Opinión
Un Afortunado Error (1/4): Y... ¿habrían podido lograrlo?
Por Yuri
-Actualizado a
LA PIZARRA DE YURI.- Ahora que ya descubrimos el error que cerró el camino nazi a la bomba atómica... ¿como es posible que no se dieran cuenta? Además, en este último episodio (por el momento), nos permitimos especular un poco: sin ese error... ¿habrían podido lograrlo? Y si lo hubieran logrado, ¿habría sido posible un mundo nazi triunfal?
Idioma: Castellano americano neutro.
Próxima temporada: La Ansiedad de Sofía
en febrero de 2023.
Y SI QUIERES LEERLO:
Poquísima gente recuerda que, en la Segunda Guerra Mundial, los submarinos de la Alemania Nazi fueron capaces de merodear las costas norteamericanas hasta el final. Y eso incluye al golfo de México.
Por ejemplo: siendo 12 de junio de 1942, el U-202 desembarcó con éxito a un equipo de saboteadores en Long Island, Nueva York. Seis días después, el U-584 hizo lo propio cerca de Jacksonville, Florida. Aunque los saboteadores fueron traicionados antes de alcanzar sus objetivos, ambos buques habían cumplido su misión y regresaron sin novedad a su base en Brest, en la Francia Ocupada. Durante 1942 y 1943 hubo más de veinte submarinos alemanes operando en el golfo de México hasta la misma boca del Mississippi.
Y en fecha tan tardía como el 5 de mayo de 1945, con Hitler ya muerto, tres días antes de la rendición final alemana… el U-853 torpedeó aún a un último mercante norteamericano frente a Rhode Island antes de ser hundido a su vez: el carguero Black Point, de 5,300 toneladas, en la posición 41° 19'N, 71° 23'W. Eso está junto a la mismísima entrada del estuario de Long Island, a 120 millas escasas de Manhattan y 70 de Boston.
Cualquiera de esos submarinos podría haber transportado a bordo una primitiva bomba atómica con destino a la Costa Este de los Estados Unidos.
Imagina…
Imagina que ahora la Historia, en vez de hablar de Hiroshima y Nagasaki, hablara de Nueva York y Boston. O, más cerca de Alemania, Portsmouth y Southampton. O de las grandes refinerías del golfo de México.
O de todas, una detrás de otra, ¿por qué no? Como demostraron los propios Estados Unidos, una vez que tienes los reactores para abrir una línea de producción industrial de plutonio, el cielo es el límite. Después de Hiroshima y Nagasaki, podían producir otras siete bombas en los siguientes tres meses, y tres al mes a continuación. Ve contando ciudades o bases aliadas al alcance de los submarinos nazis —o japoneses— tanto en el Atlántico como en el Índico o incluso el Pacífico.
Y si no digo Londres, Moscú, Liverpool o Leningrado, es sólo porque hacia el final del conflicto los nazis ya no tenían bombarderos ni cohetes capaces de llegar hasta ahí y los accesos marítimos estaban demasiado minados. Que si no, también.
Como ya dijimos en los episodios anteriores, nada de esto pudo ser por una multitud de factores que paralizaron al programa nuclear alemán antes de despegar. Sin embargo, sólo hubo un problema que fuera totalmente, decisivamente crucial: el error del futuro premio Nobel Walther Bothe cometido a principios de 1941 que te conté en el último episodio. Si no lo has escuchado aún, no te lo puedes perder o no entenderás nada de nada.
Quedamos en que al final de ese año, con las fuerzas alemanas ya detenidas a las puertas de Moscú, el ministro de Armamento y Municiones Fritz Todt comunicó a Hitler que la economía de guerra alemana estaba al límite. A partir de ese momento, cualquier incremento de gasto en un ámbito debía conducir necesariamente a una reducción en otros o el país colapsaría. Lo que incluía, claro, a los institutos del uranio que habían ido surgiendo en torno al concepto de un programa nuclear.
Hubo una primera reunión evaluadora a principios de 1942. Durante esa reunión se vio que sus expectativas militares eran demasiado remotas: pasaría un largo tiempo antes de que se pudiera construir un reactor de uranio natural y agua pesada capaz de producir plutonio en cantidad. No habría bomba atómica en breve. Así pues, se decidió sacar este proyecto del ámbito militar y devolverlo al civil, bajo control del Ministerio de Educación. En ese momento, el cénit del programa atómico nazi, apenas había un total de setenta personas implicadas directamente en el mismo.
