90 años y lleva desde la muerte de Franco luchando por recuperar los restos de Timoteo Mendieta, su padre, que fue fusilado el 16 de noviembre de 1939 por "auxilio a la rebelión". Ella tenía sólo 13 años. La barbarie dejaba viuda y siete hijos huérfanos. Hoy Ascensión Mendieta está más cerca que nunca de su objetivo, su sueño y su única tarea pendiente. Esa que le encargó su madre antes de fallecer: exhumar la fosa donde están los restos de su padre para poder darle un entierro digno. "Quiero que me entierren con él", repite a los periodistas.
Un equipo de la ARMH comenzó el martes las tareas de exhumación en el camposanto de Guadalajara por orden de la Justicia de Argentina, que investiga los crímenes de la Guerra Civil y el franquismo. Un documento del propio cementerio señala claramente donde fueron alojados los restos del padre de Ascensión y de otros 21 represaliados. Las tareas comenzaron ayer, martes, a las 9.00 horas y, pocas horas después, a una profundidad de 90 centímetros, apareció el primer cráneo. Presenta un disparo en la cabeza. Las posibilidades de que esta sea la fosa que guarda los restos de Timoteo se disparan. Ascensión roza la justicia con los dedos.
"Han aparecido también un casquillo de bala, completamente deformado, que puede indicar que algunos de los asesinatos se efectuaron aquí", indica René Pacheco, que dirige las tareas de exhumación, y señala que es evidente que hay represaliados políticos aunque aún no se puede dar por confirmado que dentro de la fosa esté el padre de Ascensión.
"Han aparecido también un casquillo de bala, completamente deformado, que puede indicar que algunos de los asesinatos se efectuaron aquí"
La mujer apenas sí ha dormido. Se ha despertado a las 3 de la mañana y no ha vuelto a pegar ojo. Muestra la misma entereza que cuando con 88 años se subió a un avión, recorrió 10.000 kilómetros y declaró ante la juez argentina María Servini de Cubria denunciando el asesinato de su padre. Su testimonio emocionó a la jueza, que rápidamente lanzó el exhorto ordenando la exhumación de la fosa. La orden ha estado paralizada casi dos años en la Justicia española. Un cambio en los responsables del juzgado permitió que saliera adelante y el Ayuntamiento de Guadalajara permitió la exhumación el pasado 14 de diciembre.
Ascensión ve los trabajos sentada en una silla. La familia la protege del frío con una manta e insiste en que tome algo caliente. Los recuerdos se van agolpando en su cabeza. Dice que son "casi todos malos". Ascensión vuelve a revivir ese maldito 16 de noviembre en el que la represión franquista dejó viuda a su madre y huérfanos a ella y a sus seis hermanos. Recuerda la lucha de todos ellos por la dignidad de su padre. Recuerda, especialmente, a Paz, una hermana que la acompaña a las manifestaciones por el fin de la impunidad del franquismo y que falleció hace ahora dos años. A ella le hubiese encantado poder vivir este momento.
Por su cabeza vuelve a pasar el hambre y las penurias de la posguerra. La lucha por traer comida a casa. El estraperlo. Las visitas al cementerio cuando no les permitían ni entrar, o más tarde cuando ya sí les dejaban entrar pero no poner flores o una placa y, ya muerto Franco cuando ya les permitían entrar y poner flores pero no sacar de allí los restos de su padre.
Al entrar en el cementerio, Ascensión ha tenido que ver el enorme monumento a los caídos por Dios y por España que hay instalado en el camposanto. Ascensión no le da ninguna importancia. Está feliz. Su hija responde a aquellos que están en contra de la apertura de las fosas: "Que se pongan en el pellejo de mi madre, que solo quiere los restos de su padre para hacerle un funeral y un entierro digno. Somos gente muy pacífica. No tenemos ningún rencor", dice.
Al entrar en el cementerio, Ascensión ha tenido que ver el enorme monumento a los caídos por Dios y por España
Ascensión permanece gran parto del rato sentada y sin perder detalle. La mirada desvela la ilusión de una niña pequeña. Su rostro es el vivo retrato de la dignidad. Se mantiene sonriente. No han conseguido doblegarla. Con los años, eso sí, ha perdido audición. Apenas escucha las preguntas de la prensa y las palabras salen de su cuerpo con menos fuerza que hace unos años.
No lo hizo cuando todo estaba perdido hace años ni tampoco cuando la Justicia española paralizó el exhorto de Argentina. No se rindió ni cuando la barbarie fascista alcanzó de lleno a su familia y fusilaron a su padre por ser el presidente de UGT en Sacedón. Tampoco cuando detuvieron a su madre hasta en dos ocasiones. Lo de Ascensión, como lo de tantas otras mujeres a lo largo de la larga noche franquista y del tenue despertar de la democracia, ha sido luchar. No conoce a otra cosa.
Y así ha estado durante 40 años de democracia. Luchando. No pedía nada. No quería nada especial. Sólo dignidad para su padre. Y ahora por fin la está encontrando. El principal miedo de Ascensión era no vivir para verlo. Pero lo ha conseguido. Por eso rompió a llorar cuando Ana Messuti, abogado de las víctimas de la dictadura ante la Justicia de Argentina, le comunicó que iban a exhumar la fosa. El sufrimiento llegaba a su fin y Mendieta llegaba al final de su camino: encontrar a su padre.
Pero el día de hoy no sólo ha sido importante para Ascensión. Su hijo, Francisco Vargas Mendieta, recuerda que esto es una lucha colectiva. Que su abuelo estará, con toda probabilidad, fuera de la fosa común en las próximas horas o días, pero que miles de familias siguen buscando a los suyos. Según los datos oficiales, hasta 114.226 civiles siguen enterrados en cualquier rincón de la geografía española.
"Es el triunfo de la lucha de mi madre. Siento una felicidad inmensa y espero que esto puede dar pie a que los cerca de 116.000 que quedan en las cunetas salgan de ahí. Ojalá sirva para que todos los familiares puedan recuperar los restos de su gente. La democracia estará coja hasta ese momento", relata Francisco, hijo de Ascensión.
El presidente de la ARMH, Emilio Silva, considera que la exhumación que arrancó el martes es un "precedente muy importante" que puede "volver a ocurrir". "Ahora podemos volver a Argentina, denunciar otras desapariciones y que Argentina ordene exhumar esas fosas. Esto es muy importante", relata Silva, que denuncia trabas por parte de la Justicia española para que este precedente no se produjera. "Han estado mareando la perdiz... y se ha visto claramente que la Justicia española no quería que se produjera", continúa. Silva señala que esta exhumación puede marcar una nueva etapa dentro del movimiento por la recuperación de la memoria histórica.
"Primero vivimos la etapa de enunciar los crímenes, después llegó la etapa de denunciar y espero que ahora llegue el momento en el que sean los propios jueces los que se muevan", apunta. No obstante, aún quedan muchas tareas pendientes. Por ejemplo, la exhumación de Timoteo Mendieta la están pagando los socios de la ARMH y las ayudas que recibe esta asociación por el premio concedido por grupo estadounidense de Archivos de la Brigada Abraham Lincoln y los 20.000 euros anuales que les dona un sindicato noruego. La ley dice que es responsabilidad del Estado exhumar a las víctimas de desaparición forzada. De momento, no lo hace. La lucha continúa.
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