Opinión
Nos van a comer
Por Juan Ignacio Ruiz-Huerta Sáez
Ex jefe de gabinete del Defensor del Pueblo. Jubilado.
Anda de ronda el facherío por los callejones del golpismoyy este fin de semana ha dado un nuevo paso al frente en el barrio en que vivo. Los habitantes de Arganzuela amanecimos el domingo pasado contemplando estupefactos nuestros portales infestados de octavillas en las que se señala a uno de los convecinos más detestados por la ultraderecha: el ministro de la Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños. Al salir de casa pude contar hasta trece carteles, esparcidos por el suelo, con la imagen del ministro citado, ornamentada con dos cuernos pintarrajeados de rojo, y un titular que reza: “Soy el vecino FILOETARRA. El de la MEMORIA HISTORICA (sic) de nuestros ABUELOS”. Guardo uno de esos panfletos que incluye también una especie de “currículum” delirante de Bolaños, al que tilda de “friki” y le acusa de haber sido “árbitro de fútbol, repartidor de ‘pizzas’ y asesor de inmigrantes”. Y de romper España, por supuesto. Este señalamiento a un político, al estilo de la banda terrorista ETA, es otro paso más, otro peldaño en la escalada golpista del fascismo .
También hace unos días, en el cercano barrio de Lavapiés, el bar Achuri, un proyecto corporativo de autoempleo alejado de las lógicas capitalistas, lanzaba un comunicado a su clientela, mayoritariamente de izquierda, para informarla de las amenazas, intimidaciones y agresiones que el bar está sufriendo por parte de individuos neonazis que se han apoderando del barrio. La misma calaña de bárbaros que, hace menos de un mes, quemaron los enseres de un campamento de personas inmigrantes sin hogar instalado junto a la iglesia de Nuestra Señora de Europa.
Pero el fascismo no solo anda de romería por calles y plazuelas. En una de las últimas sesiones del Congreso, un miembro de VOX reivindicaba por enésima vez la dictadura franquista, mientras otro compañero suyo de partido le espetaba a la diputada de Podemos, Martina Velarde: “¡Tómate la pastilla!”. Y la semana pasada, el Senado acunó en sus tribunas el aquelarre, presidido por Mayor Oreja, de unos androides que intentaban devolvernos a los simpáticos tiempos en que la Inquisición española se encargaba de mantener la ortodoxia católica, hoguera mediante, frente a herejes y relapsos.
Si a ello sumamos la ofensiva de la derechona mediática que ha encontrado un filón en ese cuentacuentos llamado Aldama, capaz de asegurar -con tal de huir del trullo- que Pedro Sánchez incendió la catedral de Notre Dame, y le añadimos el lawfare de unos jueces que mantienen investigados al Fiscal General y a Begoña Gómez hasta ver si encuentran algo de lo que acusarles que valga la pena, tenemos configurado el golpe contra la democracia que se está ejecutando desde el rincón oscuro en que se agita la peor burguesía de España.
Los ciudadanos y ciudadanas con algo de sentido común vemos horrorizados el avance del fascismo envalentonado que exhibe sus bravuconerías sin la menor vergüenza. Sentimos ese “miedo que da miedo” del que hablaba García Lorca. Y observamos atónitos a nuestros gobernantes instalados en una suerte de inacción en la que solo reman los suspiros.
¿A qué espera el Gobierno para reaccionar? ¿Por qué no establece legalmente, por ejemplo, criterios claros y objetivos para la adjudicación de publicidad institucional a los medios de comunicación? Según el periódico El Salto, la Comunidad de Madrid ha inyectado 1’27 millones de euros de nuestros impuestos a ese panfleto llamado Okdiario. ¿Por qué no se retiran las subvenciones a los medios que han sido condenados por mentir o a los que no rectifican las mentiras? Es del todo incomprensible la pasividad de la Fiscalía. ¿Por qué no actúa contra quienes difunden bulos? Contra quienes injurian y calumnian. ¿Por qué no está imputado ya ese jefe de gabinete y filtrador de asuntos judiciales que amenazó a una periodista de elDiario.es enviándole un mensaje de ‘whatsapp’ que decía: “Os vamos a triturar. Vais a tener que cerrar”. ¿No se van a investigar los contratos concedidos a dedo por la Xunta a la hermana de Feijòo? Pegarle con el palo de una escoba al Presidente del Gobierno y destrozar su coche, como hicieron los ultras en Paiporta, ¿no es un delito de atentado contra la autoridad? ¿Cómo es posible que el CGPJ no sancione a los jueces y magistrados que insultan cada día al Gobierno desde las redes sociales? ¿Se está investigando al autor o autores de los carteles que señalan al ministro Bolaños?
Cierto que el PSOE no movió un dedo mientras la caverna se ensañaba con Iglesias y Montero. Miró para otro lado porque creyó que le venía bien aquel ataque indecente y despiadado contra Podemos. Pero ahora, como en el célebre poema de Niemöller, vienen a por ellos, a por el Gobierno. Y siguen sin actuar. Lo que pudre la democracia no es la perversidad de los malvados, sino el miedo. El silencio de la llamada buena gente.
Al concluir sus famosas jornadas de reflexión, el Presidente Sánchez afirmó que su decisión de continuar al frente del Gobierno no era un punto y seguido, sino un punto y aparte. Y asumió el compromiso de regenerar la democracia y consolidar nuestros derechos y libertades. Nada ha cambiado desde entonces. La semana pasada se limitó a decir que “en las elecciones de 2027 este acoso contra el Gobierno se volverá contra los acosadores”. ¿Va a seguir imperturbable ante a las embestidas del fascismo hasta la próxima convocatoria electoral? Y qué hará entonces: ¿apelar de nuevo al malmenorismo para captar el voto de la gente asustada por el griterío de la ultraderecha? ¿Nos contará otra vez lo de ‘que viene el lobo’? Pero, si los lobos ya están aquí. Y si no ponemos pie en pared, como avisó el otro día Gabriel Rufián, nos van a comer. Queda dicho.
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