Opinión
La tecnología, la nueva hostelería precaria
Por David Bollero
Periodista
-Actualizado a
Firma Eduardo Bayona un artículo en el que describe la precariedad del empleo en el sector de las Tecnologías de la Información. Hace ya siete años que escribí sobre el tema, antes de la burbuja en torno a la Inteligencia Artificial (IA), y la situación no ha cambiado sustancialmente. Diría, incluso, que ha ido a peor, dado que con la última subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), el número de categorías por debajo en el convenio colectivo ha pasado de cuatro a 19. ¿Se ha convertido la tecnología en la nueva hostelería?
En 2017, en el espacio que brinda kⒶosTICa, conté cómo desarrollar en España una aplicación móvil (app) resultaba hasta un 60% más barato que hacerlo en Alemania, debido a la precariedad salarial. Ya entonces, el sindicato CGT denunciaba la desactualización del convenio colectivo en el que, incluso, se hablaba de “fichas perforadas”.
Ahora, este mismo sindicato ha elaborado un informe demoledor, en el que expone cómo una veintena de las 58 categorías profesionales recogidas está por debajo del SMI, mientras que únicamente tres cobran más de 28.000 euros al año. Prácticamente el 70% de las categorías cuenta con un sueldo por debajo de los 20.000 euros.
Contrasta esta precariedad con los contratos millonarios que manejan las consultoras que fichan estos perfiles de trabajador y trabajadora. La externalización de servicios, el outsourcing tanto de desarrollo como de mantenimiento de sistemas informáticos, es una tendencia asentada. En el sector público, las licitaciones de este tipo de proyectos alcanzan cifras millonarias y, como destapó la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), muchas de estas empresas crearon un cártel para repartirse los contratos públicos. Empresas como Indra, SAG, Atos Origin, IBM, Everis Spain o Accenture estuvieron repartiéndose los concursos durante 15 años.
La llegada de los Fondos Europeos Next Generation ha supuesto una nueva inyección económica al sector, que ha visto cómo se reactivaban muchos proyectos de transformación digital. A pesar del momento dulce por el que atraviesa el gremio, más aún impulsado por las nuevas iniciativas que surgen al calor de la IA, las condiciones laborales no parecen mejorar. Dicho de otro modo, se aumenta el margen de beneficio a costa del trabajador y la trabajadora.
Al mismo tiempo, el llanto generalizado en el sector viene motivado por la falta de personal cualificado. No hay foro tecnológico al que acuda en el que no surja en algún momento el lamento por la dificultad para captar y retener talento. La similitud con la hostelería cada vez es mayor: el empresariado lamenta no contar con personal y ni siquiera se plantea si la precariedad laboral que ofrece no tendrá algo que ver con ello.
Desarrollar código al peso por un salario inferior al SMI y con disponibilidad horaria si el cliente de la consultora sufre un contratiempo en sus sistemas no parece ser lo suficientemente atractivo para un licenciado en ingeniería informática. ¿Y todavía se sorprenden quienes se quejan de la falta de personal cualificado? El nivel de cinismo es tal, que antes incluso de mejorar las condiciones laborales, las empresas tecnológicas crean cátedras universitarias para, de paso, presumir de colaboración público-privada.
No falta tanto personal cualificado como el que señalan las compañías; lo que sucede en muchos casos es que ese personal está siendo contratado por multinacionales que no siquiera tienen presencia en España. Nuestro país continúa siendo barato, ofreciendo un elevado nivel de profesionalidad, y las nuevas tecnologías permiten teletrabajar desde cualquier lugar. Los sueldos que pagan esas multinacionales son inferiores a los de sus países de origen, pero superiores a la precariedad de las empresas asentadas aquí que, además, han roto el sueño del teletrabajo que se fraguó en pandemia. Vuelven a querer al trabajador o trabajadora bien atada en la oficina.
La huelga general del sector tecnológico, capaz de paralizar todo un país (bancos, hospitales, transportes, energía…) nunca ha llegado, pero eso no ha de traducirse como un problema resuelto, ni mucho menos. En manos de las tecnológicas está afrontar la realidad de una vez por todas y valorar de veras a quienes levantan su negocio, porque esa cuestión ni la IA la resuelve, aunque haya ingenuos que todavía se encomiendan a ella.
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