El 26 y 27 de febrero de 1942 se convocaron dos reuniones simultáneas para tratar el asunto en mayor profundidad, con la participación de todos los científicos nucleares principales. Se invitó al genocida Heinrich Himmler y al general Keitel, comandantes en jefe de las poderosas SS y de las Fuerzas Armadas Alemanas respectivamente. Pero, debido a una equivocación administrativa, les mandaron el programa de conferencias científicas en vez de los encuentros de interés político-militar. Tanto Himmler como Keitel debieron pensar "¿Qué demonios pintamos nosotros en unas jornadas de físicos?" y declinaron asistir.
Pese a ello, las reuniones resultaron satisfactorias. Se aceleró la construcción de una planta de agua pesada en Alemania, en Leuna, por cuenta del gigante químico IG Farben. Pero seguían dependiendo de Norsk Hydro, que ahora producía unos 140 kg de calidad superior al 99% cada mes. La nueva planta de Leuna no estaría lista hasta finales de la guerra... fabricando agua pesada a apenas el 1%.
De todos modos, el programa atómico no regresó al ámbito militar.
En mayo, Degussa había manufacturado ya tres toneladas y media de uranio para la pila atómica de Heisenberg. Hacia finales de ese mes realizaron el primer intento en Leipzig: el reactor L-IV, con 750 kilos de uranio puro y 140 de agua pesada. Produjo neutrones, un 13% más de los que consumía, pero aún estaba muy lejos de sostener una reacción en cadena.
Sin embargo, era un éxito: simplemente aumentando su tamaño, conseguirían un reactor nuclear efectivo. Heisenberg calculó que con diez toneladas de uranio metálico y cinco de agua pesada bastaría. El 28 de mayo, Degussa enviaba la primera tonelada a sus talleres de Fráncfort para cortarla en piezas del tamaño adecuado.
Pero el agua pesada seguía llegando desde Noruega a un ritmo exasperantemente lento. ¡Si hubiera algo para sustituirla...! Alrededor, las fábricas germanas producían constantemente miles de toneladas de carbono purificado y grafitos elaborados con buen carbón alemán, para múltiples usos civiles y militares, ignorando que tenían en sus manos la clave de la bomba atómica.
El 4 de junio de 1942 llegó el momento más decisivo del programa atómico alemán: Heisenberg viajó a Berlín para entrevistarse con el poderoso ministro del Reich Albert Speer, íntimo de Hitler.
En la reunión, celebrada en el Instituto Kaiser-Wilhelm de Berlín-Dahlem, estaban también presentes otros pesos pesados de la ciencia, la política y el ejército. Heisenberg les explicó que era posible construir una bomba del tamaño de una piña capaz de aniquilar una ciudad. Pero, a continuación, anunció que Alemania no podría construirla en muchos meses; y, de hecho, representaba una imposibilidad económica con las tecnologías disponibles. Los asistentes, que se habían excitado mucho con la primera afirmación, quedaron decepcionados tras la segunda.
El día 23, Speer se reunía con Hitler. En el transcurso de una larga conversación sobre múltiples temas, apenas mencionó el asunto de la bomba atómica… y de manera poco entusiasta. Así, el programa nuclear nazi perdió definitivamente el interés de los políticos y los soldados. A pesar de ello siguieron financiándolo y prestándole asistencia hasta el final de la guerra, aunque como un proyecto civil de orden secundario para la futura producción de energía eléctrica.
En torno a esas mismas fechas, los aliados identificaron el interés nazi en el deuterio noruego y pusieron en marcha una campaña de sabotajes y bombardeos contra la instalación de Norsk Hydro en Vemork, conocida por la historia como la batalla del agua pesada. Hubo grandes actos de heroísmo y famosas películas... pero en realidad, a esas alturas, Alemania ya estaba fuera de la carrera por la bomba atómica. Lo único que lograron estas acciones bélicas fue retrasar aún más la investigación civil. Para 1944, la instalación estaba tan dañada que ya sólo producía agua pesada al 1%.
Aún así, siguieron avanzando. Cada vez más despacio, conforme la guerra en el Este demandaba más y más de la sociedad alemana, los bombarderos del Oeste aniquilaban sus ciudades e industrias, el agua pesada llegaba cada vez más despacio y más impura. Varias instalaciones esenciales resultaron destruidas durante los bombardeos de alfombra. El suministro de corriente eléctrica era a cada día más azaroso, los recursos más raros y caros.
Hacia el otoño de 1944 los cohetes balísticos V-2 de Von Braun comenzaron a atacar las ciudades enemigas... con componentes realizados en un grafito de alta calidad muy similar al que habría salvado el programa atómico tres años y medio antes.
