Columnas
Recuperar el alma de las ciudades vendidas
Por David Bollero
Periodista
Málaga se ha convertido en un ejemplo nacional; es innegable. El quid de la cuestión es si es modelo de buena o de mala gestión. Para el regidor, el longevo Francisco de la Torre (PP) que en más de dos décadas no ha sido capaz de mejorar las barriadas más pobres como Asperones o Palma-Palmilla, la ciudad es un escaparate sin igual. Así es y lo utiliza para ponerla en venta al mejor postor. Pese a no pertenecerle, el alcalde mercantiliza con el espacio público arrebatándoselo a su legítimo propietario: la ciudadanía. El último ejemplo es el Parque del Oeste, cerrado al disfrute público para explotar un festival luminoso con tintes chinos.
Málaga debería estudiarse en toda España como ejemplo de malas políticas urbanísticas. Lejos de hacerlo, no son pocas las que clonan la gestión de De la Torre con los mismos efectos perniciosos que sufren los y las malagueñas. Esta ciudad malagueña se ha convertido en uno de los máximos exponentes de parque temático; tan sólo le falta al regidor poner en marcha una iniciativa de pulsera ‘todo incluido’ para que cruceristas invadan la ciudad en masa arrasando frenéticamente cual plaga de langostas.
A lo largo de sus 24 años al frente del consistorio malagueño, el alcalde ha ido robando el alma a la ciudad, destruyendo sus barrios para reconvertirlos en un hábitat turístico que expulsa a la población nativa. Más de 300 edificios históricos han sido demolidos para levantar nuevas construcciones dirigidas mayoritariamente al turismo. Tras años de informes del Observatorio de Medio Ambiente Urbano (OMAU) advirtiendo de que sus políticas estaban expulsando a los y las ciudadanas, el centro histórico cuenta con más pisos turísticos que habitantes empadronados y se sufre una situación de emergencia habitacional.
Las políticas emprendidas por el Ayuntamiento de Málaga, como sucede en tantas otras urbes, arrebatan el espacio público a la ciudadanía a beneficio cero para ésta. Quienes viven –o vivían- ven cómo sus calles son impracticables porque las terrazas de bares y restaurantes engullen cada vez más metros cuadrados… establecimientos hosteleros, por otro lado, que nada tienen que ver con lo malagueño, daría igual estar en Valencia, Madrid o Santander.
La última jugada de Francisco de la Torre ha sido arrebatar la mitad del Parque del Oeste para que Ximénez Group, la compañía que realiza en Navidad el despliegue luminoso en la calle Larios, explote comercial un espectáculo llamado el Festival de las Linternas. Para ello, ha tomado la parque central del parque, partiéndolo en dos sin que los flancos estén comunicados entre sí, dividiéndolos por una horrenda valla negra, un muro de la vergüenza que no tiene nada que envidiar al que dividía Berlín en la Guerra Fría… salvo una cosa, que aquel no se caía. Este sí y, de hecho, sus enormes planchas ya se han vencido más de una vez poniendo en peligro de muerte a los más pequeños si les cayera encima.
Ante esta usurpación de lo público, la ciudadanía no puede más y se ha movilizado, con continuas concentraciones pacíficas y recogidas de firmas. La respuesta del Ayuntamiento ha sido militarizar el parque, con un despliegue policial absolutamente innecesario que bien podría emplearse en otros menesteres, dados los índices de criminalidad violenta que se manejan en las barriadas abandonadas por el consistorio. La concejala de Fiestas en el Ayuntamiento de Málaga, Teresa Porras, no ha dudado en mentir y tachar de violentos a los abuelos, niños y niñas, familias enteras que se manifiestan para recuperar el espacio donde paseaban, hacían deporte, jugaban… Y tras semanas de silencio por parte del alcalde, su única respuesta es que si la ciudadanía no lo quiere ahí, el espectáculo se irá a otro lado. De robar un espacio a robar otro, pero el problema será el mismo… y mientras, hasta el próximo 15 de febrero este parque malagueño estará ocupado por una empresa para hacer caja.
El Movimiento Vecinal Parque del Oeste que se ha constituido no está solo en su lucha. Desde otros rincones de la ciudad, incluso de municipios vecinos, se han solidarizado con la causa. La privatización del espacio público deshumaniza nuestras ciudades, rompe la convivencia y el sentimiento de comunidad. En este caso concreto, este sentimiento se ha fortalecido, pero como oposición ante un atentado a lo público, no fruto de compartir el día a día y disfrutar una ciudad amable.
Hace muchos años que De la Torre renunció a que sean los turistas quienes se amolden a Málaga; es Málaga la que se amolda al turismo, arrasando por el camino con la identidad, la cultura y con los mismos habitantes de la ciudad. El Parque del Oeste es una prueba más de que no hay límite alguno a la mercantilización de la ciudad. Hay políticos que olvidan que se les paga para servir a lo público, no para esquilmarlo. De la Torre, con más de 93.000 euros al año, es un buen ejemplo. Todo vale, cualquier cosa que pueda ponerse en venta se pondrá. Pues bien, el límite que no pone el alcalde lo quiere poner ahora la ciudadanía; es su derecho, es su ciudad.
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