Opinión
Lavarse las manos no es una opción en los campamentos de refugiados de Grecia
Por Nicolás Ribas
Nicolás Ribas (@nicolasribas_)
En el campo de Moria hay un grifo para cada 1.300 personas, un baño para cada 200 y centenares de niños y adultos padecen de enfermedades crónicas
MSF cree que forzar a las personas a vivir allí, aún bajo las condiciones de una pandemia global, responde a una política de contención para desalentar la llegada de más migrantes
Las instrucciones eran claras al inicio del confinamiento. Mantener una buena higiene de manos, taparse la boca al toser y distancia física de un metro para no propagar la COVID-19. Unas instrucciones que no se pueden mantener ni mínimamente en los campos de refugiados de Grecia, donde las autoridades helenas no garantizan el acceso a la higiene más básica. No hay suficientes mascarillas, guantes, equipos de protección individual o respiradores. Tampoco hay médicos apenas.
A día de hoy, más de 42.000 personas viven en los campos de refugiados griegos, casi la mitad de ellos en Moria (situada a unos 8 kilómetros de Lesbos), según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR). En Moria, asegura Médicos Sin Fronteras (MSR), hay un grifo para cada 1.300 personas, un baño para cada 200 y las duchas también son compartidas. A ello hay que añadir que centenares de niños y adultos padecen de enfermedades crónicas, lo que los convierte en población de especial vulnerabilidad. No es una situación nueva pero ello no significa que ésta no pueda empeorar. Si hubiera un brote en este campo, las UCIs de los hospitales de Lesbos se saturarían rápidamente y la mortalidad sería alta debido a la precaria salud de sus habitantes.
El pasado 1 de abril, después de dar a luz, una mujer habitante del campo de refugiados de Ritsona, con 2.500 migrantes, dio positivo por coronavirus en un hospital de Atenas. En este campo ya hay una veintena de casos de COVID-19 confirmados. Cuatro días después, un ciudadano afgano habitante del campo de Malakassa, con 1.500 migrantes, también dio positivo. El ministerio de Migraciones griego decretó el confinamiento sanitario total de ambos campos bajo un fuerte dispositivo policial durante 14 días, que ahora se extenderá hasta el 10 de mayo. Este martes, además, el Gobierno heleno ha informado de un brote en un hotel de la península del Peloponeso. Más de 150 de los 470 migrantes alojados han dado positivo. El edificio se encuentra bajo cuarentena desde este lunes.
Plan de emergencia
La comisaria de Interior y Migración, Ylva Johansson, aseguró a inicios de este mes que la Comisión Europea dispone de un plan de emergencia elaborado con el Gobierno heleno. Consiste, básicamente, en sacar de inmediato a las personas más débiles y vulnerables y llevarlas a un lugar seguro (habitaciones de hotel o apartamentos vacíos) para que no se infecten, en caso de que el virus llegase a los campamentos.
Por otro lado, el Ejecutivo griego ha anunciado recientemente la intención de reubicar 1.600 refugiados menores no acompañados. La primera docena ha sido destinada a Luxemburgo y otros 49 se han dirigido a Alemania. Bélgica, Croacia, Finlandia, Francia, Irlanda, Lituania y Portugal son los siete países miembro restantes que se han ofrecido a acoger parte de los menores reubicados. Fuera de la UE, Suiza ha asegurado que acogerá a 20 jóvenes, mientras que otros 50 pretenden ser trasladados a Serbia.
No hay plan para los 40.000 migrantes que restan. Gerald Knaus, presidente del think-tank European Stability Iniciative y autor intelectual del acuerdo firmado entre Turquía y la UE para abordar la cuestión migratoria, cree que el Gobierno heleno no está interesado en reubicar ni cerrar los campos para no alentar la llegada de más migrantes a las costas griegas. MSF también sostiene la idea de que forzar a las personas a vivir allí, aún bajo las condiciones de una pandemia global, responde a una política de contención para desalentar la llegada de más migrantes.
Los países miembro de la UE trabajan en la elaboración de un plan de reconstrucción económica y social para amortiguar la crisis del coronavirus, que dejará la economía europea aún más maltrecha si cabe. Los países del sur (España, Portugal e Italia) se rebelan ante la insolidaridad del norte (Alemania, Holanda), obsesionado con la ortodoxia de la austeridad fiscal y el déficit público. Las reuniones del Consejo Europeo y el Eurogrupo tratan de llegar a acuerdos de mínimos. Cada vez son más numerosas las voces que claman por que la crisis, esta vez, se resuelva con igualdad y solidaridad. La duda que cabe preguntarse es si los gobiernos de los estados miembro, así como las instituciones europeas, se plantean siquiera que esta solidaridad debe llegar también a migrantes, refugiados y solicitantes de asilo. Porque cinco años después de que estallara la mal llamada crisis de los refugiados, se ha hecho poco más que montar cárceles a cielo abierto y la firma de un acuerdo entre Turquía y la UE para externalizar el control migratorio.
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