También fue en esa época cuando, por el propio avance de la ciencia, los científicos alemanes adquirieron consciencia de que habían estado equivocados todo ese tiempo. De que la teoría era correcta y el experimento práctico de Bothe estaba mal: el grafito es un extraordinario moderador neutrónico que habría permitido a la Alemania Nazi crear tempranamente reactores generadores de plutonio. De plutonio militar.
Pero a esas alturas ya no tenía arreglo. Aún llegaron a construir un último reactor en marzo de 1945, el B-VIII de Haigerloch, utilizando una solución mixta de agua pesada y grafito. Tenía las características tecnológicas para alcanzar la reacción en cadena autosostenida, pero aún resultaba demasiado pequeño debido a las carencias de agua pesada. A esas alturas, los Estados Unidos ya estaban produciendo plutonio industrialmente en Hanford, estado de Washington, allá al ladito del Pacífico canadiense. Con uranio natural y… grafito, por supuesto.
A finales de abril de 1945, las tropas anglo-norteamericanas conquistaban Haigerloch y otras instalaciones esenciales para el programa nuclear alemán, mientras el Ejército Rojo hacía lo propio por el este.
El día 30, Hitler se suicidó en su búnker.
El 2 de mayo, el comandante de Berlín rendía la capital del Tercer Reich al general soviético Vasily Chuikov.
Cinco días después, los restos de la Alemania Nazi se rendían incondicionalmente a los aliados.
Las misiones Alsos norteamericana y soviética hicieron su particular agosto llevándose todo el material y personal científico de alto nivel al que pudieron poner las manos encima.
La historia aún tuvo un último coletazo: el 14 de mayo, un buque estadounidense capturaba al submarino U-234. Iba cargado con materiales nucleares y otros componentes tecnológicos avanzados, en dirección a Japón. Se cuenta que algunos de estos productos llegarían a su destino tres meses después... como parte de las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Aunque, en realidad, los gringos sacaron la mayor parte del uranio para el proyecto Manhattan de la mina Shinkolobwe de Katanga, que estaba bajo control aliado. Eso está ahora en el Congo.
Aún hoy se discute por qué un físico tan extraordinario como Walther Bothe, que ganaría el premio Nobel en 1954, cometió ese error fatal en sus mediciones del grafito.
Algunos creen que el electrografito purísimo suministrado por Siemens-Plania para el experimento no era tan puro, sino que estaba contaminado con boro. El boro es un poderoso absorbente neutrónico capaz de alterar los resultados: un solo gramo captura tantos neutrones como cien kilos de carbono.
En aquella época era común que en el proceso de elaboración industrial del grafito se utilizara carburo de boro, un hecho que Szilárd sabía y tuvo en cuenta durante los experimentos análogos en los Estados Unidos. Pero Bothe, aparentemente, no estaba al tanto de este detalle. A pesar del cuidadoso análisis de la pureza del grafito realizado por este último, incluso cantidades diminutas de boro bastarían para reducir la longitud de absorción de la muestra por debajo del mínimo exigible en un moderador neutrónico.
Otros deducen que los bloques de grafito utilizados no encajaban perfectamente entre sí y, al sumergirlos en el agua, mantuvieron burbujas de aire en su interior. En este caso, el nitrógeno del aire podría haber producido un efecto parecido. Esta era la opinión del propio Werner Heisenberg.
Hay incluso quien piensa que Bothe saboteó los resultados. Walther Bothe despreciaba profundamente a los nazis por el asunto de la física aria, que dejó a Alemania sin muchos de sus mejores científicos, por ser judíos, y obligó al resto a ignorar los avances de la llamada física judía… como la Teoría de la Relatividad de Einstein.
La Teoría de la Relatividad es esencial para desarrollar la energía nuclear y por tanto la bomba atómica. De hecho, el propio Heisenberg tuvo que pedir un permiso especial a Heinrich Himmler para usarla en sus trabajos, que le fue concedido en 1938 bajo la condición de que no mencionara en ellos ni a Einstein ni a ningún otro autor judío.
Todo esto le parecía abyecto a Bothe, que además, curiosamente, estaba casado con una rusa llamada Barbara Belova. O sea, con una eslava, subhumana a ojos nazis. Y —a diferencia de lo ocurrido con sus colegas— los vencedores no le molestaron tras el fin de la guerra.
