Opinión
Oremos, hermanos
Por Marta Nebot
Periodista
-Actualizado a
Repite conmigo: "Los inmigrantes no son un problema, son una oportunidad".
Repite de nuevo: "Los inmigrantes no son un problema, son una oportunidad".
Y repítelo cada vez que una noticia, que un político, que un bulo, que un miedo, que un prejuicio te hagan dudar.
Debería ser la letanía permanente que nos repitamos los que creemos en la humanidad; como el "ora pro nobis" que mi abuela me hacía repetir y repetir en sus rosarios diarios nocturnos. Ella trataba de convencerse cada noche de que, a pesar de las tentaciones, repetirse una idea la mantendría fiel a ella.
Nosotros también tenemos que rezarla mucho porque son muchas también las tentaciones, los intereses, las manipulaciones para que dejemos de creerla. Y es que este exitoso demonio vuelve a tener como pregonera a la derecha para mantener sus filas prietas. Inventar un enemigo común siempre fue lo mejor para aunar fuerzas. Ya lo hicieron con los judíos, con los anarquistas y comunistas y ahora con los inmigrantes de piel negra. Hoy es tan mentira como antes lo era.
Más del 13% de los afiliados a la Seguridad Social en España son extranjeros, casi tres millones. Cuatro de cada diez nuevos contratos del primer semestre de este año fueron firmados por ellos. Uno de cada cuatro menores españoles tienen al menos un progenitor de otra parte. Según el Banco de España, antes de que Escrivá lo comandara, necesitaremos millones de inmigrantes en las próximas décadas para poder mantener el sistema de pensiones. Los menores no acompañados, tan criminalizados, se pusieron a trabajar sin demora en cuanto les permitieron sacarse permisos de trabajo con la modificación legislativa de 2021. Su tasa de ocupación duplica la de los jóvenes patrios.
Además, es que la inmigración irregular llega a España mucho más en avión que en cayuco. El 80% no viene de África sino de Latinoamérica, aterriza en un aeropuerto con visado de turista y después se queda, según las ONG que conocen el tema. El señalamiento del negro solo tiene que ver con que es más reconocible y distinto y con el racismo. El Ministerio del Interior solo mide la inmigración que entra por frontera terrestre o marítima. Casi todo lo que sabemos de nuestros migrantes lo sabemos por las ONG, las asociaciones y los religiosos que les protegen y les cuidan.
Son ellos los que han liderado una iniciativa legislativa popular que el Gobierno de coalición ha propiciado que se empiece a tramitar en el Congreso de los diputados. Más de 600.000 firmas la avalaron. Está tan apoyada por tejido social de todo signo político que hasta el PP votó a favor de su toma en consideración. Estas organizaciones pelean por una nueva regularización de cerca de medio millón de personas. Personas que llevan años en España cuidando de nuestros mayores, de nuestros hijos, de nuestros campos, de nuestras casas. Viviendo y trabajando en precario, sin derechos y sin pagar impuestos. En manos de la caridad y de los que discriminan y explotan.
La oposición dice mucho que ni Europa ni este Gobierno tienen una política migratoria. Y casi tienen razón hasta ahora: política migratoria no nos sobra. Hasta hace bien poco solo hemos sabido pagar para que otros Gobiernos, poco escrupulosos con los derechos, impidan que los africanos lleguen a Europa. En los últimos meses han aparecido rayos de esperanza con las primeras iniciativas europeas y españolas de contratación circular, de inversiones y créditos para el desarrollo. Los mismos que dicen que no hay política en este rubro han declarado que estos primeros pasos por el buen camino no son más que el chocolate del loro, en vez de reconocer que la inmigración regulada y la cooperación al desarrollo es el único futuro.
Así que la iniciativa popular que puede votarse pronto en el Congreso, si el Gobierno se atreve a no posponerla sine die como ha hecho otras veces con otras iniciativas más o menos peliagudas, obligará a debatir en profundidad esta realidad social, pondrá luz a tanta oscuridad, pondrá cabeza y corazón entre tanta tripa. Si se atreve, será un ejercicio de valentía entre tanto retroceso en este nuevo episodio mundial de racismo ultra. Que falte integración, que haya que repartir y gestionar mejor estos flujos de nueva población, que hay que hacerlo mejor de lo que se está haciendo no debería hacer olvidar el quid de la cuestión: "Los inmigrantes no son un problema, son una oportunidad", repito y repito.
Con esta nueva votación histórica, que vendría a sumar una regularización más a las nueve ya aprobadas en democracia tanto por los Gobiernos de izquierdas como por los de derechas, sumando medio millón de trabajadores al otro millón que ya fue sumado por las regularizaciones anteriores, se pondría al principal partido de la oposición ante su nueva falacia.
Antes de la espantada este sábado de la mesa de negociación con el Gobierno para solucionar el hacinamiento de 6.000 menores no acompañados en Canarias, Feijoo votó a favor de la regularización en abril. En junio, lo hizo en contra de la reforma del artículo 35 de la ley de extranjería que permitiría el reparto obligatorio entre las comunidades autónomas de los menores no acompañados que habría solucionado el atasco canario. En septiembre se fue a Italia a abrazar la política migratoria de Giorgia Meloni, que ha aprobado no desembarcar a migrantes, es decir, abandonarlos en el mar, en contra de las normas humanitarias y del mar más básicas.
Tuvo la puntería de hacerlo la misma semana que en la costa de la isla del Hierro se hundió un cayuco ahogando a 50 personas entre las manos impotentes de los servicios de auxilio canarios. Estos profesionales de los desastres tuvieron que ser atendidos por psicólogos por primera vez, por la magnitud de la tragedia presenciada.
Solo El País y La Vanguardia llevaron en portada este naufragio brutal, según una información de Idafe Martínez, que fiscaliza a los medios de comunicación de derechas. En una reciente columna señalaba cómo estos medios no publican en lugar visible nada que humanice a los migrantes, cómo se dedican a alimentar la política del miedo contando solo una ínfima parte de su historia.
Repito, si el Gobierno es valiente y se atreve a ir contra la corriente ultra europea que ya ha arrastrado a otros gobiernos socialdemócratas, como el de Alemania o Reino Unido –que están cediendo más al miedo que a los hechos en este tema– llevando la iniciativa civil al pleno del Congreso, tanto Feijoo como los medios de derechas tendrán que retratarse, tendrán que informar o silenciar que los empresarios también reclaman esa mano de obra, que sus ONG católicas solo piden, con el resto de agentes sociales, sentido común y humanidad, que la criminalización generalizada del inmigrante es el gran bulo de esta década.
Mi abuela murió lentamente de una enfermedad que la mantenía cuerda mientras le iba robando capacidades con crueldad. Lo hizo retirándole la cara a sus santos y a sus vírgenes. Ella dejó de creer en lo increíble cuando lo injusto se hace patente.
Esperemos que al revés funcione mejor, que repetir letanías de cordura nos haga capaces de mantenernos fieles a una verdad tan justa como necesaria.
Así que oremos: Los inmigrantes no son un problema; son una oportunidad crucial y hay que ponerse a gestionarla.
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