Opinión
Moreno Bonilla sirve precariedad en bandeja
Por David Bollero
Periodista
Recientemente saltaba la noticia de la investigación de un vecino de Jaén por haber dañado de manera irreparable unas pinturas rupestres en el Alto Guadalquivir. El sujeto había pensado que aplicar agua sobre la pared ayudaría a apreciar mejor el arte prehistórico, sin caer en la cuenta de que la reacción química en la roca caliza terminaría en convertir los pigmentos en un costra blanquecina. Exactamente lo mismo sucede con las políticas de Juan Manuel Moreno Bonilla (PP) en Andalucía. Basta aplicar un poco de agua para que el artificio que vende a la opinión pública se vaya al traste.
Más allá del particular ecce homo jienense que sirve de metáfora para las malas artes de Moreno Bonilla, este verano hemos vuelto a comprobar cómo es suficiente rascar ligeramente para percatarse del daño que está infligiendo el popular a las clases más desfavorecidas. Por cuarto año consecutivo, la Junta de Andalucía ha subido el precio de los comedores escolares. Otra facilidad (ironía) más que pone Moreno Bonilla a la conciliación y a empujar una natalidad que se encuentra por debajo de la media española.
Esta subida ejecutada en pleno verano, entremezclándola sibilinamente con los datos de un turismo que depreda la región, alcanza el 11 %, disparando el menú diario por encima de los 5,5 euros. Nadie entiende el porqué de una subida de dos dígitos, cuando la inflación en 2023 se situó en torno al 7% y en lo que va de año apenas supera el 3,5%. El efecto en las familias es demoledor, que han visto cómo el Gobierno del PP en Andalucía ha subido el precio del menú diario un 21% en los últimos tres años.
Moreno Bonilla puede golpearse el pecho las veces que desee presumiendo de no querer andaluces de segunda respecto al resto de España, pero lo cierto es que los está convirtiendo en ciudadanos y ciudadanas de tercera. A pesar de los históricos datos del turismo, Andalucía continúa padeciendo la precariedad de unos de los sueldos más bajos respecto a la media nacional, mientras Moreno Bonilla recorta a pasos agigantados las ayudas a los colectivos que más las necesitan.
Cerca de 80.000 alumnos y alumnas pagaron íntegramente el comedor escolar. Existen bonificaciones, pero quienes se mueven en una horquilla salarial que les excluye de éstas pueden llegar a pagar al año por cada hijo más de 1.200 euros al año si suma el aula matinal y las actividades extraescolares, imprescindibles para poder cumplir con su horario laboral y seguir en la rueda de trabajo para pagar y pagar para trabajar.
La precariedad en Andalucía es tal que no son pocas las familias en las que ambos progenitores trabajan, quedan excluidas de las ayudas y, sin embargo, no llegan a fin de mes con un precio de la vivienda absolutamente disparado y sin que Moreno Bonilla, negacionista de la Ley de Vivienda, esté dispuesto a atajarlo. La subida al comedor escolar es otra estocada más para estas familias que ven cómo no hay rebaja de impuestos que compense la subida. De hecho, si leen la letra pequeña de estas rebajas fiscales se percatan de que a quienes más beneficia es precisamente a los que más riqueza poseen, los mismos que se pagan una educación y sanidad privadas privilegiadas por la Junta. Mientras, más de un millón de andaluces, el 12% de la población, esperan cita para una consulta en un hospital o una operación.
Así las cosas, sorprende que el retroceso en la intención de voto al PP andaluz sea mínimo; a día de hoy, seguiría obteniendo la mayoría absoluta. ¿Cómo es posible? Estadísticamente hablando, está probado que en Andalucía no hay una mayoría de ricos, ni mucho menos. ¿Cómo se puede explicar que el electorado andaluz continúe confiando en un partido que parece reírse en su cara? Eso es lo que hizo hace unas semanas el presidente del Parlamento Andaluz, Jesús Aguirre, que reclamó una subida de sueldo porque afirma que con más de 3.300 euros sus señorías andaluzas no llegan a fin de mes.
Este es un fenómeno que, tras dos legislaturas, ni siquiera se explica por la ausencia de una oposición que convenza. A buen seguro que la izquierda y el PSOE andarán devanándose los sesos para averiguar qué han de hacer para que la ciudadanía huya de este planteamiento autodestructivo, porque desmantelar el Estado de Bienestar, como está haciendo Moreno Bonilla, es hacerse el harakiri. El misterio es tal que ni siquiera son capaces de imaginar cuál es el límite de recortes de derechos sociales que es capaz de soportar la ciudadanía para dar la espalda al PP, que no es capaz de ejecutar todas las partidas presupuestarias que le llegan de los Fondos Europeos o del Gobierno de España. Llegará un momento en el que, como sucede con las pinturas rupestres de Jaén, el daño ya sea irreparable, se vote a quien se vote.
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