Si lo hizo a propósito, Bothe, perfecto conocedor de las fortalezas y debilidades de Alemania, habría bloqueado deliberadamente el único camino practicable por los nazis para conseguir la bomba atómica. Al cortar el paso al grafito, sabiendo de las dificultades relacionadas con el enriquecimiento de uranio y con el agua pesada, cerraba también de hecho la vía del plutonio al Tercer Reich. O al menos se lo ponía muy difícil.
Sin embargo, Bothe jamás reconoció esta posibilidad, aunque sin duda le habría hecho quedar como un héroe tras la victoria aliada. Lo único que dijo respecto a sus resultados erróneos fue que Heisenberg no había tenido en cuenta los márgenes de error (aunque, como vimos, eran muy ajustados: 36 contra 37 centímetros, con dos de margen de error).
En realidad, el fallo esencial de la ciencia alemana en el programa nuclear fue no contar con un mecanismo de verificación independiente. Así lo reconocía Heisenberg, en la entrevista mencionada al principio:
–Werner Heisenberg en entrevista concedida a un profesor universitario estadounidense el 3 de julio de 1967.
Si hubiera existido un mecanismo de verificación independiente que comprobara los datos de sus colegas, el error de Bothe se habría tornado evidente en el mismo 1941 y Alemania habría podido usar el grafito como moderador desde el principio. En ausencia de verificaciones independientes, toda afirmación tiene que darse por buena sin garantía alguna, incluso aunque vaya en contra de todo lo que se sabe hasta el momento (como ocurrió en este caso: la teoría no predecía una longitud de difusión tan corta, ni tampoco las mediciones preliminares anteriores del propio Bothe).
Por eso se insiste tantas veces: toda afirmación debe ser demostrada, todo experimento debe ser reproducible y reproducido, todos los resultados deben verificarse independientemente. Esto es esencial para el método científico. Cuando no se respeta, ya vemos las consecuencias, en este o en cualquier otro ámbito.
Yyyy… no vamos a quedarnos con la gran pregunta en el tintero, ¿verdad?
¿Habría sido realmente posible?
OK, OK: ya hemos dicho un montón de veces que el error de Bothe no fue, ni con mucho, el único problema que plagó al programa atómico de la Alemania Nazi.
Como ya apuntamos, uno de los más básicos fue el volumen económico total del Tercer Reich, al menos en comparación con el de los Estados Unidos. Durante la mayor parte de la guerra, el producto nacional bruto alemán era superior al británico, el francés o el soviético; pero de dos a tres veces más pequeño que el estadounidense. Este abismo económico explica por sí solo la relativa facilidad con que la potencia norteamericana pudo desarrollar el proyecto Manhattan.
No obstante, los Estados Unidos recorrían simultáneamente la vía del plutonio y la del uranio, mucho más cara. Yendo sólo por la del plutonio, un programa nuclear resulta notablemente menos costoso; puede que incluso hasta el punto de igualar estas diferencias en poderío económico total.
Otro problema notable fue la llamada generación perdida de científicos alemanes. Debido a las persecuciones políticas y raciales, un gran número de científicos europeos y específicamente alemanes huyeron a los Estados Unidos, donde terminarían constituyendo la columna vertebral del proyecto Manhattan. Estupideces racistas como ese asunto de la Física aria, junto a las [distintas] ciencias patrióticas o la depuración política del profesorado, no hicieron nada por mejorar el estado de la ciencia que quedó en la Europa controlada por el nazifascismo y sus aliados.
Y, sin embargo, como hemos visto, Alemania mantenía un número significativo de científicos destacados pertenecientes a la generación anterior.
Un tercer problema significativo fue la dificultad de acceso a algunos productos esenciales. Europa no es un continente que se caracterice por la abundancia de recursos naturales; incluso conquistando la mayor parte, como había logrado el Tercer Reich a finales de 1940, sigues necesitando un montón de cosas.
El mismo uranio —aunque suficiente— hubo que rebuscarlo por varias fuentes distintas, desde las minas de Checoslovaquia a las reservas belgas; Estados Unidos sacaba todo el que quería de las minas de Katanga, en el actual Congo.
No tenían helio. El petróleo y los combustibles fueron un quebradero de cabeza para los nazis durante toda la guerra. Y así, mil cosas. En general, a Alemania todo le salía mucho más caro y trabajoso de obtener, porque debía conseguirlo fuera de Europa… y, al atacar a los aliados occidentales y la URSS a la vez, ella misma se cerró todos los caminos tanto por el Atlántico como por la estepa. Esto acabaría produciendo también importantes carencias entre la población.
A pesar de ello, no hay ningún motivo claro por el que estas carencias hubieran podido detener o retrasar significativamente la vía del plutonio, si no hubiera sido por ese asunto del agua pesada.
