Opinión
Manuel Valls se disfraza de socialista
Por Pablo Castaño
Periodista
Pablo Castaño Tierno
Politólogo
El primer ministro francés Manuel Valls anunció hace unos días su candidatura a las primarias del Partido Socialista para elegir al candidato a las elecciones presidenciales de 2017. La declaración de Valls se produjo solo cuatro días después de que el impopular presidente François Hollande renunciase a presentarse a un segundo mandato, un acontecimiento inédito en la V República francesa. El principal rival del hasta ahora primer ministro en las primarias será Arnaud Montebourg, que fue ministro de Reorganización Productiva de Hollande hasta su expulsión del gobierno en 2014, cuando Valls asumió el cargo de primer ministro e impulsó un radical giro liberal de la política económica. También se presentan a las primarias Benoît Hamon, que fue ministro de educación de Hollande y el antiguo inspector de trabajo y miembro de la dirección socialista Gérard Filoche, ambos representantes del ala izquierdista del partido, y Vincent Peilleon, antiguo ministro de Educación y más próximo a Hollande.
Por lo tanto, en las primarias de enero se enfrentan las dos “izquierdas irreconciliables” que conviven en el Partido Socialista francés, según una expresión del propio Manuel Valls. Por un lado, el sector crítico que sigue creyendo en el proyecto socialdemócrata de regulación de la economía por el Estado, y por otro, quienes han asumido las propuestas económicas neoliberales, como Valls, Hollande y Emmanuel Macron, antiguo ministro de Economía y ahora candidato independiente a la presidencia de la República.
Además de los candidatos a las primarias, el sector crítico del Partido Socialista está formado por una treintena de diputados, que cumplen en el PS francés un papel parecido al de José Antonio Pérez Tapias en el PSOE: defienden propuestas muy similares a las de partidos políticos situados a la izquierda del suyo, pero siguen en el Partido Socialista a pesar de todo. La credibilidad de esta corriente se vio debilitada con motivo de la aprobación de la reforma laboral impulsada por el gobierno, el pasado mes de julio. Los diputados socialistas críticos tuvieron en su mano impedir la aprobación de la impopular reforma, forzando la dimisión de Valls como primer ministro, pero no lo hicieron, ya que les habría supuesto ser expulsados del partido y perder el apoyo del aparato socialista en las próximas elecciones legislativas. La falta de credibilidad de los socialistas críticos no hace más que mejorar las perspectivas electorales del fundador del Partido de Izquierda, Jean-Luc Mélenchon, que presentó su candidatura de forma independiente hace meses.
Unas primarias de resultado incierto
Manuel Valls es el favorito para la primera vuelta de las primarias socialistas, ya que las encuestas le dan 20 puntos de ventaja respecto a Arnaud Montebourg. Sin embargo, los mismos sondeos muestran un empate en la segunda vuelta entre el hasta ahora primer ministro y el antiguo ministro de Reorganización Productiva. En esta situación incierta, Valls parece haber aprendido algo de la elección de François Fillon como candidato de la derecha: para ganar unas primarias, hay que hablarle al electorado propio, no al conjunto de la ciudadanía. (Alain Juppé, que tenía un discurso más moderado que Fillon, era el favorito de los franceses, pero la postura radicalmente conservadora de Fillon resultó más atractiva para los votantes de derechas que participaron en las primarias). Siguiendo el ejemplo de Fillon, Valls se ha puesto el disfraz de socialista en el discurso de presentación de su candidatura: ha pronunciado la palabra “izquierda” muchas veces y se ha presentado como el único candidato capaz de llevar a la izquierda a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, una posibilidad que parece remota ante la hegemonía política de Los Republicanos (derecha tradicional) y el Frente Nacional.
Valls ha pronunciado su discurso de presentación de candidatura en Évry, ciudad de la que fue alcalde durante once años (como el resto de los principales candidatos a la presidencia de la República, Valls ha dedicado casi toda su vida profesional a la política). El antiguo primer ministro se ha dirigido a los medios de comunicación rodeado de su familia y un amplio grupo de colaboradores. Con esta puesta en escena colectiva, Valls pretende diferenciarse de Emmanuel Macron, que presentó su candidatura solo sobre el escenario, una imagen que reflejaba perfectamente su campaña híper-personalista. El ex ministro de economía y antiguo banquero de Rotschild es el principal rival de Valls en la lucha por el electorado de centro.
En su intervención, Valls se ha presentado como la alternativa a la “regresión social” que representa François Fillon y a la “extrema derecha”. La gran debilidad de este discurso es que, durante sus dos años como primer ministro, Manuel Valls ha asumido gran parte del programa económico de la derecha y posturas autoritarias cercanas a la extrema derecha.
En lo económico, el gobierno de Valls ha practicado recortes del gasto público, acompañados de rebajas fiscales a las grandes empresas. El primer ministro defendió esta política en un acto de la patronal en los siguientes términos: “Es absurdo hablar de regalos a los empresarios, ese lenguaje no tiene sentido. Una medida favorable para les empresas es favorable para todo el país”. También ha sido Valls -junto a la ministra de Trabajo Myriam El-Khomri- el principal promotor de la reforma laboral más regresiva de la Historia de Francia. La reforma fue aprobada en julio mediante el uso de una disposición constitucional extraordinaria que evitó el debate en el Parlamento, ya que el gobierno no contaba con la mayoría necesaria para aprobarla.
El desempeño político de Valls se ha caracterizado también por una política de seguridad extremadamente autoritaria y una obsesión por la identidad nacional. Por un lado, hace ya más de un año que Francia está en estado de emergencia, y el gobierno de Valls ha aprovechado esta situación extraordinaria y el ambiente de miedo creado por los atentados terroristas para prohibir manifestaciones y dar más poder a la policía. Una de las reformas más importantes permite a la policía espiar conversaciones telefónicas sin orden judicial. Por otro lado, las posturas de Valls sobre identidad nacional y laicidad en muchos casos han llegado al racismo. Por ejemplo, en 2014, afirmó que los romaníes que viven en Francia “tienen vocación a volver a Rumanía o Bulgaria”, en 2015 dijo que Francia está en “una guerra de civilización” y en 2016 afirmó que “Marinanne [la figura femenina que simboliza la República francesa] tiene el pecho desnudo porque alimenta al pueblo. No lleva velo porque es libre, eso es la República”.
Manuel Valls representa mejor que nadie el giro a la derecha que el Partido Socialista francés inició en 2014, por lo que una victoria de Valls en las primarias será interpretada como una legitimación de la derechización del PS por parte del electorado progresista. Sin embargo, si Valls es el candidato socialista a las elecciones presidenciales, el partido corre el riesgo de quedarse sin mucho espacio electoral, arrinconado por la candidatura de Jean-Luc Mélenchon en la izquierda y la de Emmanuel Macron en el centro. Por el contrario, si gana las primarias Montebourg u otro representante del sector crítico, el histórico Partido Socialista francés podría tener una oportunidad de transformarse similar a la que ha tenido el Partido Laborista con la elección de Jeremy Corbyn. Mientras tanto, Marine Le Pen y François Fillon se frotan las manos ante la perspectiva de llegar a las elecciones de mayo con una izquierda más dividida que nunca.
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