Opinión
Cambio climático: nuestro futuro en la encrucijada
Por Héctor Tejero
Diputado por Más Madrid en la Asamblea de Madrid y coordinador político de Más País en el Congreso de los Diputados.
-Actualizado a
Este lunes se ha presentado la primera parte del Sexto Informe (AR6) del IPCC que actualiza nuestro conocimiento científico sobre el cambio climático. El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) reúne a los mayores especialistas en el tema y sus informes, publicados tras numerosas revisiones, recogen la mejor evidencia científica disponible sobre el cambio climático.
En primer lugar, el informe vuelve a presentar datos abrumadores en las bases fundamentales del cambio climático que sabemos desde hace casi 30 años, a saber: está ocurriendo, lo causan las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) debidas a la actividad humana, sus consecuencias son y serán terribles, pero aún podemos evitar sus peores efectos si reducimos nuestras emisiones cuando nos movemos, generamos electricidad o producimos cosas.
Algunos de los datos presentados muestran los tiempos extraordinarios que nos han tocado vivir: Tenemos la concentración de CO2 en la atmósfera más alta de los últimos 2 millones de años. Los restos más antiguos de Homo Sapiens que conocemos son de hace sólo 300.000 años. Es decir, nunca jamás ningún ser humano se enfrentó a una atmósfera como la actual. La temperatura no había aumentado tan rápido al menos en los últimos 2000 años y el nivel del mar no lo había hecho en los últimos 3000. Son datos extraordinarios y abrumadores que dan cuenta de la magnitud del reto al que nos enfrentamos y de que cuando hablamos de emergencia climática en ningún caso estamos exagerando.
El trabajo fundamental del IPCC es modelar una serie de posibles escenarios globales denominados SSP (Shared Socioeconomic Pathways o Trayectorias Socioeconómicas Compartidas) que, asumiendo diferentes cambios sociales y económicos, dan lugar a diferentes evoluciones de las emisiones de GEI anuales.
Cada uno de estos escenarios de aumento o reducciones de emisiones provoca unos determinados aumentos de temperatura, por ejemplo, tal y como muestra la tabla, en el escenario SSP2-4.5 (seguramente el más probable a día de hoy) la temperatura promedio en 2040-2060 alcanzaría los 2º C por encima de la media preindustrial.
En 2015 casi todos los países del mundo se comprometieron en el Acuerdo de París a no superar los 2ºC y a hacer todo lo posible para evitar sobrepasar los +1.5ºC. Son aumentos de temperatura a partir de los cuales las consecuencias serán especialmente malas a nivel global. Sin ir más lejos, el informe publicado este lunes nos dice que si la temperatura aumenta por encima de los 1.5ºC, los eventos extremos de calor que antes ocurrían una vez cada 10 años ahora ocurrirán cada 2 años y medio y los que sucedían una vez cada 50 años, pasarán cada 6. Si pasamos los 2ºC, ocurrirán cada 1.7 y 3.5 años, respectivamente. Además de las muertes directas e indirectas por el calor, estas altas temperaturas extremas harán más frecuentes e intensos los incendios forestales, de manera que las apocalípticas escenas que estamos viendo estas semanas en Grecia o Turquía serán peores y más cotidianas.
A mediados de julio, Alemania y Bélgica sufrieron unas terribles inundaciones que dejaron más de 200 muertos. El nuevo informe nos dice que las lluvias torrenciales que las provocaron serán mucho más frecuentes y mucho más intensas. A +1.5ºC, lluvias que antes tenían lugar cada 10 años, lo harán cada 6 y serán un 10% más intensas.
Particularmente grave es la previsión de un aumento de la frecuencia de sequías agrícolas. En tanto que afectan muy directamente a las cadenas globales de producción de alimentos y, por tanto, a sus precios, son uno de los fenómenos con mayor impacto individual y social y, de hecho, suelen estar detrás de numerosos conflictos a lo largo del planeta.
Sin embargo, la lección clave del informe es que nuestro futuro depende completamente del conjunto de decisiones políticas y económicas que se tomen en la próxima década. El informe es un mapa que nos coloca en un cruce de caminos y nos dice hacia dónde lleva cada uno. Pero la salida a esa encrucijada va a depender de la movilización social y política. Por eso, la principal tarea del ecologismo político es acelerar la transición ecológica, hacerla más ambiciosa. Reducir radicalmente nuestras emisiones para evitar los peores escenarios climáticos no es sólo una transición técnica, es también una cuestión política. Una transición ecológica que esté a la altura del reto al que nos enfrentamos ha de ser, sin duda, justa y en beneficio de la inmensa mayoría. Debe generar cientos de miles de empleos verdes, debe afrontar el vaciamiento de nuestro país, debe abaratar el precio de la luz y debe dar alternativas de movilidad sostenible no sólo en las grandes ciudades si no también en y entre las pequeñas.
Lamentablemente, desde Más País pensamos que el Gobierno de España no está haciendo lo suficiente. No lo hizo a principios de año cuando aprobó una Ley de Cambio Climático necesaria pero que nacía vieja, insuficiente para la ciencia y la mayoría de organizaciones ecologistas. No lo hace cuando los aumentos históricos del precio de la luz corren en paralelo a los beneficios históricos de las grandes eléctricas. No lo hace, en definitiva, cuando apuesta por inversiones multimillonarias en aeropuertos para unos pocos mientras sus votantes van apiñados en vagones de cercanías o dependen del coche para ir al hospital más cercano.
El Gobierno debería tomarse el informe del IPCC como un toque de atención e impulsar políticas verdes innovadoras que nos pongan en la cabeza de las transformaciones que vienen y que nos hagan sentir orgullosos de nuestro papel en la lucha contra la crisis climática. Desde Más País no hemos dejado de proponer algunas: reducir la jornada laboral, eliminar progresivamente los vuelos con alternativa ferroviaria o una renta climática que reparta entre quien menos tiene los impuestos a quien más contamina. El Gobierno ha asumido muchas de estas propuestas en sus prospectivas para 2050. El problema, como demuestra el VI informe del IPCC, es que 2050 será demasiado tarde.
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