Y, por supuesto, conforme avanzaba la guerra los bombardeos y las derrotas constreñían la economía alemana cada vez más y les iban privando de industrias y recursos fundamentales. Hacia el final del conflicto, algunas instalaciones clave para el programa atómico resultaron destruidas o severamente dislocadas. Pero para cuando eso ocurrió, la guerra ya estaba perdida y el camino al arma nuclear, abandonado tiempo atrás en favor de aquellos últimos reactores de juguete.
El error de Bothe fue el único factor determinante que cerró decisivamente el único camino practicable hacia la bomba atómica para el Tercer Reich desde fechas tempranas. Precisamente por todas estas limitaciones, Alemania debía haber tomado desde el primer momento y sin dudarlo la vía del plutonio producido en reactores de uranio natural-grafito. Así lo consiguieron casi todas las potencias nucleares.
Pero fueron retrasos y encarecimientos lo que desmotivaron a la dirigencia política y militar del Tercer Reich, así como a los propios científicos. Si en Alemania no hubo una acción política decidida para unificar el proyecto atómico y dotarlo de medios abundantes fue precisamente porque el largo camino del agua pesada lo hacía poco atractivo de cara al desenlace de la guerra. Si hubiera habido una vía rápida —el reactor de grafito, como en Estados Unidos y luego la Unión Soviética—, seguramente se habrían tomado mucho más interés.
Quizá sin el error de Bothe, y con un programa atómico decidido y bien dotado, la Alemania Nazi podría haber completado su primer reactor de uranio natural-grafito al mismo tiempo que los estadounidenses o poco después: finales de 1942, principios de 1943. Incluso antes, mediando cierta genialidad. Tampoco parece haber ningún motivo claro por el que no hubieran podido empezar a producir plutonio a escala industrial hacia finales de 1943 o principios de 1944 (los norteamericanos lo lograron a mediados de 1943). Y una bomba primitiva entre 1945 y 1946.
Para ser de utilidad, obviamente, la Segunda Guerra Mundial tendría que haber durado un poco más; pero no debemos olvidar que las decisiones científicas principales se tomaron a principios de 1941, cuando todas las opciones políticas y militares estaban abiertas aún.
No era estrictamente preciso invadir la URSS en junio de 1941, sobre todo si piensas que pronto tendrás bombas atómicas para devastarla a tu gusto.
Tampoco era totalmente necesario que Japón atacara Pearl Harbor en diciembre de 1941, propiciando así la entrada de Estados Unidos en la guerra y la activación final del Proyecto Manhattan durante 1942.
Y mucho menos que Alemania les siguiera ciegamente con su declaración de guerra a los gringos.
Todo eso era en gran medida inevitable y habría terminado por suceder de una manera u otra, pero no tenía por qué ocurrir tan deprisa como sucedió.
Si los nazis hubieran sustentado la convicción íntima de que sus científicos andaban detrás de algo importante, una wunderwaffe como jamás vio la Humanidad, habrían tenido una motivación clara para enfriar la evolución del conflicto en vez de acelerarla como hicieron. Un 1941–1942 de moderada intensidad (parecida a lo que fue el periodo agosto de 1940 – junio de 1941, con enfrentamientos eminentemente periféricos y un reforzamiento de la Defensa del Reich) habrían sido suficientes con alguna probabilidad.
Pues si Alemania hubiera podido seguir la vía del plutonio usando reactores de uranio natural-grafito, puede que hubiera bastado con retrasar las cosas catorce o dieciocho meses para asegurarse una bomba atómica como la de Nagasaki antes del final de la guerra.
Dado que no había ningún motivo para retrasarlas, dado que el programa nuclear alemán se había convertido en poco más que una curiosidad científica irrelevante a partir del error de Bothe en enero de 1941 y sobre todo desde la reunión con Speer de junio de 1942, las cosas sucedieron como sucedieron. El Tercer Reich invadió a la URSS en junio de 1941, Japón atacó Pearl Harbor en diciembre, Estados Unidos y la Unión Soviética entraron en modo overkill, y el resto de la historia resulta sobradamente conocido. Para bien.
Dirección: Dany Saadia.
Documentación y guiones: Toni E. Cantó, "Yuri".
Locución y producción: Eduardo Albornoz.
Con música de: artlist.io
© Dixo 2023
Este podcast Un Afortunado Error (4) - Y... ¿habrían podido lograrlo? es una obra original de Dixo y, excepto donde se indique específicamente lo contrario, lo difundimos bajo licencia Creative Commons BY-NC-ND 4.0 Internacional.
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